Leonor una joven de corazón puro que luego de que en su primera vida le tocará experimentar las peores atrocidades, vuelve en el tiempo y jura vengarse de todos aquellos que algunas vez destruyeron su vida por completo.
Nueva historia chicas, subiré capítulo intercalando con las otras dos. Sean pacientes, la tengo que subir por qué sino se me va la idea😜😜🤪
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capítulo 23
En una habitación de tonos borgoña, con poca luz y un ambiente lúgubre, una mujer se encontraba sentada en un sillón, con una copa de vino en la mano, esperando que la joven que dormía en el sofá despertara.
De pronto, Leonor abrió los ojos de golpe, respirando agitadamente y soltando varias bocanadas de aire.
—Carajo... eso sí que pareció muy real...
—Créeme, querida, fue muy real. No creo que hayas venido aquí por gusto.
—¿Quién eres? ¿Qué... qué es esto? ¿Atenea?
—En realidad, mi nombre es Lilith —corrigió con una sonrisa enigmática—, pero sí, llevé ese nombre en una de mis reencarnaciones.
—¿Qué es este lugar? ¿Qué hago aquí?
—Bueno... ¿cómo decirlo sin que suene un poco loco? Moriste. Otra vez. Aunque no del todo: estás en el umbral.
—¿Morí? Pero... ¿qué pasó esta vez? Yo me deshice de la emperatriz y del viejo asqueroso, no se suponía que...
—Ese es el problema —interrumpió Lilith con calma—. Ellos contribuyeron a tu muerte, sí, pero no fueron la causa real. Tú moriste para que tu hermano pudiera ser emperador. Mientras él siga con vida, seguirá buscando la manera de eliminarte.
—Entonces... ¿fue él?
—Sí. Y como te dije antes, ambos deben salvar a sus imperios de la guerra que se avecina. Si tu enemigo gana en la batalla, la gente sufrirá. Pobreza, hambruna, muerte y destrucción caerán sobre ellos.
—¿Y por qué me pides esto a mí? —murmuró Leonor, la voz temblorosa—. Yo no soy nadie... solo soy una hija que jamás debió nacer, una mujer de poco valor...
—¿Eso crees, Leonor? —Lilith se inclinó hacia ella, su voz cargada de ternura—. Eres una de mis favoritas. Llevas mi sangre. Una descendiente directa de mi estirpe jamás será alguien de poco valor. Eres una emperatriz desde el momento en que naciste. Tanto en tu vida pasada como en esta, siempre has velado por tu pueblo y por quienes te necesitaban. ¿No lo ves aún? Tu gente te respeta, no por ser princesa, sino por ser una mujer íntegra, fuerte, poderosa... y, sobre todo, de buen corazón.
Leonor negó con la cabeza, las lágrimas luchando por salir.
—No... ya no soy quien era antes. Maté a un hombre... y lo disfruté. Disfruté ver cómo su vida se escapaba de sus ojos. Lo torturé, como él una vez me torturó a mí. Cada vez que cierro los ojos tengo miedo... miedo de despertar y descubrir que mi infierno no terminó, que aún me tiene cautiva... y que en cualquier momento vendrá por mí...
Finalmente, Leonor dejó que sus emociones fluyeran. Lilith, al verla, no pudo evitar conmoverse.
—Puedo ayudarte con eso —dijo suavemente—. Pero debes saber que si elimino esos recuerdos, también eliminaré tus motivos para luchar por el trono.
—Hay algo de lo que estoy segura —respondió Leonor, limpiándose las lágrimas—. Tanto en mi vida pasada como en esta, siempre he querido el trono. No por ambición... sino para proteger a mi pueblo.
Lilith sonrió con dulzura.
—Muy bien. Cuando vuelvas, solo recordarás lo verdaderamente importante. Pero prométeme algo: busca la forma de cuidar no solo de los demás... sino también de ti misma.
Leonor asintió en silencio. Lilith cerró los ojos y comenzó a eliminar las memorias de la joven.
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**Mientras tanto, en el Palacio:**
Maribel había despertado y, junto a Silvia y Mauricio, aguardaba ansiosa fuera de la habitación de Leonor, esperando noticias del mago de la Torre.
—Por la diosa, no soporto esta espera. ¡Creo que voy a entrar! —exclamó Maribel, a punto de perder la paciencia.
—Maribel, por favor, calma —pidió Silvia—. Dicen que el mago es muy bueno...
—¿Cómo puedes pedirme calma? ¡Es mi hija la que está ahí adentro! ¿Qué pasó? ¿Por qué solo ella resultó herida?
Mauricio bajó la mirada, avergonzado.
—Intenté ayudarla... pero eran demasiados. Ella me dijo que corriera hacia el lago. No vi... no vi quién le disparó.
Silvia, viendo la culpa en los ojos de su hijo, intervino:
—Maribel, entiendo por lo que estás pasando. Pero esto no es culpa de Mauricio.
En ese momento, las puertas se abrieron y Regulus, el mago, salió al pasillo.
—Alteza, entre. Hasta que no cure a su hijo, no podré atender completamente a la princesa.
—Atiéndala a ella, yo...
—No lo repetiré —interrumpió el mago con firmeza—. Entre.
Mauricio dudó un segundo, pero finalmente obedeció. Una vez dentro, vio una burbuja mágica envolviendo a Leonor. Antes de que pudiera preguntar, Regulus explicó:
—Estoy acelerando el proceso de sanación. Siéntese.
El mago tomó su maletín y comenzó a tratar las heridas del príncipe.
—Gracias... por...
—No se equivoque —dijo Regulus sin mirarlo—. Yo no hago esto por sus imperios. Lo hago por ella.
Mauricio guardó silencio. Después de un momento, preguntó:
—¿La ama?
Regulus sonrió apenas de lado, pero antes de responder, Leonor abrió los ojos.
—¿Leonor? —preguntó, acercándose de inmediato.
—Regulus... ¿qué pasó? Mmm... mi cuerpo...
—Estás bien —murmuró él—. Duerme un poco más.
—Sí... solo cinco minutos... —susurró Leonor, volviendo a cerrar los ojos.
Mauricio se acercó al mago.
—¿Por qué...?
—Usó demasiada energía —explicó Regulus—. Aún no he terminado de sanar sus heridas. Déjala descansar. Lo importante es que despertó.
Mientras volvía a su tarea, Regulus agregó:
—Ella es importante para mí. No en la forma en que usted cree. Pero si algo le pasa por su culpa, sepa que me convertiré en su peor pesadilla.
—Esto fue mi culpa...
—No lo fue. Si lo hubiera sido, no estaría vivo. Leonor no perdona traiciones. Si hubiera sospechado siquiera una intención de dañarla, lo habría matado de inmediato. Además, ella lo protegió hasta el final. Eso me dice que usted no la traicionó.
Mauricio no respondió. El peso de la culpa seguía oprimiéndolo.
Cuando Regulus terminó de curarlo, le pidió que saliera de la habitación. Una vez a solas, el mago se sentó junto a Leonor, acariciando con cuidado su cabello.
—Lo siento —susurró—. Prometí cuidarte, pero...
—¿Regulus? Gerald, ese nombre no te queda... —dijo una voz.
Gerald levantó la vista. Lilith había aparecido, silenciosa como una sombra.
—Me diste una tarea y fallé —dijo él—. Casi la matan esta vez.
—Sé que lo harás mejor de ahora en adelante —respondió Lilith con suavidad—. Te elegí como su guardián porque sé que puedes protegerla. Y ahora tienes todo lo que siempre deseaste.
—Mi magia ha vuelto, pero...
—¿Pero?
—¿Cómo está Sofía?
Lilith sonrió.
—¿Cómo crees que está? —preguntó, dejando la respuesta en el aire—. Dale tiempo. Este era tu sueño, Gerald, no el de ella.
—Lo sé.
—Bien —concluyó Lilith, su voz volviéndose más firme—. Ahora cuida de que no vuelvan a matarla. Ah, y una cosa más: borré sus memorias. Espero que no tengas mucho que hacer en la Torre, porque te necesitará a su lado.
Sin esperar respuesta, Lilith desapareció, tan silenciosa como había llegado.
maravillosa