En un pequeño y tranquilo pueblo, en lo más profundo de un bosque tupido y misterioso vivía una mujer llamada Raze. Rubia con cabello largo y ojos color miel que reflejan la pureza de su alma, Raze había sido criada por una anciana llamada Oda. Desde que era apenas una niña , Oda le contaba historias de dragones y hadas, tejidas con la magia del bosque y la fantasía de un mundo oculto a los ojos de los mortales. Sin embargo para Raze, esas historias no eran más que cuentos fantásticos , relatos para entretenimiento y nada más.
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Capítulo 23: El clan de las hadas
Liz y Luna llegaron a su clan y era devastadora la escena, todo era muerte, decapitaciones, las viviendas quemadas, todo era sombrío , Rak los había atacado mientras dormían Liz sentía mucha ira, Luna no paraba de llorar , los soldados que las acompañaban no lo podían creer tanta crueldad, Liz dio la orden de registrar todo . Ahora debían ser fuertes y tratar de salvar las pocas hadas que quedaban
La escena era desgarradora mientras Liz y Luna recorrían los restos humeantes del clan de las hadas. Entre los escombros y los cuerpos sin vida, se abría paso un sentimiento de dolor y desesperación. Liz, con su determinación característica, ordenó a los soldados que comenzaran a registrar los alrededores en busca de sobrevivientes, mientras ella y Luna se dirigían a los lugares más afectados para buscar cualquier indicio de vida.
Cada paso era una lucha contra la desesperanza, pero Liz y Luna se aferraban a la esperanza de encontrar al menos a algunas hadas vivas entre los escombros. Luna, con el corazón destrozado por la devastación que rodeaba a su clan, luchaba por contener sus lágrimas mientras buscaba frenéticamente entre los restos.
Después de horas de búsqueda, finalmente encontraron a un pequeño grupo de hadas escondidas en lo que quedaba de una casa quemada. Era un Hada joven y junto a ella, dos hadas pequeñas . Luna con mucho amor le preguntó : Cómo te llamas?, Sabes el nombre de estas pequeñas? El hada joven respondió con lágrimas en los ojos : “Mi nombre es Loto y estas pequeñas estaban escondidas en un sótano, tenían esta carta con ellas. Loto le entrega la carta a Luna y decía :
“Si estás leyendo esto, significa que has encontrado a mis pequeñas. Mi nombre es Violeta, y soy su madre. Hemos sido atacadas por fuerzas oscuras y, en un intento desesperado por proteger a mis hijas, las escondí en este lugar seguro. Ahora, mientras escribo estas palabras, no sé si seguiré con vida. Pero si estás leyendo esto, te ruego que cuides de mis hijas como si fueran tuyas. Son mi mayor tesoro y mi mayor amor. Sus nombres son Orquídea y Lirio.
Enséñales a volar alto y a encontrar la luz en los momentos más oscuros. Dales el amor y la protección que yo ya no puedo brindarles. Son fuertes y valientes, y merecen un futuro lleno de esperanza y felicidad.
Con todo mi corazón,
Violeta”
Luna sintió un nudo en la garganta al leer las palabras de la carta. Miró a las pequeñas hadas con un amor renovado, prometiéndoles en silencio que nunca las abandonaría y que estaría allí para protegerlas y cuidarlas como lo haría su propia madre.
Con lágrimas de alivio, Liz y Luna las ayudaron a salir de su escondite a las pequeñas hadas ,decidieron llevarlas al castillo de Titus que ese seria un lugar mucho más seguro, prometiendo protegerlos y reconstruir su hogar en un futuro.
Mientras viajaban hacia el castillo Luna miraba con ternura a las pequeñas hadas y Liz miraba los ojos de Luna ... y le dice : “amor ya conozco tu mirada y no tienes que decirme nada , la respuesta a lo que estás pensando es si!... ellas serán nuestras hijas y nosotras nos haremos responsables , seremos su familia, qué opinas amor?” , Luna saltó a los brazos de Liz y asintió con lágrimas de amor y emoción.
Las palabras de Liz llenaron el corazón de Luna de una alegría indescriptible. Con lágrimas de emoción, Luna se abrazó a Liz con fuerza, sintiendo el amor y la ternura que fluían entre ellas en ese momento. Era una decisión tomada con el corazón, una promesa de cuidar y proteger a esas pequeñas hadas como si fueran sus propias hijas.
Luna miró a las pequeñas hadas con una sonrisa radiante, sintiendo la responsabilidad y el amor crecer dentro de ella. Sabía que, aunque el camino por delante sería difícil, tendrían el apoyo y el amor de Liz a su lado.
Mientras viajaban hacia el castillo de Titus, Luna y Liz compartieron miradas cargadas de esperanza y determinación. Sabían que juntas podrían superar cualquier desafío y construir un nuevo hogar para ellas y las pequeñas hadas que ahora formaban parte de su familia.