Leonardo Salvatore, un empresario italiano/español de 35 años, ha dedicado su vida al trabajo y a salvaguardar el prestigio de su apellido. Con dos hijos a su cargo, su concepto del amor se limita a la protección paternal, sin haber experimentado el amor romántico. Todo cambia cuando conoce a Althea.
Althea Salazar, una colombiana de 20 años en busca de un nuevo comienzo en España para escapar de un pasado doloroso, encuentra trabajo como niñera de los hijos de Salvatore. A pesar de sus reticencias a involucrarse emocionalmente, Althea se siente atraída por Leonardo, quien parece ser su tipo ideal.
¿Podrá su amor superar todo? ¿O el enamoramiento se acabará y se rendirán?
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Parte 21 (+18)
Althea
Tenía miedo de hacerle la pregunta de que éramos, pero no pensé que esa sería su respuesta.
—¿No éramos novios desde que aceptaste mis sentimientos? —Me pongo pálida, ¿de verdad llevaba tanto tiempo en una relación y no me había dado cuenta? —¿Estás bien? —Se acerca para acariciar mi cabello, sabía que eso me calmaba.
—Sí, pero no sabía que llevábamos tanto tiempo de novios.
—¿Cómo funciona en tu país?
—Es pedirlo, pensé que simplemente me estabas comiendo de alguna forma —Confieso, él me mira con una ceja enarcada.
—Mi princesa, no es mi estilo, yo sé que la quiero a usted como la mujer de mi vida, esposa, socia, lo que usted quiera —Siento que nuevamente las lágrimas empiezan a querer salir, Leonardo se acuesta a mi lado y me pone contra su pecho para acariciar mi cabello —Todo estará bien, yo no soy todos esos estúpidos que han pasado por tu vida.
—Lo sé —Me quedo así unos segundos mientras me calmo —Esto no sirve mucho para la calentur*a —Le digo riendo, su pecho vibra cuando suelta su risa.
—Quiero que ambos queramos sentir al otro, no tiene ningún sentido que solo yo pueda estar firme.
Un consuelo que hace un tiempo había escuchado, pero esta vez era de la persona correcta, la persona que de verdad quería algo serio conmigo.
Dejo de ocultar mi rostro y lo miro, sus ojos eran muy lindos, brillaban como ninguno, me acerco para darle un beso, él sigue mi beso, ambos nos dejamos llevar por el beso y cuando menos lo pienso puedo sentir su miembr en mi traser
—Ya estás contento por un beso.
—Es que te imagino en muchas posicion*es y me caliento de más.
—Qué chistoso —Me rio y se pone sobre mí.
—Ahora que estás feliz, ¿si me vas a permitir estar contigo? —Asiento con una sonrisa, tenía miedo, pero haría esto con miedo —Muy bien, mi princesa, si quieres parar así me cueste haré lo posible para hacerlo.
—Sí, soy toda tuya —Murmuro un poco nerviosa, puedo ver como sus ojos brillan de más cuando me escucha decir eso.
Era incómodo que incluso en la oscuridad pudiera ver ciertas cosas, pero no esperaba que hiciera eso de una, puso mis piernas arriba y separo mis labios vagin*les con sus dedos, siento su lengu*a en ese punto que me hace temblar.
—¿Es la primera vez que te hacen esto?
—Sí —Respondo casi ahogada cuando vuelvo a sentir esa lengu*a en mi clit*oris, mierda jamás me habían hecho esto, ningún hombre se había dedicado al cien en solo mi placer.
—Entonces haré bien mi trabajo —Es lo último que escucho, porque mete de lleno de boca a ese lugar, solo puedo sentir mi cuerpo vibrar, no sabía como describir lo que estaba pasando, solo era capaz de gem*ir y gritar su nombre una y otra vez. Siento como mis piernas empiezan a temblar en exceso y siento ganas de orin*ar, pero no para aunque le grité.
—Dios —Es lo último que grito cuando llego a mi primer orgasmo, ¿esto era un orgasmo? Mi cuerpo temblaba, había quedado mal.
—Mi princesa, no aguanto más, quería tratarte especial, pero no soy capaz —Su voz más ronca, se relame sus labios y con su mano quita algunos fluid*os de su barba, se baja un poco más el pantalón y veo como su miembr*o entra en mí y chillo.
Era gord*o y me estaba abrie*ndo de verdad, jamás me había pasado eso, ¿era por qué hacía mucho no lo hacía? No sé, pero gem*í fuertemente.
—Más fuerte —Jade*o mientras llega al fondo, definitivamente era el mejor de todos, estaba temblando y después de ese orgasmo había quedado demasiado sensible, no paraba de gem*r, pero algo en mi cerebro se acabó cuando dio en cierta zona que me hizo poner los ojos en blanco.
—Jodida mierda, eres el pecado en persona —Murmura él sin detener su movimiento.
No sé cuando pasó, pero nos vinim*os, mientras ambos respirabamos agitados, me ordeno.
—Ponte en cuatr*o, princesa —Me ordena Leo —Quiero ver ese grandioso traser*o hacia mí.
No dudo en hacerle caso y así por horas se desquita conmigo luego de casi un año de conocerlo, me confiesa en medio de todo eso que desde el primer día quiso verme de ese modo, gimi*endo su nombre y temblando de plac*er tan intenso por culpa de él.
No sé cuando se hace de mañana, porque apenas abro los ojos puedo sentir sus ded*os en mi interior, lo peor era que se sentía tan bien que no me quería negar a nada de eso.
—Leo, ¿siempre fuiste así de calient*e? —Le pregunto en medio de un gemid*o.
—Sí, princesa —Gruñé mientras frota su miembr*o en mi traser*o, de verdad le encantaba —Llevaba años sin hacer nada y tú eres demasiado para mí.
—¿Años? ¿Cómo nació Pablo? —Chilló cuando vuelve a entrar en mí, este hombre era de verdad un loco por el sex*o.
—Princesa, creo que dejaste de razonar, porque ya te había dicho que no era hijo mío —Con cada palabra era una embestid*a, no me dejaba razonar las palabras —Encontré a la indicada.
Después de la última sesión, me lleva al baño donde ha preparado la bañera.
—Eres muy dulce —le digo, y él se ríe.
—Es lo mínimo después de dejarte en ese estado.
—Tienes un punto —ladeo la cabeza hacia atrás mientras enjabono mi cabello. Me siento como una niña pequeña.
—Me está palpitando —comento.
—Lo sé, no estás acostumbrada a esto. Si empiezas a sentir dolor, avísame y llamaré a una doctora —me gusta cómo enfatiza que sea una mujer.
—Celoso —bromeo mientras me pongo la ropa interior.
—Sí, pero sé que tú también lo eres. Puedo ver cómo tus ojos se entrecierran cuando me ven con alguna otra empleada.
—Claro, ya está confirmado: tú eres solo mío —lo señalo—. Eres totalmente mío, ¿de acuerdo?
—Claro, así como tú eres mía —gruñe antes de darme un beso—. No te exijas demasiado hoy. Le pediré a alguna empleada que te ayude con los niños.
—Está bien —me ajusto la camisa y entonces escuchamos la voz de Marini.
—Señor, tenemos una emergencia —Leo corre a abrir la puerta para ver qué sucede. Su secretario muestra algo en la tablet del trabajo desde lejos, y al cruzar miradas conmigo, me doy cuenta de que sabe que estoy aquí.
—Maldita sea —escucho la voz del italiano/español, y me acerco para mirar.
“Althea Salazar, ¿niñera, amante o futura Salvatore?” Un titular en grande de una noticia. ¿Cómo habían averiguado mi apellido? Incluso estaban todas mis redes sociales. Cierro los ojos temblando. Esto no puede estar pasando. ¿Todo mi pasado volverá? Mierda, y mil veces mierda.