Descubre una historia donde el amor y el peligro se entrelazan en cada página. Katherine, una joven a punto de graduarse en Marketing, nunca imaginó que una noche de pasión marcaría el inicio de un romance tan intenso como peligroso. Areu, un hombre enigmático, millonario, con una seguridad que desarma, esconde un secreto capaz de destruirlos a ambos.
A medida que Katherine se sumerge en su mundo, las dudas crecen: ¿puede confiar en un hombre que nunca muestra del todo quién es? ¿Qué hay detrás de su mirada intensa y sus caricias perfectas?
Una historia cargada de romance, suspenso y giros inesperados, donde cada decisión puede costar más que el corazón. Entre besos robados y verdades ocultas, Katherine descubrirá que amar a Areu no solo es un riesgo… es un desafío contra su propia vida.
¿Estás listo para adentrarte en un mundo donde el amor puede ser el mayor peligro?
NovelToon tiene autorización de Scarlet Ortiz para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
|23|
...[La Bella Italia]...
El avión aterrizó en plena madrugada. Areu apenas había pronunciado palabra durante el vuelo, y yo tampoco tenía mucho que decir.
Mi mente seguía en mi hogar, en mi padre, en lo que había dejado atrás.
Pero lo peor de todo era que ahora me sentía atrapada.
Areu me había dicho que esto era por mi seguridad, pero… ¿quién le había dado el derecho de decidir por mí?
Cuando bajamos del jet privado, un hombre vestido de negro nos esperaba junto a un auto. Me miró apenas un segundo antes de inclinar la cabeza en dirección a Areu.
—Benvenuto, Capo.
No entendí del todo el significado de sus palabras, pero sentí un escalofrío recorrerme.
Areu asintió y me guió hacia el auto sin decir nada.
—¿Dónde estamos exactamente? —pregunté cuando nos pusimos en marcha.
—En mi país —respondió sin mirarme.
Rodé los ojos.
—Eso ya lo sé. Me refiero a qué lugar exactamente.
—No necesitas saberlo.
—¿Perdón? —solté, sintiendo mi enojo crecer.
Areu suspiró y se pasó una mano por el cabello.
—Stellina, por favor…
—¡No! No me digas "por favor". ¿Tienes idea de cómo me siento? ¿De cómo me hiciste sentir cuando tomaste esta decisión por mí?
—Lo hice para protegerte.
—¿Y quién te dijo que quería ser protegida de esta forma?
Areu me miró por primera vez desde que habíamos subido al auto. Sus ojos oscuros tenían un brillo peligroso.
—No me importa si lo querías o no. Lo hice y punto.
Su tono frío me golpeó como un balde de agua helada.
—Eres un maldito arrogante.
—Y tú eres una testaruda que no entiende que la habrían matado si se quedaba.
Su voz retumbó en el auto y el silencio cayó entre nosotros como una pesada cortina.
Aparté la mirada, apretando los labios con frustración.
El resto del camino transcurrió en completo silencio.
Cuando llegamos a lo que parecía una enorme mansión antigua, Areu salió del auto sin esperar por mí.
Yo bajé detrás de él, sintiendo mi enojo crecer aún más.
—¿Y ahora qué? ¿También vas a decirme cuándo puedo respirar?
Areu se detuvo en seco y se giró hacia mí con una mirada intensa.
—Estoy haciendo lo mejor para ti, Stellina.
—No, Areu. Estás haciendo lo mejor para ti.
Algo en mi tono lo hizo endurecer la mandíbula.
—¿Eso crees?
—Sí —solté—. Porque si realmente te importara lo que siento, me habrías dejado decidir.
Areu se acercó a mí, sus ojos oscuros brillando con algo que no supe descifrar.
—¿Y qué habrías decidido, eh? ¿Quedarte para que la mafia rusa te encuentre y termine el trabajo que empezó?
Me quedé en silencio.
—Eso pensé —murmuró.
Areu dio media vuelta y caminó hacia la entrada de la mansión.
—Vamos adentro.
Yo me quedé en mi lugar, con los brazos cruzados.
—No quiero entrar.
Areu giró lentamente la cabeza hacia mí.
—No es una opción.
Sentí un nudo formarse en mi garganta.
—Eres un imbécil.
Areu no reaccionó. Solo me observó con esa calma peligrosa que tanto lo caracterizaba.
—Entra, Stellina.
Mi orgullo me decía que no debía obedecerlo, pero mi instinto sabía que no tenía sentido pelear.
Suspiré con frustración y caminé hacia la puerta.
Cuando entré, la opulencia del lugar me abrumó. Era un sitio enorme, con techos altos, columnas de mármol y muebles elegantes.
Nada en esta casa se sentía acogedor.
Era una prisión disfrazada de lujo.
—Puedes elegir cualquier habitación —dijo Areu.
—Voy a dormir sola —dejé claro.
Areu sonrió levemente, pero no era una sonrisa amable.
—Lo que tú digas, Stellina.
Ignoré el cosquilleo que su apodo me provocaba y me dirigí escaleras arriba sin mirarlo.
Me metí en la primera habitación que encontré y cerré la puerta con fuerza.
No podía seguir así.
Tenía que hacer algo.
Pero, ¿qué?
