Novela en emisión! No está terminada... No se impacienten.
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Cap 2
Las horas pasaban y yo la estaba pasando de lo mejor, hasta que a las dos de la madrugada, Brenda se acercó a mí y al chico con el que yo estaba bailando, esa sonrisa la conocía bastante bien.
—Ábrela. —Brenda sostenía una pequeña pastilla con forma de corazón entre sus dedos índice y pulgar—. Es hora de llevar la diversión a otro nivel, ese en el que no te lamentas y te follas al más guapo de la fiesta.
Y como idiota, saque la lengua y ella dejo la pastillita que me trague después de beber un trago de cerveza.
—Buena chica, ahora descontrolémonos un poco. — no sé de donde las sacaba, pero todas las fiestas eran así, alcohol y algunas cosillas ilegales que nos hacía olvidar que todo era una mierda.
Se dio vuelta para irse y la seguí con la mirada hasta que se detuvo frente a un tipo bastante grande y de mucha más edad que nosotras que le sonrió pícaramente. No estaba mal, él tendría unos treinta, era alto, musculoso y de cabello rubio cortado a la moda. Era muy atractivo y sonreí por mi amiga que ya había conseguido a alguien con quien “Descontrolarse.”
Las horas pasaron y casi eran las cinco de la madrugada cuando subí a bailar sobre una mesa. Había personas que nunca había visto antes, pero así eran las fiestas de Brenda. Mis amigos se agruparon alrededor de la mesa y dos chicas más se unieron para moverse al ritmo de la música. Estábamos ofreciendo un buen espectáculo, eso era innegable. Mis ojos pasaron de observar a mis amigos disfrutando y bailando, a los de un chico muy parecido al que Brenda se había llevado a los cuartos de arriba, pero este parecía un poco más mayor que el otro.
Era como un dios griego, con el cabello largo recogido descuidadamente en un moño. Me observaba con atención clínica, sin perderse ni un movimiento. Con sus enormes brazos tatuados cruzados contra la pared en el otro extremo de la sala, me guiñó un ojo
¿Por qué había gente tan atractiva y tan adulta en mi fiesta? No tenía idea, quizá se colaron y ya. No tenía problema con eso.
Bajé de la mesa cuando desvié la mirada del hombre impresionante por un segundo y, al volver a mirar, ya no estaba. Estaba ebria y algo drogada, así que lo único que quería era beber algo para calmar mi garganta seca y tomar un poco de aire fresco antes de que el efecto de la droga empeorara y arruinara mi noche por completo.
No estaba tan mal, caminaba con paso firme, aunque me sentía un poco abrumada por la multitud en la casa. Poco a poco la gente empezó a marcharse y yo, descalza, dejé mis zapatos tirados en algún lugar. Me abracé a mí misma para combatir el frío y caminé hasta la orilla. El sol estaba a punto de salir y me senté en la arena húmeda, sin preocuparme si mi vestido se arruinaba o no.
No me importaba.
Tenía uno de esos momentos en los que sentía que estaba malgastando mi vida y no estaba haciendo nada útil ni para mí ni para mi futuro. Había sido aceptada en tres de las mejores universidades, pero no se lo había dicho a nadie porque sabía lo que dirían.
“¿Tú, que no tienes ni un gramo de inteligencia y te daba igual todo porque tenías suficiente dinero para vivir sin preocupaciones?” “Te aburrirás en cuanto tengas que abrir un libro”, y así sucesivamente.
Pero no podía culparlos, porque eso era lo que mostraba de mí todo el tiempo. Además, estaba cansada de que mi familia me viera como un caso perdido. Quería demostrarles que era inteligente y que podía ser algo más en la vida que ser solo la hija que derrochaba dinero y se la pasaba de fiesta en fiesta.
Nadie lo sabía, esa sería la última fiesta a la que asistiría con mis amigos y con Brenda, a quien quería mucho. Sin embargo, me di cuenta de que ella llevaba la misma vida loca que yo, pero a diferencia de mí, Brenda era amada por lo que era y no le importaba en absoluto su futuro. No sabía cuál de las dos arrastraba a quién, pero ya no quería eso.
Tenía la mirada fija en el inmenso océano. Adoraba ver el amanecer; el aterrizaje había sido perfecto y la lucidez volvió a mí. Estaba pensando en regresar a la casa y dormir unas horas antes de partir, cuando el tipo con pinta de dios griego que vi adentro se sentó a mi lado y me pasó la botella de ron que tenía en la mano.
—¿Por qué estás aquí sola? —Me sorprendió verlo. Había pensado que se había marchado con los demás, pero ahí estaba, mirando al frente con las piernas extendidas y el cabello largo suelto, acariciado por la brisa de la playa. Era como una versión mejorada de Brock O'hurn, hermoso desde cualquier ángulo. — Pareces triste.
No lo miré mucho, busqué algo en el agua para mantener mi vista allí y asentí.
— ¿Y tú qué haces aquí? — Me tomé un largo trago de ron y le pasé de nuevo la botella. — La fiesta terminó.
Él soltó una risita y bebió también.
—Estoy esperando a que mi hermano termine con tu amiga. Solo no quiero dejarlo solo, ha bebido más que yo. No vaya a ser cosa que se estrelle contra un árbol y termine en cuidados intensivos.
El hecho de que hiciera ese chiste me estremeció, porque recordé a Julián. Un escalofrío me recorrió y sacudí eso de mi mente rápidamente.
—Por Dios, espero que no. Eso suena horrible. —Le dije con un poco de horror, y él asintió con una sonrisa de esas que derriten a cualquiera.
Se acomodó mejor y recogió su cabello con una liga, mientras sus preciosos ojos verdes me observaban detenidamente.
— ¿Qué parte? —Fruncí el ceño sin entender a qué se refería.
— ¿De qué hablas? No entiendo lo que quieres decir con eso.