¿Podría un hombre marcado por la sangre cambiar al encontrarse con una mujer que veía la esperanza en todo?
¿O el pasado de ambos sería demasiado fuerte para escribir una nueva historia?
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Cap. 9
Entre el silencio y la deuda
La motoneta fue levantada con esfuerzo por Aris y Hendra. La colocaron en la cajuela del coche, aunque no cerraba del todo. La aseguraron con cuerdas improvisadas para evitar que se cayera en el camino.
Eva subió al asiento trasero. Lucifer ya estaba ahí, con los brazos cruzados y la mirada perdida. Al entrar, tropezó y, sin querer, rozó su mejilla con la de él. Ambos se quedaron quietos por un segundo.
—Perdón, señor... de verdad, lo siento —dijo Eva, nerviosa, mientras se acomodaba en el asiento.
Lucifer no respondió. Solo la miró con esa mirada suya, fija, como si escudriñara cada rincón de su alma.
Eva se sintió incómoda. Miró hacia otro lado, luego a sí misma, y se dio cuenta de que estaba sentada demasiado cerca. Además, sin querer, había apoyado la mano sobre el muslo de Lucifer.
—Ay, Dios... perdón otra vez —susurró, alejándose discretamente.
*“Seguro piensa que soy como la mujer que lo estaba sobando en el antro… qué vergüenza.”* pensó, mientras se mordía el labio.
—Señorita, ¿a dónde la llevamos? —preguntó Hendra desde el volante.
—A la calle República de Chile, en el Centro —respondió Eva.
El trayecto transcurrió en silencio. Lucifer seguía sin decir palabra, mirando por la ventana.
—Oiga, chofer... ¿este coche es nuevo? —preguntó Eva, intentando romper el hielo.
—Sí, señorita. El patrón lo cambió hace poco —respondió Hendra.
—Ah... pues está bonito —dijo Eva, bajando la voz.
—Si quieren, les invito unos fideos de pollo mañana. Gratis, por ayudarme —ofreció Eva con una sonrisa tímida.
—¿En serio? —preguntó Aris, sorprendido.
—Claro. Los hago yo misma. Están buenos, se los juro.
—¿Y el patrón también puede ir? —bromeó Hendra.
—Sí... también él —dijo Eva, mirando de reojo a Lucifer.
—¿No puedes quedarte callada? ¿No ves que estás fastidiando? —interrumpió Lucifer, molesto.
—Perdón... solo quería...
—¡Silencio! —soltó Lucifer, con voz cortante.
Eva se quedó callada. Sintió cómo se le apretaba el pecho. Las lágrimas comenzaron a caer sin que ella lo notara. Lucifer la vio, pero cerró los ojos. No quería mirar.
Eva giró hacia la ventana, mordiéndose el labio para no sollozar.
El resto del trayecto fue un silencio largo y pesado. Casi una hora después, llegaron a la pensión donde vivía Eva. Aris y Hendra bajaron la moto con cuidado.
—Gracias por traerme —dijo Eva, limpiándose las lágrimas.
—No hay de qué, señorita —respondieron los dos al unísono.
Eva esperó a que el coche se alejara. Luego entró a su cuarto, se quitó los zapatos y se dejó caer en la cama.
—Son las cuatro de la mañana... qué noche —murmuró, mientras se cubría con una cobija.
...****************...
En una casa modesta de la colonia Doctores, los padres adoptivos de Eva discutían en la cocina.
—¿Tienes dinero? —preguntó el hombre, con tono áspero.
—No, ya te dije que no —respondió su esposa, mientras se pintaba las uñas.
—No me mientas. Préstame algo. Te lo regreso luego.
—¿Cómo que prestarte? ¿No se supone que tú deberías darme a mí?
—Ya te he dado antes.
—¿Cuándo? ¡Dime cuándo!
El hombre levantó la mano, pero no se atrevió a golpearla. Ella lo miró desafiante.
—¿Ahora sí te atreves a levantarme la mano? Hazlo, a ver si te queda algo de dignidad.
Él bajó la mano. Ambos se quedaron en silencio.
—¿Y si le pedimos dinero a Eva? Hace mucho que no nos da nada. Seguro tiene —sugirió la mujer.
—¿Y si no quiere?
—Pues se lo exigimos. No nos puede negar. Vamos.
Sin remordimiento, salieron rumbo a la pensión de Eva.
...****************...
Al día siguiente, Eva y Lisna estaban acomodando el carrito de fideos en una esquina del Centro. Jimmy apareció, como siempre, con su sonrisa de galán de barrio.
—¡Hola, mis reinas! ¿Cómo amanecieron? ¿Neng Lisna extrañó a su Jimmy?
—¡Guácala! —respondió Lisna, sacando la lengua.
—No te hagas. Sé que no dormiste pensando en mí —bromeó Jimmy.
—Eres un ridículo —dijo Lisna, sin mirarlo.
Eva solo reía. Sabía que Jimmy estaba enamorado de Lisna, pero ella nunca lo tomaba en serio. Para Lisna, Jimmy era solo otro tipo más que se creía irresistible.
De pronto, los padres adoptivos de Eva llegaron. Ella se sorprendió al verlos.
—Mamá... papá... ¿todo bien?
—Sí, hija. ¿Cómo estás?
—Bien, gracias. ¿Y ustedes?
—¿Y yo qué? ¿No me saludas? —interrumpió el padre.
—Claro, papá. ¿Cómo estás?
Lisna los observaba con recelo. *“Seguro vienen a pedir algo.”*
—¿Y cómo va el negocio de los fideos? —preguntó la madre.
—Bien, gracias a Dios. ¿Pero qué los trae por aquí?
—Pues... venimos a pedirte un favor —dijo el padre, bajando la mirada.
Lisna murmuró: *“Aquí viene el drama.”*
—¿Qué tipo de favor?
—Necesitamos dinero, hija. No tenemos para pagar la renta. Y tu hermano Aldo necesita pagar la escuela. No sabemos a quién más acudir.
Eva los miró. Sabía que no era la primera vez. Y que tampoco sería la última.
Lisna, desde el fondo, murmuró: *“Siempre lo mismo.”*
Te felicito
espero que ese tipo le diga a Eva que su padre la vendió a el para pagar la deuda que tenia con el aver si con eso ya habré los ojos y se da cuenta que ellos no la quieren y solo la ven como un objeto que pueden usar del cual desacerse
y así ella se aleje y corta lazos con esa gente que si la buscan con escusas barata no los escuche ni les de dinero que solo se preocupe por ella y su hermano que se ve que la quiere y se preocupa por ella