Continuación de la historia "Una vida llena de misterios y fantasías".
Feng Bao-Liang una pequeña princesa fue bendecida por un misterioso ser sobrenatural que los hombres apodaron el "Gran Dios Fénix". Y así un pequeño pueblo se convirtió en un gran imperio, abasteciendo a los ciudadanos de toda la fertilidad de la tierra.
pero...¿Por qué? nadie lo sabía...
Cuando la princesa nació, el gran fénix se presentó y la nombró como tesoro imperial.
El tiempo pasó y la princesa creció junto a su hermano mayor.
Todo parecía ir de maravilla hasta que la guerra se desató; entonces las cosas cambiaron...la vida de la pequeña princesa cambió completamente.
Ahora ella debe proteger a su imperio, buscar el porqué ese fénix la cuida y le enseña a controlar su maná espiritual sin pedir nada a cambio...¿Logrará Bao-Liang encontrar respuestas antes de lo inevitable? Porque después de todo un destino cruel le espera..
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Capítulo 10.
— ¿Nada? —
Pregunta el emperador y el general niega con la cabeza ligeramente mientras pasa a su lado apretando la espada que había dejado atrás la niña.
— No creo que a la princesa le haya pasado algo malo. —
Asegura uno de los soldados frente a la fogata mientras observan a la nada, los otros asistieron estando de acuerdo. Ya que era imposible que alguien pudiera lastimar a la niña o eso querían creer.
— Cuatro días, cuatro días sin saber nada de ella. —
Agrega otro avivando la brasa.
— Se esfumó como las nubes, sin dejar rastro. —
Los demás asintieron, en ese momento una pequeña silueta oscura parecía acercarse hacia el campamento. Los soldados se levantaron de inmediato, tomaron sus armas y una antorchas para alumbrar. El caballo blanco que habia dejado de comer, empezó a relinchar pero esta vez de felicidad. Salió de los establos y corrió hacia la pequeña figura.
— Xiao-bai. —
Expresa con alegría Bao-Liang acariciando la cabeza de su caballo.
— ¿Su alteza? —
Los soldados, todos sorprendidos escoltaron a la niña frente al dormitorio del emperador.
…
— Entonces, ¿dices que para tí fueron unas cuantas horas?—
Bao-Liang asiente mirando a su padre, luego le muestra la espada que había conseguido pero esta ya no tenía ese mismo resplandor, ahora seguía siendo una espada oxidada entre sus manos.
— ¿Arriesgaste tu vida por esta cosa? —
Señala el general.
— Puedo regalarte una más hermosa. —
Agrega el emperador.
— No lo entienden, esta espada es más valiosa que cualquier otra. —
Comenta la pequeña princesa abrazando la espada mientras se gira para ir a descansar.
— Si mi nieta dice que es valiosa, entonces lo es. —
Agrega el general acompañándola para mostrarle su habitación.
— Descansa querida, mañana veremos que hacer. —
— Abuelo, ¿Qué hay de la guerra? —
— La mitad del ejército fue enviado al frente, nos avisaran cuando los extranjeros decidan atacar. —
— Pero eso es peligroso. —
— Lo sé Bao-Liang, ahora descansa. —
La pequeña princesa entró a una habitación aparte, se encontró con una cama y un pequeño escritorio. Aunque no fuera como en el palacio, esto era mejor que dormir en carpas.
La ventana estaba entreabierta dejando entrar la luz tenue de la luna.
La pequeña se acercó al escritorio donde una vela alumbraba ese espacio. Se quitó los zapatos y se sentó, sacó su cuaderno de viajes y agarró la pluma.
— Su alteza, ¿puedo pasar? —
La voz de un soldado interrumpió la inspiración de Bao-Liang. Ella volvió a guardar el cuaderno.
— Adelante. —
El hombre entró y colocó la taza de té y el jarrón en la mesita, al lado de la niña.
— Beba té, por favor. —
Dicho eso lleva la taza de té al escritorio.
— Gracias. —
Bao-Liang levanta la taza y como de costumbre la mueve ligeramente para que el vapor llegue a su olfato y asegurarse de que huele bien.
— Por favor su alteza. —
Repite el hombre, ella levanta la cabeza y vuelve a poner la taza sobre el escritorio. De inmediato nota la impaciencia de aquel soldado.
— Aun esta caliente. —
Responde la pequeña, agarrando un pergamino fingiendo que iba a escribir.
— Alteza, lo enfriaré por usted. —
El hombre se apresura en soplarle a la taza, Bao-Liang sonríe, una sonrisa apenas imperceptible.
— No me agrada que los demás toquen mis cosas, ¿Olvidaste ese detalle? —
El soldado de inmediato suelta la taza y esta cae al suelo derramando el té dentro. Se arrodilla con las manos ligeramente temblando, acción que no pasa desapercibida por la niña.
— Mi culpa su alteza, perdone mi vida. —
— No te preocupes, ustedes son soldados. Están acostumbrados hacer estas cosas. Llamaré a mi abuelo para que te devuelva con los demás. —
— ¡No! —
— Tú, ¿Está todo bien? —
— Alteza, yo...yo, yo me ofrecí a servirle té. No tiene porqué llamar al general. —
— Bien, puedes retirarte. Necesito descansar. —
El soldado se spresura a servir otra taza de té y se acerca a la niña.
— Por favor, tome antes de dormir. —
— Te he dado la oportunidad de que te fueras sin ningún rasguño y ¿todavía te empeñas en envenenarme? —
Los ojos del hombre se abren ligeramente, su plan había sido descubierto y ahora debía ejecutarla antes de que alguien más entrara a esa habitación. Deja la taza caer al suelo una vez más mientras sonríe.
— Y yo te estaba dando la oportunidad de tener una muerte sin torturas. —
El hombre se endereza sacando una daga, Bao-Liang se mantiene impasible ante la amenaza de muerte, solo observa el pergamino frente a ella.
— El imperio Feng no caerá. —
Exclama con seriedad, sus ojos brillan bajo la luz blanca de la luna que entraba por la ventana. El hombre sonríe con burla apretando la daga, su brazo con agilidad de años de entrenamiento se lanzan contra el cuerpo de la niña.
— Grave error. —
De pronto la ventana abierta se cierra de golpe, las velas que alumbraban la habitación se apagan y todo queda en la oscuridad dejando a los forasteros congelados desde su escondite.
Unos minutos después la ventana se abre, la pequeña princesa se encontraba escribiendo como si nada hubiera pasado.
Los forasteros deciden irse pues el hombre que habían enviado para asesinar a esa niña, había desaparecido sin dejar rastro.
¿Acaso aquel Dios Fénix que veneraba el imperio Feng realmente existía?
Si era así, la vida de ellos corría peligro en ese momento. Todavía no era hora de atacar.
...
Bao-Liang después de dejar inconsciente al asesino, se levantó de su escritorio para ir a avisar a su abuelo.
Sin embargo, apenas había puesto un pie fuera de la habitación cuando una ráfaga de viento la arrastró adentro, las puertas se cerraron y alguien le cubrió la boca hasta que ella perdiera el conocimiento.
— ¿Por qué les haces eso? —
Pregunta Jin Ling al desconocido y este acompañado el cuerpo de la pequeña en la cama y la arropa bien.
— Es orden del jefe. —
Responde, el anciano serpiente se acerca al asesino en el suelo y niega ligeramente.
— Pudo haber obtenido su primer logro con este hombre. —
— No podemos ir en contra de lo que el jefe preparó para ella. —
Comenta el desconocido.
— Ese viejo Fénix, cuando me lo encuentre me escuchará. —
Agrega por último el anciano. Jin Ling como siempre se lleva el cuerpo y los tres después de interrogar al hombre lo lanzan de un acantilado.
Ahora no había nada que interfiriera con los planes que tenía el fenix para ella.