Susana caminaba esa mañana en la playa en la cual apenas apuntaba el alba, pero una silueta tirada le llamo la atención, al parecer era una mujer con largos cabellos negros, pero al acercarse, se dio cuenta que era una sirena con diversas heridas en el cuerpo, que apenas lograba respirar.
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Cómplice
-Vaya...
Creí que no serias tan puntual...- Dijo esa mujer al ver a Talula.
-¿Pues te urgía verme no? - Respondió Talula.
-Han pasado como diez años que no te veía.
¿Así recibes a tus viejas amigas? - Dijo aquella mujer.
-¿Amigas? ¿Por que crees que te consideraría mi amiga? - Dijo Talula que estaba sentada disfrutando una bebida.
-Bueno quizás no amigas, pero cómplices sí.
¿Y lograste conseguir el corazón de tu amado?
Recuerda que yo hoy he venido a cobrar el trabajo - Dijo aquella mujer.
-¿Tan pronto? Tú hechizo lo único que hace es enloquecer a todos excepto a él - Dijo Talula mirando aquella mujer qué ya se había sentado frente a ella.
-Te dije que el hechizo solo haría efecto, si tenia algún mínimo sentimiento hacia ti.
Y tú aceptaste la condición, Talula - Respondió aquella mujer.
-Mélusine, dijiste que él me amaría, y no lo ha hecho en estos diez años, él solo desea tener a su lado al hijo de Serena - Respondió molesta Talula.
-Ahí esta el problema, el hijo es el último sentimiento que tiene atado al corazón por Serena, por eso no ha hecho efecto. - Respondió Mélusine,.
Talula guardo silencio, por que vio al mesero qué sé dirigía a ellas.
-¿Va a querer algo la dama? - pregunto el mesero qué llego a la mesa.
-Si. Un café americano - Dijo Mélusine.
-En un momento se lo sirvo-- Dijo el mesero y después de eso se retiro.
-Realmente me comería a ese bombón de mesero, es realmente simpático - Dijo Mélusine cuando este se retiraba.
-¿En serio piensas eso? - pregunto Talula a Mélusine.
-¿Apoco nunca has estado con alguno de ellos? En serio, la experiencia es mejor de lo que crees, yo selecciono lo mejor, busco ciertas características de estos. - Dijo Mélusine guiñando el ojo al joven mesero, que en efecto era deseable a la vista.
El mesero sonrió a Mélusine, ella gozaba de un contorno perfecto, en todo su esplendor.
labios carnosos y definidos.
Ojos expresivos y traviesos, una hermosa cabellera dorada qué embellecia el escote pronunciado de su vestido.
Se veía seductora, de una edad qué no superaba los veintisiete. Aparentemente ya qué las sirenas no envejecen tan rápidamente.
Talula observaba la locura de Mélusine.
Y entonces le respondió a esta :
-No me interesa intimar con un humano.
Yo solo deseo a Lars. - Dijo Talula.
-Pero quizás si te ganas al niño no sea un problema... - Y sin terminar de explicarse Mélusine, Talula la interrumpió.
-Claro que es un problema, realmente esperaba que no lo encontrará nunca, pero el niño vive junto a esa mujer llamada Susana, su rostro es igual que Serena, me hace que me de dolor de estomago cuando recuerdo su rostro. - Dijo Talula.
- Es interesante lo que me cuentas, así que encontraron al niño, y si la mujer se parece a Serena puede qué el corazón del Rey se incline hacia ella. - Dijo Mélusine sonriendo.
- Por eso no te voy a pagar, tus hechizos no sirven - Dijo Talula.
- Te equivocas, que no hayas sabido usar tus habilidades femeninas, además yo tengo pruebas de que causaste la muerte de la Reina Serena.
Tengo escondidas las escamas de ella en mi poder, puedo mostrar al rey quien causó la estampida de los tiburones hacia ella, sino me equivoco ella acababa de dar a luz y el aroma a sangre qué desprendió hizo qué estos enloquecieran más, sin embargo tú me robaste una de mis posiones y se lo distes para que atacarán a la reina. - Dijo Mélusine con una amabilidad fingida.
-¿Escamas? Eso no prueba nada. - Dijo Talula.
-Para ti son nada, pero yo puedo mostrar con ellos lo que la reina vio antes de morir, quizás si se lo muestro al rey no tenga qué seguir viviendo como desertora entre estas personas - Dijo Mélusine mientras bebia el café americano que le había traído el mesero.
- ¿No serias capaz? ¿O si? - pregunto Talula ya que un miedo se empezó apoderar en su corazón al escuchar a Mélusine.
-Si me pagas, no tendría que hacer tal cosa ¿Verdad? - Dijo Mélusine.
-¿Qué es lo que quieres? - Dijo Talula.
-Eres la única que puede entrar al palacio sin que sospechen, pero necesito algo que no van a extrañar, la caracola dorada de Tritón y el tentáculo del kraken. - Dijo Mélusine.
- Pero eso son objetos sagrados, claro que se darán cuenta que hacen falta, ¿Y para que lo quieres? - Dijo Talula.
-¿No puedes conseguirlo? Entonces visitare al rey, tengo tantas cosas que platicar con él. - Dijo Mélusine sabiendo que tenia todas las cartas a su favor.
-Si... Dame dos dias, iré por ellos. - Dijo Talula.
-Iré contigo, y me los entregaras después que salgas del palacio - Dijo Mélusine algo desconfiada de Talula.
-Como desees, pero recuerda que estamos retirados algo del mar. Ven a mi encuentro mañana temprano, nos iremos en el helicóptero de la empresa. - Dijo Talula a Mélusine.
La bruja del mar Mélusine desconfiaba de Talula, sabia que ella era capaz de muchas cosas.
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Mientras tanto Lars y el general investigaban a fondo lo que me había sucedido en su ausencia.
-Hay algo que quiero que investigues, necesito saber cuantos han nacido con la marca de la bendición, uno de estos es el desertor - Dijo Lars a Lucio el General.
-Tendría que hacer un censo, de ver cuantos han nacido con la marca de la bendición, llevara algo de tiempo - Respondió Lucio el general al Rey Lars.
- Es primordial qué el censo sea discreto, no quiero que se den cuenta que andamos buscando al desertor - Dijo Lars.
-Así será su majestad - contesto Lucio el general.
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Mientras tanto Apolo, Susana y Darío, habían llegado ya cerca de su destino.
Pronto Susana podría ver de nuevo a su padre.
Sin embargo sentía nervios, realmente qué le diría al ver a su padre.
-¿Por que se había dado por muerto su Padre?- se preguntaba Susana mientras sujetaba al pequeño Darío.
Apolo venía de regreso hacia ellos con los boletos en la mano.
Sin embargo Apolo se veía tan brillante, su personalidad alegre y positiva , su manera tan dulce de tratar a Darío.
Por que nunca lo había notado se pregunto Susana.
Me tenías triste pensé que nos habías abandonado