Angélica, una mujer fuerte y determinada de 40 años, ha enfrentado la adversidad con valentía. Pero cuando siente que ha perdido su motivación y las ganas de seguir luchando por salir adelante, un inesperado encuentro con un apuesto hombre llega para cambiar su destino.
Axel es mucho más joven que ella, pero aunque es arrogante y poderoso, a sus 25 años su pasión y devoción la hacen sentir viva de nuevo.
¿Podrá Angélica dejar atrás sus cicatrices y creer en el amor nuevamente?
Descubre esta historia de amor, desamor y mucha pasión, donde la edad no es un obstáculo para encontrar la felicidad.
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Capítulo Nueve
Al final Axel le delegó a Marisolio la selección de las modelos; confiaba en el criterio de su diseñador estrella. Y salió del emporio a almorzar con sus padres y Patricia.
No es que fuera un plan genial, pero ya se sentía ahogado en la oficina sin saber si el detective le tenía la ubicación de Angélica. No le había insistido al celular, pues se imagina que en realidad está dañado.
Al salir del restaurante, miró su celular por si tenía algún mensaje de parte del investigador y lo que vio fue un mensaje en la bandeja de entrada.
📩El teléfono al que estuvo llamando ya se encuentra disponible.
Inmediatamente le marcó a Angélica, al tener la certeza de que su número telefónico estaba ya activo.
Estaba tan nervioso que sentía que, si el celular fuera un banano, se le derretiría en sus manos temblorosas. Un timbre, otro timbre y otro...
📲Aló.
Axel se acobardó al escuchar la voz sensual de Angelica y no fue capaz de modular palabra.
📲 ¿Aló? Si es mudo, ¿para qué llama? ¡Desocupado! Pi pi pi.
Angélica colgó la llamada. Estaba muy enojada; «sí que hay gente sin oficio» pensó.
Cuando verificó el número telefónico de donde le hicieron la llamada, vio que era el mismo número de las llamadas del día anterior.
«¿Qué raro? tantas llamadas para no hablar. ¿Será que escuchó mi voz tan sensual y se emocionó tanto que se desmayó?» jajaja. Angelica se reia sola.
Angelica terminó su jornada de trabajo y se dirigió al cajero del banco por lo último que le quedaba de dinero.
Insertó la tarjeta, digitó la clave y pidió un retiro mínimo. Cuando estaba esperando que el cajero contara el dinero, este le sacó un papelito donde decía:
🎫FONDOS INSUFICIENTES
«¡Ay, no! Y yo que pensaba que tenía aún algo. Sin celular aguanto, pero debo de pagar mi alimentación. Las pollitas no me van a fiar comida por muy amigas que sean, pues la jefa es Sandra y ella es bien jodida. No quedó de otra, voy a tener que ir al Darko Luxure» decidió Angélica.
Aún tenía el uniforme de la empresa de aseo y así llegó a “Emporium Darko Luxure” Se presentó en la recepción y le dieron la escarapela para dirigirse a recursos humanos.
Allí debió esperar al encargado de la nómina. Este, una hora después, se dignó a aparecer y la hizo pasar a su oficina.
—Y dígame, señora Sosa. Me dice que viene por su finiquito. Pero, aún no ha pasado una semana y este no a sido firmado por el señor Darko. Así espere ser llamada por nosotros o vuelva la otra semana a ver si ya esta —Lo que no sabían ni el jefe de recursos humanos ni Angélica, es que Axel había pedido que la reintegraran.
Angélica no estaba dispuesta a irse sin su compensación, y aunque el jefe le dijo que aún no estaba su finiquito, ella necesitaba el dinero.
Decidida subió hasta el piso 21 y allí encontró a la secretaria de presidencia, la cual la miró con mala cara apenas Angelica salió del ascensor.
—Buenas tardes. Necesito hablar con el señor Darko. —Angelica saludó a Sarah con cortesía.
—El señor Darko solo atiende con cita. —Sarah ni saludo, y le explico, sin pizca de cordialidad, que debía tomar una cita. (Ya se van imaginando porque Marisolio no la quiere).
—Señorita, colabóreme. Necesito hablar con él de algo importante —Angelica insiste.
—Le puedo agendar una cita para el viernes de la próxima semana. —Angelica se sentía frustrada; justo hoy es viernes y ella no puede esperar tanto.
—Es que él no ha firmado mi finiquito y lo necesito urgente. —Angelica insistía y Sarah se la ponía difícil.
—En ese caso, baje al piso quince, que ese es el área de recursos humanos. Ellos son los que le deben enviar el finiquito al señor Darko, para que lo firme y así hacerle el pago. —Angelica se sentía frustrada, eso ya lo hizo. Por eso está ahí.
Marisolio, qué pasaba por ahí de “casualidad”, se acercó a las mujeres y se indignó con la poca empatía que tenía Sarah con la desconocida. Por lo que alcanzó a chismosiar, la señora iba por un finiquito y el Axelito, que andaba más raro que un marrano a cuadros, no lo había firmado. La desconocida se ve que necesita el dinero y la flacuchenta no le quiere colaborar.
—A ver, Sarucha, ¿qué necesita la señora? ¿Por qué no le colabora? —Marisolio se acercó a preguntar.
—Marisolio, es que ella viene a que el señor Darko le firme un finiquito y yo le estoy explicando que eso es con nómina. Pero ella sigue insistiendo —Sarah le daba explicaciones con aire de autosuficiencia.
—Colabórele, no sea miserable. Mire esa cara de esa pobre, toda trística, se ve que ni ha comido y usted negándole la posibilidad de que le paguen rápido el dinero por haber trabajado aquí —Marisolio le reprochaba a Sarah.
—Marisolio, qué pena contradecirte. Sí, me da pesar, se ve hambrienta, pero ese es el protocolo y yo no me voy a ganar un regaño del señor Darko. Mire que últimamente anda todo raro —Sarah se defendía.
—Mire, flacuchenta, usted a mí no me va a llevar la contraria, ¿quién se cree? —Marisolio se le salieron las plumas, y Sarah no se quedaba callada; ante una incrédula Angelica que no se imaginó llegar a ver en su vida a alguien defendiéndola. Así que espero que el tal Marisolio la ayudara, pues necesitaba el dinero.
Axel estaba encerrado en su oficina, pues desde que escuchó la voz de Angélica a través del celular, y no fue capaz de hablarle por cobarde, estaba más que cabreado.
Ya son dos días en que esa mujer lo usó y lo abandonó. Eso nunca le había sucedido; él era el que las usaba, las desechaba y ellas eran las que le rogaban por otra oportunidad.
Había acabado de recibir el informe del detective y se debatía entre leerlo o dejar las cosas así. Pero esa mujer lo intrigaba de sobremanera. Jamás una mujer le había interesado o llamado la atención como lo hacía Angelica, su irreverencia, su belleza, su madurez, su pasión, pero definitivamente lo que lo descolocó fue su agradecimiento.
Carajos, jamás una mujer le había dicho: Joven, gracias por lo que me acaba de dar; lo necesitaba y mucho. ¡Y después irse así como si nada!
«¡Me usó!»
Hasta que sintió la voz de Marisolio discutiendo con Sarah. Estaba cansado de las peleas de esos dos; ya lo tenían harto. Se paró de su silla y con largos pasos llegó hasta la puerta, la abrió de golpe y tres pares de ojos lo miraron asombrados, pero él solo miraba un par de ellos.
Unos ojos que deseaba volver a ver. Axel solo veía a Angelica; para él no existía nadie más y, como un autómata, se acercó a su musa, la tomó de la mano y se la llevó casi a rastras a su oficina, cerrando de golpe la puerta detrás de ellos.
—Te estuve buscando —le dice Axel a una sorprendida Angelica. Comienza a besarla sin perder tiempo —Angelica, vuelve a trabajar para mi.