Águila Harpía
Rakia es una joven que desde el día de su nacimiento es despreciada por su madrastra y su media hermana, y a su padre poco le importa lo que le ocurra, por lo que la joven debe de luchar cada día para sobrevivir, pero todo cambia un día en el que un antiguo poder despierta en su interior, lo que provoca que toda su vida cambie por completo, entrelazando su destino con el de otras tres personas para derrotar un mal ancestral que se acerca.
En un camino lleno de cambios, Rakia deberá de enfrentar muchos obstáculos para lograr su objetivo, pero no lo hará sola, ya que a su lado estará alguien quien sin conocerla, la esperado toda su vida y que la protegerá aun cuando no sea necesario.
Esta es la segunda historia de la tetralogía Los 4 Guerreros de los Elementos, la primera lleva por nombre “El Guerrero de la Tierra”
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Capítulo 22
RAKIA
Estoy flotando, me encuentro flotando entre las nubes y es algo mágico, en mi vida me había sentido tan bien, en mi vida me había sentido tan libre, es una sensación maravillosa, la verdad no sé qué es lo que está pasando, pero en este momento poco me importa, me siento muy a gusto aquí, y no quiero irme.
Pero entonces mi paz se vio interrumpida, de la nada comencé a oír la voz de un hombre, la primera vez que lo oí, fue algo lejano, casi imperceptible, pero con el tiempo esta voz cada vez se oía más y más fuerte, al principio no podía entender lo que decía, pero con el paso del tiempo fui capaz de entender una que otra palabra, así hasta que fui capaz de escuchar frases completas y si bien al principio me pareció molesto, puesto que rompía mi calma, con el tiempo, y sin darme cuenta, comencé a esperarlo, puesto que su voz, por alguna razón, me hacía sentir bien.
Entonces paso, en vez de oír la voz de aquel hombre, oí la voz de mi madre Celeste, quien me rogaba que volviera a su lado, entonces recordé mi promesa, y supe que no podía quedarme allí más tiempo, la verdad es que no sabía cuánto tiempo había pasado desde que llegue a ese lugar, pero lo que si sabía era que había llegado la hora de irme, pero por más que me movía en aquel espacio, nunca llegaba a ningún lado, subía, bajaba, me moví en todas las direcciones que se me ocurrieron, pero no logre nada y ya comenzaba a desesperarme.
- Maldita sea, ¿dónde demonios está la salida? – comencé a maldecir y entonces una risa detuvo mi exabrupto.
Algo en esta risa era distinto a las voces que había oyendo desde hace un tiempo, puesto que aquellas sonaban lejanas y esta parecía estar muy cerca, por lo que me dirigí a la dirección de donde provenía aquella risa, y al fin puede ver algo más que nubes, puesto que allí flotando en el aire había una pequeña casa, una mini mansión muy bella y en la entrada estaba una mujer esperándome. Al verla, la reconocí de inmediato, era nada más ni nada menos que Nasima, mi madre biológica.
- Veo que has decidido irte, me preguntaba cuánto tardarías en decidirte – me dice mi madre cuando llegó a su lado.
- ¿Cómo es posible que tú…? – comienzo a preguntar, puesto que hasta donde yo sé ella murió el día que nací, por lo que no me puedo explicar ¿Cómo es posible que ella esté aquí?
- Que esté aquí, esa no es la pregunta que deberías hacerte, sino que deberías preguntarte. ¿Cómo es que tú estás aquí? – me dice ella con una sonrisa y me invita a pasar a aquella pequeña mansión.
En entrar puedo ver que es mucho más grande de lo que se ve por fuera, además de todo está hecho de mármol de distintos colores, pero el que más predomina es el blanco, es un sitio extraño, pero lo que aumenta esa sensación de extrañeza es el hecho de que a pesar de ser tan grande, no parece haber nadie más parte de mi madre y yo.
- ¿A qué te refieres con cómo es que estoy aquí? – le pregunto, pero ella no me contesta, sino que sigue caminando y no me deja más opción que seguirla.
Ambas llegamos a un muy elegante saloncito, donde ella toma asiento en uno de los sillones del lugar y me invita a tomar asiento a su lado, cosa que, aunque algo renuente, hago.
- Rakia, mi amor, ¿en dónde crees que estas? – me pregunta, en vez de contestar la pregunta que le hice.
La verdad es que su pregunta me deja muda, puesto que no lo había pensado. En eso, los eventos que ocurrieron antes de que despertara aquí vienen a mi mente, siendo el último de estos recuerdos el hecho de que había perdido la conciencia después de salvar a aquella jovencita.
- En un sueño – contestó sin dudar.
- Bueno, en parte tienes razón, pero a la vez te equivocas – me contesta ella tranquilamente.
- ¿Cómo que me equivocó? – le digo algo molesta y me levanto, para después comenzar a caminar por el lugar, puesto que no pienso permanecer sentada a su lado mientras ella no me diga qué está pasando.
- Si te equivocas, cariño, verás, es verdad que estás dormida, pero esto no es un sueño, este lugar es conocido como el limbo, aquí están las almas de aquellas personas que si bien aún no han muerto, si están muy cerca de hacerlo, la gran mayoría sigue su camino, solo muy pocas logran regresar, pero tu caso es diferente – me explica Nasima.
- Esto es un sueño, estoy segura de eso, porque si fuera lo que tú dices, ¿qué haces aquí?, si hasta donde yo sé, tú ya estás muerta, no moribunda, sino muerta – le digo, cada vez más alterada.
- Tienes un muy buen punto, y sí, yo estoy muerta, la razón que estoy aquí, es porque el dios Kaayo me lo permitió, él me permitió verte una vez más, él me dio el regalo de poder abrazarte una vez más – me dice ella quien se levanta y me abraza y aunque al principio estoy más tiesa que una tabla, con el tiempo me relajo y le devuelvo el abrazo, abrazo que me calma y me permite procesar mejor sus palabras.
- ¿A qué te refieres cuando dices que mi situación es diferente? – le pregunto. Nuevamente, ambas estamos sentadas, solo que esta vez mi cabeza descansa en su hombro.
- Ciertamente, estuviste en gran peligro, pero el esfuerzo de varias personas te salvo, por lo que hace mucho debías de haber dejado este lugar, pero tu inconsciente te lo impidió, es por eso que le rogué al dios Kaayo que me dejara verte, y ayudarte a volver, mi pequeña Rakia, has sufrido tanto, ahora solo te queda ser feliz, no puedo asegurarte que no vayan a haber obstáculos, pero eres fuerte y sé que lograras sortearlos con la cabeza en alto, y ya no estarás sola, hay personas que te esperan y que sé qué te harán, así como sé que tú les brindaras felicidad, así que aunque para mí es el mejor de los sueños que estés aquí a mi lado, ya es hora de que regreses mi pequeña, mi Rakia – me explica mi madre, quien toma mi rostro y con lágrimas en los ojos y lo acaricia con suma ternura.
- Pero no sé cómo hacerlo – le digo.
- Eso es sencillo, solo tienes que subir.
- Pero ¿cómo? Ya lo he intentado, pero no logré nada.
- Es porque no lo has hecho de la manera adecuada, mi amor, eres la gran Águila, usa tus alas.
Al oír las palabras de mi madre, inconscientemente intento tocar mi espalda, pero allí no hay nada, pero en mis recuerdos puedo ver claramente que antes había un par de alas en mi espalda, así que cierro los ojos y me concentro, puesto que si son mías, debo poder invocarlas.
Entonces lo siento, lo que sentí aquel día en la mansión Rivotra, lo vuelo a sentir, solo que esta vez no hay miedo que empañe las sensaciones, que son verdaderamente increíbles, poco a poco, siento como mi piel es desgarrada, y por muy loco que suene, no duele, sino que se siente agradable, y al fin aparecen, un hermoso par de alas de color gris azulado, tan grandes que casi llegan al suelo, y aunque al principio su peso me desestabilizo un poco, rápidamente me acostumbro a ellas, como si hubieran estado conmigo toda mi vida.
- Te ves hermosa, mi niña – me dice mi madre y se acerca a mí para darme un último abrazo – te amo, te amo con todo mi corazón, nunca lo olvides – me dice cuando nos separamos.
- Y yo te amo a ti, ma, gracias por todo – le contestó, y con los ojos llenos de lágrimas de felicidad y tristeza al mismo tiempo, salgo de aquella casa y bato mis alas para volar hacia arriba, donde veo una luz y sin dudarlo la sigo, ya es hora de irme de aquí.