Gia Giordani es hija del general de las Fuerzas especiales de defensa Mundial, esta es una organización paralela a varios ejércitos unidos, que se encargan de misiones encubiertas y clasificadas, existen varias sedes de estas élites, las cuales se encuentran en varios lugares del mundo.
Gia es la única mujer y la menor de cuatro hermanos, todos pertenecientes a la elite con diferentes rangos, mientras ella solo es la princesa de la casa.
La joven ha estado enamorada desde siempre del hijo del general de división de la elite, el capitán Tomás Decker aunque este no quiere nada con ella, la ve como una Barbie sin cerebro.
El capitán Decker humilla frente a todos a la joven y ella tomará la decisión de cambiar su vida, ya que por aquellas palabras piensa que todos la ven como alguien inútil y sin cerebro.
Podrá esta joven demostrarle a un mundo machista que, si puede, podrá olvidar a este hombre tan ingrato.
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La muñeca
Gia bajó y fue a pasar el día con su Nana y sus amigos, los guardias porque ella se dio cuenta de que esa era verdaderamente la gente que valía la pena.
Los chicos estaban que iban a matar a Tomás, ya que habían recibido la orden de llevar a Gia mañana temprano al aeropuerto privado para luego escoltarla a la sede de la Élite en estados unidos.
—Pequeña, estás segura de que esa decisión es acertada. —Preguntó Sebastián.
—Sí, Sebas, eso es lo que quiero hacer.
—Tú no debes demostrarle nada a nadie, pequeña Gia. —Dijo Rogelio.
—Lo hago por mí, Rogelio, no lo hago por nadie más.
—Tú eres mucho para ese hombre… No está acostumbrado a la calidad, eso es lo que pasa.
Gia pasó ese día con su familia, que era Nana y los guardaespaldas, cada uno de los empleados la querían muchísimo.
Ese día se calmó un poco más, pero todos se habían dado cuenta de que a esa niña se le había apagado algo, Gia hoy no era la misma chica de ayer, el brillo de esos hermosos grises se habían apagado.
—Siempre supe que ese imbécil era eso. . . —Dijo Henry esta vez.
Al día siguiente la niña Gia fue custodiada por diez guardias y no por seguridad, sino porque se querían despedir de su niña.
La Nana lloró despidiendo a su niña, a su pequeña bebé, la nana siempre ha estado con ella cuando nadie más está en la casa.
—Gracias a todos por siempre estar para mí, chicos los quiero mucho y no quisiera dejarlos, pero debo hacer esto, me lo debo.
La joven, con tan solo diecisiete años, llego a un enorme cuartel, un lugar totalmente nuevo para ella.
El lugar era gigante y había Miles de caras desconocidas, todos la veían por encima del hombro, todos veían a la princesa de cabello bien arreglado, de uñas y manos delicadas, de ropa elegante, se convirtió en un blanco para ser acribillada.
La joven sabía que iba a ser un blanco fácil, querían que fallara por parecer una muñeca de vitrina, la querían ver llorar, el único inconveniente era que Tomás le había secado sus ojos, ya no tenía para llorar, ella solo quería demostrar su valor.
Gia llega delante el grupo que le toca y el capitán William Anderson la lleva hasta su dormitorio.
La habitación la comparte con dos personas más y la miran como si fuese una enferma, ella el primer día se tiene que agarrar el orgullo y las ganas de llamar a su familia, le quitaron sus pertenencias, no puede comunicarse con nadie
La joven arregla sus cosas y se coloca un uniforme horrible, el verde no era su color, menos el verde vómito, porque así ella le decía a ese color.
Gia estaba sentada en su cama terminando de ponerse las botas cuando la puerta se abre, una mujer como de veinte años llega y le dice que se pare firme y que la quiere en cinco minutos en el patio.
—Pero llegué, hoy no debería descansar. —Fice de inocente la joven rubia.
— No princesita, no debiste hacer esa pregunta, no debiste. — Dijo la capitana Dayana Rivers. La joven se va al patio y la mujer le dice.
—Firme Princesa — La joven aprieta sus dientes, ella no soporta esa maldita palabra ahora.
Gia se para firme para la sorpresa de la capitana Rivers, ella no es tan idiota, ha visto varias veces hacerlo a sus hermanos y ella tiene memoria fotográfica, así que sabe lo básico.
La mujer la cansa con movimientos militares y luego la pone a correr durante dos horas, Gia está cansada, está muerta, jamás en su vida, había corrido tanto, lo hacía en la caminadora, pero era menos tiempo y en un gimnasio.
La joven quería rendirse, pero entonces Tomás tendría razón sería una muñeca vacía, sería alguien caprichoso.
La joven aguantó sus dos horas y luego de eso, la capitana Rivers se molestó, ella quería quebrar a esta niña mimada y mandarla a su cajita de muñecas por donde había venido.
Gia se tragó su orgullo y comía peor que un preso, solo la espesa avena fría y el pan para nada recién hecho se veía a diario en sus comidas, la comida enlatada de su pequeño gato se veía más apetitosa que su almuerzo y ella muy bien sabía que esto no era por falta de recursos, sino que ella con su aspecto impecable y refinado tenía un letrero de “Atáquenme” en su frente.
Gia estaba agotada, se tenía que levantar a las cuatro de la mañana y luego de eso debía ayudar en la cocina lavando trastes para a las seis estar en el patio corriendo como demente.
Cuando le fue agarrando el ritmo a correr empezaron con el patio de obstáculos era muy largo y comenzaba con cauchos y túneles y luego aumentaba a pequeños espacios los cuales cruzaba a rastras la joven estaba agotada a diario era el centro de burlas y la ira de todos estaba en ella y eso que no utilizaba su apellido paterno, sino el de su madre, pero su aspecto la hacía ver débil.
Día a día Gia se acostumbraba más y eso solo hacía que subieran el nivel de dificultad en el cuartel.
Gritos y malos tratos estaban a la orden del día, la joven ya no podía seguir, pero cuando sentía que moría recordaba que era una inútil que solo llegaría a modelo y solo por el apellido, la joven a diario se esforzaba.
La princesa del cuartel como era llamada por cada capitán y superior pudo con cada dificultad, entonces vinieron las luchas, Gia al principio fue golpeada, fue llenada de moretones, durante casi un mes recibió golpes de chicas y hombres, hasta que un día recordó lo que su hermano Leo le dijo una vez mientras él le enseñaba a defenderse.
“Enana, eres pequeña y débil, pero rápida y ágil, tienes memoria fotográfica, úsalo a tu favor” Luego de un mes de ser humillada y recibir burlas y golpes, la joven recordó aquello, ella no quería irse como perdedora, ella quería demostrar que era un Giordani digna hija de un general.
—Hey, tú, princesita, ven al centro muñeca. —Gia explotó, esas palabras las detestaba y debía surgir si las quería evitar.
El capitán Daniel Johnson era su contrincante, medía casi el tamaño de leo y era de su misma complexión, un Adonis, la joven estaba harta y hoy se acabaría esto.
—Qué sucede, muñequita, quieres que sea suave, recibo besos a cambio. —se burló el joven.
Gia se mantuvo callada y el hombre dio el primer golpe, el segundo, el tercer y hasta un cuarto, los cuales recibió sin defenderse, ya tenía lo que quería, lo vio pelear y lo imitó, con la ventaja de que era más rápida.
La joven atacó repetidamente al hombre sin decir palabras, se pegó en la costilla con golpes repetidos y le pateó la cara tan certeramente, que ese día se dio cuenta de que ese era su golpe letal.
El capitán se desesperó, no quedaría en vergüenza delante de una soldado y menos una Barbie.
El hombre trató de golpearla, pero Gia lo había estudiado y sabía dónde atacaría, así que esquivó cada golpe, uso en su contra los movimientos del capitán y con una patada en la cabeza lo dejo fuera de juego.
La joven fue declarada ganadora y con cuatro meses en el cuartel empezó desde ese día a ganarse un poquito de respeto, ya no era la princesa, ahora era la muñeca ruda, pero ese apodo lo debía erradicar también, ella era más que eso.
Gia Giordani quería ser un orgullo para su familia y solo pasando esa maldita prueba lo lograría.