Otávio Montana—veintiséis años, para no perder su pequeña propiedad, acepta hacerse cargo del hijo de otro hombre...
Eloise Vargas—veintidós años, enamorada de un hombre que la dejó embarazada y se casó con otra...
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Capítulo 20
A la mañana siguiente, Eloise se aseó, se puso un vestido azul oscuro, una chaqueta color crema y zapatos de tacón color piel. Bajó las escaleras y sus hijos ya estaban listos desayunando.
Eloise: Buenos días, mis amores. ¿Cómo están?
Enzo: Bien, mamá...
Milena: Estoy bien. ¿Dónde está papá?
Eloise: Está en la hacienda, ya vendrá...
Después de terminar, fueron a cepillarse los dientes.
Eloise dejó a los niños en el colegio y le pidió al conductor que la dejara en el banco. Una nueva etapa en su vida estaba comenzando...
La familia Vargas se encontraba en la mesa del desayuno. Rafaela: ¡Ayer fui a la inauguración del Banco Montana!
Alberto: Recibí una invitación, ¡pero no fui!
Rafaela: ¡No se imaginan quién es la dueña de ese banco!
Cecilia: ¡Habla de una vez!
Rafaela: ¡Eloise! Su marido se lo regaló...
Alberto y Cecilia se quedaron en shock.
Alberto: ¿Estás bromeando, verdad?
Rafaela: No, papá.
Cecilia: ¡No puedo creer que lo haya logrado!
Alberto: Lo peor es que no saben... nuestro banco tiene algunas deudas. Estoy haciendo todo lo posible para pagarles a los clientes. Por eso, les pido moderación en los gastos.
Eloise, una excelente administradora, comenzó a trabajar...
Octavio se despertó y fue a correr por los alrededores de su magnífica hacienda. Al regresar, pidió el desayuno a las empleadas y una bata. Se quitó la ropa de correr, quedándose solo en sunga blanca, su cuerpo impecable. Entró en la piscina para nadar. Siempre practicaba deportes, tomaba el desayuno y solo después se bañaba y se ponía a trabajar...
Lolita: Qué hombre... uffff
Rosa: Cuidado, está casado y es nuestro jefe...
Octavio salió de la piscina. Rosa trajo el café y fue a buscar la bata.
Rosa quería observar a su jefe...
En la ruinosa chacra dentro de la ciudad, Soraia le trajo un papel a Ariel para que lo firmara.
Soraia: ¡Nuestro divorcio! Firma, ya no tienes nada más que ofrecer. Pero como soy buena, te dejaré esta ruinosa chacra y la vieja camioneta. Me voy a París a casarme y luego viajaré por Europa -dijo entre risas-. ¡Firma de una vez, inútil!
Ariel, atemorizado, firmó y se quedó en silencio.
Soraia: ¡Hasta nunca, inútil!
Ariel, en silencio, derramó lágrimas... Todo comenzó cuando su padre falleció. Él, como hijo único, se hizo cargo de todo y comenzó a gastar y disfrutar de la vida con Soraia. Hasta que sufrió un grave accidente que lo dejó seis meses internado. Se lesionó la columna y se fracturó la pierna, y lo peor de todo, al ser arrojado, cayó sobre una chapa de zinc que le cortó el testículo por la mitad y el pene. Fueron ocho horas de cirugía para recolocar las venas y suturar el esroto y el pene. Camina con andador o bastón. Lamentablemente, no puede tener hijos y el sexo probablemente no sea posible. ¡No sentía nada! Ante todo esto, Soraia lo hizo firmar un poder para que ella pudiera administrar los negocios. Él tuvo miedo, pero si no era ella, tendría que ser alguien más. En estos diez años, Soraia dilapidó y gastó todos sus bienes, y ahora que ya no tiene nada, se fue. Sus amigos y algunos familiares desaparecieron. Los últimos empleados también se fueron. En el fondo de la chacra, que es grande, cultiva algunas verduras, hortalizas y limones sicilianos. Ahora no sabía qué hacer...
Amanda: ¡Señor, le traje su café!
Ariel: ¿Tú por aquí?