Lo que empezó como una noche de copas y diversión termina por unir los destinos de dos personas con vidas completamente opuestas.
Marcos Ashford es un hombre frió, arrogante y calculador, acostumbrado a tener todo a sus pies.
Miranda Gonzales es una chica amable y extrovertida que no tiene miedo a divertirse.
¿Podrán ambos sobrellevar las adversidades y abrirse paso al amor?
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Beso
Entré a su oficina y tomé asiento muy apartada de él, quien sabe que otra cosa se le ocurriría esta vez para tratar de convencerme de ser su socia.
—¿Estás nerviosa?
—No, ¿Por qué lo estaría?
—Entonces, ¿por qué estás tan lejos?
—Quiero mantener nuestra distancia en la oficina. Según el señor Grimmes, soy una distracción para ti.
—Está bien, si tu no quieres acercarte, entonces lo haré yo— Se alejó de su escritorio y comenzó a caminar hacia mi desabrochando el botón de su traje. —Dime, Gonzales ¿Te gustó?— ¿Qué...qué si me gusta? ¿A qué viene esa pregunta?
—Tu... ¿gustarme? ¿Qué te hace pensar eso?— Me atrapó contra el sofá y aproximó su rostro al mío.
—Tu rostro. Ese color rojo que invade tus mejillas cada vez que me acerco a ti, es lo que me está diciendo lo mucho que te gusto— Traté de deslizarme por el sofá para tratar de alejarme de él pero fue inútil.
—Es solo que me pone algo nerviosa que estés tan cerca. Para mi aún sigues siendo mi jefe— Pero por supuesto que no sigo viéndote como mi jefe. No después de lo que ha pasado entre nosotros.
—Eres una muy mala mentirosa, Gonzales. Por la manera en la que no dejas de ver mis labios me es más que claro lo mucho que deseas besarme— Bueno, si... Él hombre está para comérselo pero no quiero darle la satisfacción de saber que puede que me guste un poco.
—Pues yo creo que es lo contrario.
—¿Ah sí?
—Si. Constantemente estás tratando de seducirme, incluso te atreviste a robarme un beso. ¿Creíste que no me daría cuenta?— Estabamos tan cerca que su nariz rozaba la mía, pero lo más impresionante eran sus ojos, esos perfectos ojos grises en los que tan solo se reflejaba mi cara y que expresaban ese oscuro deseo de querer volver a recorrer todo mi cuerpo.
—¿Cuenta de qué?
—De que eres tu el que gusta de mi— Sin dudarlo más esta vez fui yo quien lo beso. Se que él no se esperaba este movimiento de mi parte pero, cerró los ojos y se dejó llevar. Su contacto fue suave al principio pero luego fue como si necesitará más, dejó caer todo su peso sobre mí y agradecí haber estado en el sofá. Sus manos bajaron de mi cuello a mis hombros, rápidamente se deslizaron por mi pierna y cuando comencé a sentir un incesante cosquilleo en mi estómago supe que debía parar y afortunadamente unos golpes en la puerta hicieron que él se alejara de mí.
—Pamela, ¿Qué haces aquí?— Me puse de pie algo avergonzada y empecé a acomodar mi ropa.
—Ahora lo entiendo, Marcos. Es por esta cualquiera que te haz negado tan siquiera a verme— ¿Por qué será que los hombres ricos y apuestos siempre están rodeados por mujeres locas?
—Mejor los dejo solos— Es mejor que los deje solos, esta mujer lo único que puede ocasionar es enojarme y eso no le haría ningún bien a mi bebé.
—No, Miranda. Tu no tienes porque irte, es Pamela la que debe marcharse.
—Disculpa, Marcos. ¿Cómo puedes tratarme así frente a tu secretaria?
—Miranda no es mi secretaria, ella es mi esposa y quiero que la respetes.
Federico Gonzales Bolter, Padre de Miranda.
Vanesa Gonzales, Madre de Miranda.