Introducción En un mundo donde todo está cambiando, debemos enfrentar nuestras virtudes y debilidades, pero sin olvidar el amor. Esta es la historia de Valeria, una abogada dedicada a ayudar a otras mujeres. Después de su trágico rompimiento, se dedicó enteramente a su profesión. Sin esperarlo, conoció de nuevo el amor, ese amor sincero en el que te da estabilidad. Claro no todo lo que brilla es oro, ya que este caballero viene con una sorpresa que le cambiará por completo la vida. El caballero que conquista a Valeria, es un hombre mayor, viudo, que al vivir en constante conflicto con sus hijos, lo hace huir lejos de todo para buscar la tranquilidad que le han arrebatado, la traición viene de quien menos lo esperas. Pero el destino le tenía preparado una recompensa por todo el dolor que había experimentado. Al mismo tiempo disfrutaría de nuevo del amor y la pasión.
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Sin Caretas
Capítulo 22
Federico había tenido una mala noche, así que Valeria lo dejó descansar. Decidió bajar para pedirle a Delia que la comunicara con José Luis.
—Buenos días cuñado.—saludó Valeria
—A tus órdenes.—respondió José Luis
—Mi esposo tuvo una mala noche, quería pedir de tu apoyo para que hoy se tome el día. ¿Podrías encargarte de todo?.—preguntó Valeria
—Esta bien, yo me encargo. Me imagino que es por sus hijos. Yo hablaré con ellos, no dejes a mi hermano, él te necesita.—respondió José Luis
—Descuida, gracias por ayudarlo tanto.—dijo Valeria y colgó.—Gracias Delia.—dijo Valeria
—Estoy para servirla señora.—respondió Delia
—Por favor Delia prepara una charola con el desayuno para mí y mi marido, desayunaremos en la habitación.—dijo Valeria
—Si señora de inmediato.—respondió Delia, Valeria se dirigió hasta el comedor.
—Buenos días.—saludo Valeria
—Ahora no podré desayunar tranquila en mi casa, hasta que te hayas largado intrusa.—decía Marbella
—Vale qué malo por ti, porque no me voy a ir, no acostumbro a cumplir caprichos.—decía Valeria
—Solo llegaste a destruir a mi familia, pero primero te voy a destruir yo a ti.—le advertía Marbella
—Se te ve el plumero, no te tengo miedo, estás haciendo un lío, estás como una cabra. a mi puedes decirme, insultarme y todo lo que quieras, te sabré responder, pero si vuelves a lastimar a tu padre o a tu hermana, ahí si no respondo, ellos son mi vida. Si tú los lastimas no me voy a contener, no me subestimes, no hay enemigo pequeño.—le advertía Valeria
—Que rápido te quitaste la careta, le voy a decir a mi padre que me amenazaste.—decía Marbella
—Díselo, yo no lo negaré jamás, entre tu padre y yo no hay secretos, ahora entiendo porque él los quería lejos de nosotros, los ama pero aún así, no permitiré que le hagan daño. No uso caretas, solo tengo un rostro, no voy a comerme el coco para ganarme el cariño, tanto de ti como el de tu hermano, podemos vivir en paz o en guerra ustedes deciden. Si algún día salgo de esta casa, será con mi esposo e Ingrid a mi lado. El que avisa, no es traidor. Ten un buen provecho.—dijo Valeria y se dio la media vuelta.
—Maldita sea como te odio.—dijo Marbella y arrojó el vaso de jugo contra el piso
Valeria no era la típica mujer que se dejaba, tampoco iba a buscar conflictos, pero no le gustaba las injusticias. Lo que pensaran ambos de ella, no le quitaba el sueño. Delia se la encontró en la escalera.
—Dámelo Delia, yo lo llevo.—dijo Valeria
—Como cree señora, al señor no le va a parecer que usted haga lo que me corresponde.—respondió Delia
—Tu déjamelo a mí, no pasa nada. Gracias.—decía Valeria, sin duda ella era la mujer ideal para Federico, eso alegraba a Delia.
Valeria entró a su habitación, en ese momento Federico despertó.
—Buenos días guapo, te traje el desayuno que preparo especialmente Delia para nosotros.—saludó Valeria
—Buenos días mi vida, ya se me hizo tarde para ir a la empresa.—respondió Federico
—Claro que no, usted se va a quedar conmigo todo el día, pedí el apoyo de José Luis para que se encargara de todo hoy. Así que hoy mi esposo me va a llevar a conocer la ciudad. Por cierto me encontré a tu hija en el comedor, puse las cartas sobre la mesa.—dijo Valeria
—No puede ser, cariño tenles paciencia, quiero que haya tranquilidad entre ustedes.—dijo Federico
—Yo también eso quisiera, pero no va ser posible, si me muestro como alguien vulnerable no voy a poder lidiar con la situación. De una vez te digo no pienso desgastarme en agradarle a tus hijos, tampoco voy a dejar que ellos me humillen y me pisoteen. Así que no gastes esfuerzos, no quiero que se dañe más tu relación con ellos, por favor deja que yo lo maneje, si algún día me aceptan que bueno y si no no pasa nada.—dijo Valeria
—Sabes, amo tu honestidad. Pero no voy a dejar que te ofendan los conozco.—dijo Federico
—Eso no me importa, lo único que quiero es que tú estés tranquilo, ya no hablemos de ello. Solo ten la certeza que no buscaré conflicto, pero tampoco puedes obligarlos a aceptarme. Así que desayunemos porque esta ciudad se ve enorme.—dijo Valeria
Federico estaba bastante asombrado de la fuerza de Valeria, era la persona en la que podía confiar siempre. Aunque si le hubiera gustado que sus hijos se llevaran bien con ella, su esposa tenía razón no era bueno forzar nada.
Terminaron el desayuno, y ambos salieron de casa. Federico avisó que no llegarían para comer, él quería que recorrieran la ciudad.
Mientras recorrían paseo de la reforma que es una de las avenidas emblemáticas de la ciudad, le decía en cual edificio estaba telecomunicaciones Faberman. También la llevó a recorrer el castillo de Chapultepec y el museo de historia.
Valeria se sentía contenta, pero a su vez extraña por todos los guardaespaldas que andaban detrás de ellos. Sentía nostalgia de cuando paseaban por Madrid solos, pero eso se había acabado.
—Vamos a ir a comer a San Ángel Inn, te va a encantar el lugar, está cerca de la televisora que también pertenece a nosotros. Si quieres podemos ir para que veas cómo se hacen los programas.—decía Federico
—Si, me encantaría.—respondió Valeria
Ella se dedicaba a leer, y sobre todo a su trabajo. No sabía mucho de artistas y esas cosas. Pero en México solo era la esposa de uno de los hombres más importantes del país. Así lo había dicho una de las reporteras cuando la entrevistó. No sabía nada de negocios, pero si podía buscar su propio camino.
Después de la comida llegaron a la televisora, todos conocían a su jefe. Lo saludaban al pasar, él era muy amable con todos. Al entrar a las oficinas, había una foto de él, cuando era más joven.
—¿Te gusta más ese Federico?.—preguntó
—No, porque ese Federico y yo no nos hubiéramos conocido.—respondió Valeria
—Amo que tienes una respuesta para todo. Ven vamos a los foros.—dijo Federico mientras la tomaba de la mano.
El le explicaba cómo adquirieron la televisora, y como se ha ido innovando con el tiempo. Pudo ver cómo se grababa las novelas, era el trabajo de muchas personas para poder lograr una escena. También saludaron a Gabrielle, estaba maquillando a las actrices de una novela de época, eso sí era un arte.
—Estoy maravillada con todo aquí, es increíble.—decía Valeria
—Si, suelo venir pero no tanto, solo cuando hay eventos muy importantes. También soy dueño de un equipo de fútbol, de algunas estaciones de radio, telefonía, internet y algunas licitaciones gubernamentales. También tenemos inversiones en hoteles, restaurantes y hasta una cadena de pastelerías.—le decía Federico
—Vale, lo bueno es que tienes el control de todo. me alegra por ti cariño, eres un campeón.—decía Valeria
—Perdóname por no habértelo dicho, no lo estaba ocultando simplemente quería ser un hombre común a tu lado.—decía Federico
—Me siento orgullosa de todo lo que has logrado de verdad, además no me conocías, que tal si resultaba ser una trepadora. Aunque mi lema es lo que es del César al César, y lo de Dios, a Dios .—respondió Valeria
—No fue por eso, lo nuestro sucedió tan rápido, que me hiciste olvidar todo, inclusive lo mal que lo tomarían mis hijos. Ahora sé que me equivoqué en darles todo, debí buscar ayuda correcta y no consentirlos. Pero quería que fuera más llevadera la ausencia de su madre.—decía Federico
—Yo crecí sin mis padres, y solo me esforcé por corresponder a mi tía lo que hacía por mi. Pienso que eso depende de cada persona y de su forma de ser, a tus hijos les falta gratitud. Pero eso no es tu culpa, porque Ingrid no es como ellos, es dulce, amorosa y te admira, cuida de ti. Ella se parece a ti.—le decía Valeria
—Tu me haces sentir mejor, eres muy madura para tu edad. Te amo.—dijo Federico y le dio un beso.
Continuaron con su recorrido por las instalaciones, Valeria tenía que buscar la manera de enfrentar todo, sin lastimar a su esposo, después de todo eran sus hijos y le importaban más de lo que él quería reconocer.
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