Emma jamás imaginó que amar a Andrew significaría estar condenada a huir. En un mundo donde humanos, brujos y cambiaformas coexisten bajo frágiles pactos, Emma, una joven común, se ve arrastrada al corazón de una guerra silenciosa tras enamorarse de Andrew, el heredero de una poderosa manada de licántropos. Su amor es puro, peligroso… y totalmente prohibido. Mientras la manada se tambalea y aliados inesperados caen uno por uno, Emma deberá encontrar la fuerza para sobrevivir, escapar y luchar por lo que ama. Pero no está sola: cada elección que haga resonará en un destino mayor, donde el sacrificio, la magia y la sangre van de la mano. Un amor prohibido. Un secuestro brutal. Una guerra inminente.
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Capitulo 20: Mi todo
El silencio que siguió fue interminable, y aunque supe que no iba a salir corriendo, aún no podía leer lo que estaba pensando. Había empezado esta conversación, pero sabía que apenas estaba rascando la superficie de todo lo que tenía que decirle.
El silencio de Emma era como una daga. Su expresión, esa mezcla de confusión, duda y tal vez un poco de miedo, me golpeaba con más fuerza que cualquier enemigo.
Sabía que había sido demasiado, tal vez demasiado pronto, pero necesitaba que entendiera.
Este no era solo mi mundo, era el nuestro ahora, aunque aún no lo aceptara por completo.
Cuando finalmente abrió la boca, su voz era más baja de lo que esperaba.
—No sé qué decir, Andrew.
Algo dentro de mí se tensó, pero no podía dejar que el miedo me dominara. Me acerqué a ella, cerrando la distancia entre nosotros con un paso. Su mirada intentó sostenerse firme, pero vi cómo sus ojos se desviaban, buscando algo en el suelo. No podía dejarla caer en ese remolino de pensamientos.
—Está bien —dije con una sonrisa ligera, tratando de aliviar la tensión.
Antes de que pudiera protestar o hacer preguntas, la rodeé con un brazo y la levanté. Fue un movimiento instintivo, casi lúdico, algo que probablemente haría un lobo joven con su pareja. La cargué sobre mi hombro como si no pesara nada, sintiendo cómo se debatía levemente.
—¡Andrew! —gritó, golpeando mi espalda con sus puños cerrados—. ¡Bájame ahora mismo!
Reí por lo bajo, disfrutando del sonido de su irritación.
—¿Estás segura? Parece que te gusta.
—¡No, no me gusta! —protestó, golpeándome esta vez en el trasero, lo que me arrancó una sonrisa aún más amplia.
—¿Ah, sí? —respondí, dando un leve golpecito en el suyo a modo de respuesta.
El sonido resonó en la habitación, y su indignación fue inmediata.
—¡Andrew! —exclamó, pero esta vez hubo una pequeña risa en su tono, algo que trató de esconder pero que no logró.
—¿Qué? Solo estoy devolviendo el favor —dije, disfrutando de la forma en que su cuerpo se relajaba un poco sobre mi hombro, aunque sus protestas continuaban.
Caminé hasta su dormitorio y la dejé suavemente en la cama. Se sentó de inmediato, con los brazos cruzados, mirándome como si hubiera cometido el mayor de los crímenes.
Pero esa chispa en sus ojos me decía otra cosa.
Estaba jugando conmigo, y yo con ella.
Me encanta
Y me calienta a la vez
—Eres imposible —murmuró mientras trataba de arreglar su cabello, despeinado por el trayecto.
—Y tú eres adorable cuando estás molesta —respondí, dejándome caer a su lado en la cama.
Estiré una mano para apartar un mechón de cabello de su rostro, dejando que mis dedos se deslizaran suavemente por su piel. Era un gesto que ni siquiera pensé, pero que parecía tan natural como respirar. Sus ojos me buscaron, su expresión ahora más suave pero aún confundida.
—¿Por qué me miras así? —preguntó después de un momento, su voz apenas un susurro.
Fruncí el ceño, fingiendo no entender.
—¿Así cómo?
—Como si... como si me quisieras. Como si fuéramos una pareja o algo así —dijo, desviando la mirada.
Sentí un calor extendiéndose por mi pecho. No podía evitarlo; ella era todo para mí, y me dolía que aún no lo viera. Sin pensarlo demasiado, le respondí con la verdad.
—Te quiero, Emma.
Sus ojos se abrieron de par en par, mirándome como si acabara de decir que el cielo era verde.
—¿Qué?
—Te quiero —repetí, mi voz más firme esta vez—. Y no –como si fuéramos una pareja–. Somos una pareja, Emma.
Ella negó con la cabeza, una pequeña risa nerviosa escapando de sus labios.
—Eso no tiene sentido, Andrew. Apenas nos conocemos.
Me giré hacia ella, apoyando la cabeza en mi mano mientras la miraba directamente.
—¿Qué más necesitas saber? Sé lo que siento por ti, y sé lo que eres para mí.
—¿Y qué soy, entonces? —replicó, sus ojos brillando con un desafío que siempre encontraba irresistible.
—Eres mi mate. Mi compañera. Mi todo —respondí sin dudar, mi voz baja pero cargada de emoción.
Ella dejó escapar un suspiro, pasando una mano por su cabello en un gesto que reconocí como su manera de lidiar con algo que la superaba.
—Andrew, esto es... esto es demasiado.
Me acerqué más, apoyando una mano en su cintura y atrayéndola ligeramente hacia mí.
—Emma, sé que esto es mucho. Pero no puedo fingir que no siento lo que siento. Tú eres la razón por la que me levanto cada día, por la que sonrío, por la que quiero ser mejor.
Ella me miró, sus labios temblaban ligeramente, pero no dijo nada. Solo me miró, como si estuviera buscando algo en mi rostro, algo que la convenciera.
—Esto no es justo —murmuró finalmente—. Tú lo tienes todo claro, pero yo... yo no sé qué pensar.
—No tienes que decidir nada ahora —le dije, acariciando su mejilla con el dorso de mi mano—. Solo quiero que sepas lo que siento, lo que significas para mí.
Ella dejó escapar una risa ligera, inclinando su frente hasta que casi tocó la mía.
—Eres tan terco, Andrew.
—Y tú tan cabezota —respondí, arrancándole una sonrisa genuina esta vez.
Seguimos hablando, discutiendo, riendo, pero nunca nos alejamos. Allí, en esa cama, con sus ojos mirándome y su risa llenando el aire, supe que, aunque aún quedaba un largo camino por recorrer, estábamos exactamente donde debíamos estar.
Había algo en la forma en que Emma me miraba en ese momento, con esos ojos llenos de curiosidad y una pizca de incertidumbre, que me hizo querer soltar todo.
Quería abrirme completamente, mostrarle todo lo que era y todo lo que significaba para mí.
No podía esperar más.
—Está bien —le dije, inclinándome un poco hacia ella mientras mantenía su mirada fija en la mía—. Pregunta lo que quieras saber.
Ella frunció ligeramente el ceño, como si intentara ordenar sus pensamientos. Finalmente, habló.
—¿Por qué puedes convertirte en lobo? ¿Es algo con lo que naciste?
—Sí, nacemos así —respondí, tomando un momento para elegir bien mis palabras—. Somos hombres lobo, Emma. Es parte de nuestra naturaleza. La transformación no es algo que podamos elegir, es como respirar para nosotros. Desde pequeños aprendemos a controlar el cambio, pero sigue siendo algo instintivo.
Ella asintió lentamente, como si procesara cada palabra con cuidado.
—¿Y siempre sabes quién es tu... pareja destinada? ¿Cómo funciona eso?
Solté un leve suspiro. Esta era una de las partes más importantes, y no podía permitirme ser ambiguo.
—No siempre lo sabemos de inmediato. Es como un instinto profundo que se activa cuando encontramos a nuestra mate. Es... difícil de explicar con palabras. Es como si cada fibra de tu ser te dijera que esa persona es para ti. Tu corazón, tu cuerpo, incluso tu lobo, lo saben antes que tú.
Su rostro se suavizó mientras me escuchaba, y vi un destello de algo en sus ojos. Tal vez comprensión, tal vez aceptación.
—¿Y yo? —preguntó en voz baja—. ¿Cómo sabes que soy yo?
Mi corazón dio un vuelco al escuchar su pregunta. Me incliné hacia ella, tomándola suavemente de la mano.
—Lo supe desde el momento en que te vi, Emma. El primer segundo en que mi lobo te reconoció.
Ya veo venir el giro que tomara la trama
Digo, no es normal que ella como humana pueda sentir el aroma de Andrew, se supone que es entre especies.
Es eso o tiene muy buen olfato mi chica Emma 😂😂😅
Necesito mi dosis diaria de Andrew