NOVELA INCOMPLETA POR DISCREPANCIA....
NovelToon tiene autorización de Cristian Xoan para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
UNA HIJA MUY INGENUA
Los chicos que se pelearon con Astrid estaban estupefactos por los acontecimientos que habían sucedido. ¿Cómo fue posible que una chica de la nada le hubiera ganado sin más? Eso de verdad, que había sido una humillación, que no se podía personar; además, su jefe había apostado su puesto; ¿eso quería decir que ahora ella era su nueva jefa? El muñeco estaba patas arriba; ¿qué sería de su pandilla? Ahora tendrían que bailar ballet y usar un tutu.
No podían soportar ser unos seres normales, si toda su vida habían sido unos renegados de las buenas costumbres.
—Has ganado, niña desconocida, Bertha; eres libre; nadie se meterá contigo a partir de ahora.
—Todos nosotros somos tus nuevos súbditos; eres nuestra nueva jefa. Dijo Claire. Quien hasta entonces había sido el jefe de la pandilla de las llamas de fuego.
—Yo no tengo tiempo de ser jefe de nadie, solo vi que estaba apunto de golpear a esta chica y eso no lo podía permitir, así que vine a ayudarla. Ahora llegaré tarde a casa, me voy.
Astrid se fue para recoger su mochila que había dejado en la entrada de la tienda de Buker.
Y lamentarse porque no había hecho lo que realmente era importante para ella; preguntarle a Buker por el té que necesita para que su madre no sea regañada por el viejo abuelo que tiene en casa. Tendría que regresar durante el descanso del almuerzo.
Sin más, se marchó rumbo a la escuela y entró en la álula. Tomó asiento en su lugar junto a la ventana que daba a los jardines. Ese lugar le agradaba porque le recordaba al orfanato, donde había crecido. Su habitación tenía una ventana que daba a los jardines. Y cuando se sentía un poco agobiada, veía los jardines y se tranquilizaba…
Sin pensarlo, esta mañana creía que había hecho una amiga. Esperaba poder verla de nuevo; recordaba que se llamaba Bertha; tal vez la vería en el almuerzo o al salir del colegio. También estaban las cabezas de perro, que ahora decían que ella era su jefe. No sabía si serían sus amigos; debería de preguntarles; así podría evaluar su avanzada en las relaciones sociales.
—Buenos días —saludó el profesor de lengua extranjera.
Todos estaban sacando su libro de lección, excepto Astrid, que estaba viendo al profesor con ojos de: ¿Quién es este tipo rubio con cara de extranjero?
Lo que en idioma de los demás significaba que Astrid no tenía la menor idea de lo que significa hablar en inglés, así que esperaban un buen espectáculo en la clase. Así dio inicio a la clase.
Comenzada la clase, solo se utilizó el idioma inglés, como era costumbre en el aula de alumnos de elite. De vez en cuando miraba a Astrid, quien permanecía con cara imperturbable; como siempre, el profesor estaba algo agobiado por lo que estaban haciendo los alumnos, así que comenzó a realizar preguntas sobre la clase. Y Mila no perdió la oportunidad para meterse en la bola del lío de preguntas a Astrid.
Lo que ninguno de los alumnos esperaba es que ella comenzara en un inglés británico perfecto a conversar con el profesor. Tan nítidamente, como si fuera su lengua materna, ya no eran preguntas, sino una conversación de cosas normales, como de donde venía, a qué se dedicaba, qué libros leía, que le gustaba, etc. Contaba rápidamente que varios de los alumnos no podían seguir el hilo de la conversación.
Eso hizo poner tan molesta a Mila y enojado a Denzel, quien hasta el momento era el que mejor conversaba, que estaba sintiéndose desplazado.
Al llegar a la clase de matemáticas sucedió de igual forma. Los dejo con la boca como si fuera un gran pozo que si lo hubieran abierto más podría entrar un elefante dentro, y de nuevo Mila y Denzel molestos hasta los huesos.
Al final de esta clase llegó la hora del almuerzo y Astrid fue a la tienda de la salchicha feliz. A cumplir su cometido principal de ese día.
Cuando la vio entrar Farnel, se sorprendió un poco, pues no era normal que fuera a esa hora.
—Hola, donde está ese hombre de negro, o tú puedes ayudarme, ¿venden té en tu tienda?
Que podía responder: en realidad nunca lo había tenido en la tienda; debería de tener algunas cajas para cuando la niña quisiera comprar. Eso lo tendría en cuenta, pensó Farnel. — ¿Qué clase de te quieres, niña?
—Bueno, uno que tiene un nombre algo raro, espera, ahora lo recuerdo. Té da Hong Pao, si ese es el nombre.
Casi se cae del asiento donde se encontraba el pobre hombre. Esta niña de verdad, que no tenía idea de lo que estaba pidiendo, ese te era una reliquia; solo el cuarto de ese te podría llegar a costar desde 7 mil euros hasta 9 mil euros, si es que se podía encontrar.
En ese momento salió de detrás de la tienda. Buker apreciaba que se acaba de duchar; tenía el pelo mojado y la camisa estaba abierta hasta casi la mitad del pecho; dejaba ver un fornido y muy marcado pecho lleno de músculos. Aparte traía puesto un pantalón de tipo militar que dejaba muy poco a la imaginación en cuanto a lo fornido y bien trabajado que estaba su cuerpo.
Farnel lo vio y hasta a él se le calló. Al verlo, parecía que se había puesto esa ropa a propósito solo para salir a ver a la niña; su jefe se estaba convirtiendo en un coqueto descarado. Sabia que había estado en una misión expres y acaba de regresar y se está duchando, pero parece que salió como rayo, con solo escuchar la voz de la niña. ¿En qué hombre tan simple se está convirtiendo este mayor? Esto se lo contarían sus compañeros; era un buen tema de conversación para los fríos de vigilancia.
—Niña, ¿para qué quieres ese té?—preguntó Buker.
—Paso un accidente en casa y mi madre tiene que conseguirlo, para que el viejo de mi abuelo lo dé de regalo a un hombre con el que quiere hacer negocios; o regañarán a mi madre por causar la pérdida de ese té.
—Sí tenemos ese té, pero tienes que venir maña por él.
Farnel se quedó con la boca abierta hasta el piso, preguntándose de donde lo sacaría. Ese producto era muy escaso y en parte caro; solo se podía conseguir en subastas y no sabía de una ahora mismo.
—Aun no has tomado el almuerzo, ¿verdad niña?
—No, vine rápido para saber si podía comprar eso aquí.
—Siéntate y come con nosotros, después podrás ir de nuevo a la escuela.
******
Cuando Astrid se marchó de la tienda La salchicha feliz, Farnel no pudo más, y le preguntó a su jefe.
—Mayor, de donde sacará ese té que la niña quiere, no lo digo por el precio, eso es calderilla para usted, sino es complicado conseguirlo en tan poco tiempo.
—Eso es fácil. Ve a donde Maxwell. Él tiene un alijo de té. Da Hong Pao, dile que me debe mi regalo de cumpleaños y quiero eso.
—Pero ¿su cumpleaños no es hasta el próximo año?
—Y eso ¿qué importa? Solo ve y dile eso, él te dará lo que necesita la niña.
—Está bien, ahora mismo voy, y ¿tengo que hacerme pasar de nuevo por St Clair?
—Como siempre, nadie debe saber quien soy en realidad. Así que ve y haz bien tu trabajo y representa tu papel dignamente.
¿Qué problemas le causaba su jefe siempre? Tenía que ir a llevar esto, recoger aquello, matar a aquel, ocultar al otro, secuestrar a aquel, que complicada era su vida, y ahora recoger cosas. Para una niña pequeña que tal parecía le estaba empezando a gustar, pero no se quedaría así, su pecho no era bodega; los chismes eran para contarse.
Farnel se conectó de inmediato a la aplicación que usaban para comunicarse entre los del equipo de elite, para charlar en privado y comenzó a cotillear sobre su jefe y lo que estaba pasando con él y la niña del colegio de enfrente. Comenzó desde el día que le pidió que fuera su novio hasta el día de la pelea, sin dejar detalle. Las vecinas del barrio, de la vecindad de al lado, eran unas santas en comparación con aquellos hombres.
****
Astrid estaba un poco más calmada cuando regresó a la escuela. Ya había solucionado lo del té, así que esa noche se lo diría a su madre para que no se preocupara y así esa vieja enojona que tenía por abuela no la regañara.
Uno que no había preguntado cuánto costaría, esperaba que los 200 euros que tenía en su bolsillo le alcanzaran para pagar, si no tendría que pedirle dinero a su padre…
Si le preguntaba para qué era, como su madre no quería que se dieran cuenta del incidente, pues le diría que tenía un novio muy pobre y lo tenía que mantener, así que era para ayudarlo.
Si esa era una muy buena idea, además, ella misma había dicho que le pagaría a Buker por ser su novio y hasta ahora no le había dado nada y él siempre pagaba la comida que comía en su tienda.
Tenía que comenzar a ser más responsable de los gastos que estaba causándole al pobre de Buker; si no ganaba con su tienda, tampoco podía quitarle su dinero.
Terminaron las clases; sin mayor problema regresó a casa en compañía de su prima, la llorona Mila, y la dejó que fuera como siempre a quejarse con su abuela porque ella fue mejor en la clase de inglés.
No lograba comprender qué era lo que hacía mal para molestar a Mila. Ella solo respondía a lo que le preguntaban.
Subió a su habitación y vio que su abuela estaba con su madre que no había regresado a su casa aún, así que entró a saludarlas y comunicarles que solucionó el problema.
—Emma Tienes que armarte de valor y decirle a tu marido que quieres irte de esta casa ya, o terminarás sin esposo a este ritmo. Esa suegra tuya te quiere fuera de esta casa junto con tu hija y al paso que va lo logrará —le decía Elizabet a su hija.
—Madre, lo sé, pero no es tan fácil que Stephan abandone a su familia. El negocio aún es de su padre.
—Pues con más razón, eso significa que nunca tendrán nada a su nombre y siempre estarán bajo el yugo de tu suegra. Que no sé por qué se la pasó hablando de esa novia del pasado de tu marido, la hija de los joyeros que ahora son millonarios. Tú para ella sigues siendo una mala inversión, una mujer que no trajo nada de ganancias a la familia, por eso te reprocha que tuvieras una hija y no hijo varón. Y lo peor de todo fue que dejaste de pintar cuando comenzabas a ser famosa en el mundo del arte.
Astrid no sabía nada de eso de su madre, ni que pasaba tantas penurias. Entro a la habitación como si ni hubiera escuchado nada.
—Hola, madre, abuela, Encontré una tienda donde vende el té, que necesitamos reponer para el viejo abuelo, así que lo tendré para mañana.
—Astrid, ¿cómo lograste conseguirlo en tan poco tiempo?
—En la tienda de un amigo, me dijo que él lo vendía y que lo tendría para mañana. Cuando regrese de la escuela lo traeré, así que ya no te preocupes, mamá.
Emma y su madre se miraron a los ojos y sintieron mucha ternura por Astrid. Quizás ella quería ayudar, pero alguna persona ahí fuera solo la estaba timando. Era tan ingenua su pobre hija…
o otra vez la plataforma, sean responsables, aunque son gratis, merecemos respeto. muchas gracias.