Aziel ha vivido en un ambiente de riqueza, derroche, lujos, delito y crímenes. Aun así, la palabra lealtad es algo que se ha quedado grabado en su mente y corazón, pues para la mafia lo peor que pueda existir es la tración. Por eso mismo, Aziel no sabe cómo quitarse el horrible dolor que su ex novia le dejó después de su engaño. El verdadero problema ocurre cuando su padre muere, aunque él ha heradado su gran imperio en la mafia, su progenitor deja una pequeña cláusula que debe acatar para poder tomar el mando y está es que debe elegir a una mujer, casarse con ella y permanecer así, cómo mínimo un año. Aziel no quiere saber nada del amor, pero quiere tomar lo que le corresponde. Entonces organiza un plan perfecto: Conseguir una esposa de mentira. ¿Qué padria salir mal?
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Capítulo 22
Ese día en el campo le ayudaría a cambiar un poco su rutina.
Sus ojos se entrecerraron para visualizar al pajarito cantarín que estaba en una bebedero de aves. Uno de los empleados llevó su equipaje a su habitación.
—¿Tienes problemas de visión? —le cuestionó Aziel en tono quedo, justo a su lado.
—No, solo un poco de sensibilidad a la luz —explicó encogiéndose de hombros.
Los trabajadores los llevaron a su respectiva habitación. El viaje había durado unas tres horas, tres horas en las que Emily no dejaba de sobrepensar las cosas, tanto que su cabeza comenzó a punzar.
—Estás mareada —afirmó de pronto él, acortando la distancia, posicionándose frente a ella.
Tenerlo tan cerca la hizo ponerse nerviosa. Aziel se dio cuenta de eso, y posó su mano en la mejilla femenina. El rubor de Emily aumentó y su corazón latió desbocado.
Aziel aprovechó la oportunidad para continuar con su coqueteo, buscando suavizar las barreras que Emily había construido alrededor de ella.
—Deberías descansar un poco antes de explorar el lugar —le sugirió, su voz llevaba un tono cuidadoso que raramente usaba.
—Quizás —le respondió ella, aún sintiendo el calor de su mano en su mejilla.
—Permíteme —dijo él, y antes de que pudiera protestar, la guió gentilmente hacia el interior de la casa de campo. —Solo quiero asegurarme de que estés bien.
Subieron escaleras arriba y Aziel abrió una de las amplias habitaciones, haciendo que su esposa no muy segura lo acompañara.
Emily se sentó en el borde de la cama, mirándolo con cierta cautela. Aziel sonrió y se inclinó hacia ella, rozando su frente con la suya. Emily cerró los ojos, sintiendo una extraña mezcla de comodidad y nerviosismo.
—No tienes que estar tensa a mi alrededor —susurró él, su aliento cálido sobre su piel.
Ella abrió los ojos, encontrándose con la mirada intensa de Aziel.
—Es difícil no estarlo —respondió con honestidad.
—Quiero que te sientas segura conmigo, Emily. ¿Qué puedo hacer para demostrártelo? —preguntó él, con una seriedad inusual en su voz.
La pregunta tomó a Emily por sorpresa. Era la primera vez que Aziel mostraba un interés genuino en cómo se sentía. Ella luchaba con la idea de confiar en él, especialmente sabiendo que había algo más detrás de su amabilidad.
—Solo... Sea usted mismo, supongo. Sin juegos, sin segundas intenciones y dígame por qué se porta tan amable —dijo finalmente.
Aziel se enderezó, contemplándola con una expresión que Emily no pudo descifrar.
—Somos esposos, para qué discutir, si podemos llevar una buena relación —explicó él, pero su sonrisa tenía un matiz que ella no logró entender del todo.
Después de un momento, se levantó y caminó hacia la puerta.
—Descansa. Te veré a la hora de la comida —dijo, y sin esperar respuesta, salió de la habitación.
Emily se quedó sola, con el corazón latiendo fuertemente. La gentileza de Aziel había sido inesperada, pero no podía sacudirse la sensación de que había algo más detrás de sus acciones. A pesar de su confusión, no pudo evitar sentirse un poco más ligera, como si su nueva actitud le hubiera quitado parte del peso que llevaba sobre sus hombros.
Mientras Aziel cerraba la puerta detrás de él, su sonrisa se desvaneció. Cada paso que daba estaba calculado, cada gesto de ternura, una parte de su plan para ganarse la confianza de Emily. Necesitaba que ella creyera en su fachada de marido preocupado y cariñoso, especialmente ahora que el señor Arce observaba cada uno de sus movimientos. Aunque el coqueteo había sido parte de su estrategia, no pudo evitar preguntarse por un momento qué sería sentir todo eso de verdad. Sacudiendo la cabeza, desechó el pensamiento y se concentró en sus objetivos. Los días prometían ser interesantes, y él tenía que estar listo para cualquier eventualidad.
***
Al día siguiente, mientras el sol se elevaba en el cielo, tiñendo el campo de tonos dorados y cálidos, Aziel y Emily comenzaron su día al aire libre. Decidieron dar un paseo por los extensos terrenos que rodeaban la casa de campo, disfrutando del fresco aire matutino y de la tranquilidad que solo la naturaleza puede ofrecer.
—Mira, allí hay un grupo de ciervos —señaló Emily, su voz llena de emoción al ver a los gráciles animales pastando tranquilamente a lo lejos.
Aziel siguió su mirada, permitiéndose un momento de admiración sincera.
—Es una vista hermosa, ¿no es así?
Emily asintió, y por un momento, todos los problemas y tensiones parecieron desvanecerse, dejándolos sumidos en la belleza del momento.
Continuaron su paseo en silencio, cómodos en la compañía del otro, hasta que llegaron a un pequeño lago. El reflejo del cielo azul en el agua tranquila era hipnotizante.
—Nunca había visto un lugar tan pacífico —comentó Emily, sentándose en la orilla y tocando el agua con la punta de los dedos.
Aziel se sentó a su lado, mirando hacia el horizonte.
—Hay algo en la naturaleza que nos recuerda que hay un mundo más grande fuera de nuestros problemas.
Emily lo miró, sorprendida por la profundidad de sus palabras.
—Nunca pensé que diría algo así.
—Hay muchas cosas que no sabes de mí —respondió él, con una sonrisa que no alcanzó a tocar sus ojos.
Decidieron almorzar allí mismo, disfrutando de un picnic improvisado que los empleados habían preparado para ellos. Entre risas y conversaciones ligeras, el tiempo pasó volando.
Mientras el sol comenzaba a descender, Aziel tomó la mano de Emily, llevándola a dar un último paseo por el campo antes de volver a la casa. A pesar de las reservas de Emily, no pudo negar la sensación de bienestar que la envolvía.
Sin embargo, en el fondo, ambos sabían que este momento de paz era temporal. A medida que se acercaban a la casa, la realidad de su situación y los planes de Aziel volvían a hacerse presentes.
Aquel día en el campo había sido un respiro necesario, una pausa en la tormenta de emociones y secretos que rodeaban su relación. Pero mientras Emily guardaba esos recuerdos con cariño, Aziel no podía evitar sentir un atisbo de culpa por el papel que estaba jugando. Sabía que estaba utilizando esos momentos para manipular la percepción de su matrimonio, pero algo en la forma en que Emily sonreía genuinamente lo hacía cuestionar sus métodos.
Al final del día, cuando Emily subió a su habitación y Aziel se encerró en su despacho con una botella de whisky, la realidad de su complicada relación volvió a asentarse entre ellos. A pesar del día perfecto en el campo, la sombra de sus verdaderas intenciones se cernía sobre Aziel, recordándole que, en su juego de engaños, el precio podría ser más alto de lo que estaba dispuesto a pagar.