¿EL PECADO ES EL ÚNICO CAMINO? UN AMOR PROHIBIDO NACIDO DE UNA MALDICIÓN...
Aiden, un hombre al borde de los cuarenta, huye con su sobrina y se convierte en el "conserje" de la mafia, limpiando escenas del crimen. Ambos esconden un oscuro secreto: son Shadowborn, seres mitad vivos y mitad muertos, destinados a procrear con sus propios sobrinos-tíos y así perpetuar una ancestral maldición. Aiden lucha contra el amor prohibido que su sobrina, de manera enfermiza, le profesa. Sin embargo, una amenaza los arrastra al "otro lado," un lugar donde un macabro juego podría otorgarles la libertad, pero a un precio que desafiará todos sus límites. ¿Será capaz Aiden acabar con la maldición? ¿Podrá liberar a su sobrina de aquel amor maldito entre ambos? ¿O vagarán en la oscuridad por toda la eternidad?
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CAPÍTULO 23
El reloj marcaba las 1 del medio día, cuando Aiden arribó al apartamento que compartía con su fallecida sobrina. Asegurando su automóvil en el parqueadero exterior, salió de este con sus ojos cubiertos por unas oscuras gafas de sol y su maletín en la espalda.
Si bien su malestar había mejorado con la medicina que le dieron después de hablar con Anna, aún se sentía un poco mareado y el dolor de cabeza seguía a todo dar. No podía subir su mirada o ver la luz rebotar en el piso de cemento, cuando el de inmediato cerraba sus ojos a causa de la sensibilidad que tenía.
Ignorando el saludo de algunos de los vecinos, quienes aún desconocían la razón por la ausencia de su sobrina, subió de inmediato por las escaleras hasta su apartamento. Ya estaba acostumbrado a no hablar con nadie, ignorando cuanto podía, y aquella vez no sería la excepción.
—¡Rosemary, ya llegué!—dijo cerrando tras de sí la puerta.
Notando la oscuridad del lugar, así como su silencio, por un momento su corazón se detuvo. Había tenido unos cuantos segundos de lapsus mental, apenas pasó por el marco de la entrada, que la costumbre había primado por encima de la realidad y saludó inconscientemente a la nada.
—¡Para ya, Aiden!—se repitió en voz baja—ella ya no está...
Tuvo que recostarse un momento contra la puerta, asimilando una vez más el crudo hecho de que su sobrina ya no estaba. Aunque su mente lo sabía, su corazón quería seguir negándose a ello. Dándose un leve pellizco en el brazo, se obligó a continuar con sus planes.
Dejando su maletín encima de la mesa, se dispuso a buscar en el trastero algunas de las cosas que había preparado para ese día. Moviendo unas cajas, pudo encontrar la caja fuerte que había escondido con algunas cosas un tanto peligrosas.
En esta, sacó un libro cubierto de cuero marrón, una caja con velas negras y otra caja con latas de pintura negra. Estas dos últimas cosas, tuvo que ir a una iglesia ocultista, oculta en medio del bosque, y dar casi todos sus ahorros para que allí las maldijeran.
Para lo que necesitaba hacer, debía impedir que la presencia de Dios estuviera cerca, y para eso la luz debía ser bloqueada. Se pasó casi toda la tarde pintando cada una de las ventanas, provocando que de estas no se filtrara la luz del exterior.
Sin embargo, para estar seguro, decidió cambiar cada cortina por unas más gruesas, asegurándose que fuera difícil que algún rayo de luz rebelde entrara. Una vez finalizó aquella tarea, antes de que la noche iniciara, se dispuso a quitar cada una de las bombillas que había en el apartamento.
Finalmente, se dispuso a colocar cada una de las 30 velas que le habían dado, creando un camino que iba rumbo al baño. Al encender cada una de las velas, notó que la luz amarilla, característica de las llamas, había sido cambiada por un color rojizo.
Asociándolo al hecho de que aquellas velas estaban malditos, sacudió su cabeza para concentrarse en lo que debía hacer a continuación. El libro que le habían dado, que en realidad contenía hojas en blanco, lo colocó al lado de la bañera.
Previamente, habiendo llenado la tina con bastante agua, se aseguró que no hubiera saltado ningun solo paso. Al ser hijo ilegítimo de los Valentine, siendo llamado de manera discriminada como “Mixto", seguía siendo un Shadowborn: un humano con la mitad de su alma muerta, debido a una maldición con la que nació.
Por consiguiente, la mitad de su alma muerta era capaz de moverse entre mundos y el mismo bajo astral, aunque su otra parte viva estuviera en el mundo real. Era algo similar a un Doppelganger, debido a la similitud entre ambos, pero en este caso solo era su otra mitad muerta y no un espíritu impostor que quisiera apoderarse de su vida.
Sí, quería tener toda la ventaja posible, en comparación a los Valentine, sobre todo a su medio hermano, quien tenía acceso directo al "Otro lado" debía confrontar y negociar con su otro yo. Suspirando con pesadez, notando que pronto su reloj marcaría las 10 de la noche, comenzó a quitarse su ropa.
Apagando su celular, asegurándose de no ser molestado ni siquiera por Anna, frunció el ceño al sentir el agua de la tina, como si se tratasen de miles de agujas frías, enterrándose en cada centímetro de su piel. Con su corazón latiendo cada vez más rápido, procedió a cortarse las muñecas con una navaja.
Mirando por última vez al libro que estaba en el piso, al lado de la tina, se aseguró de que la sangre de muñeca derecha cayera en este. Mientras que la sangre de su otra muñeca teñía de rojo el agua, poco a poco la oscuridad lo fue invadiendo, aumentando la pesadez que ya sentía desde que había despertado.
"No pudiste protegerla...Aiden..."
"Eres un cobarde, en un mundo tan podrido cómo este, ¿por qué no la hiciste tuya?"
"¡Ella quería ser tu mujer!"
"Tu hermano debe estar avergonzado de ti"
"Solo ríndete"
"¡No mereces vivir! ¡Dame tu cuerpo!"
Cada palabra que escuchaba decir a su otro yo, se sentían como dagas directas en su ya herido corazón. Aunque estaba en la oscuridad absoluta, seguía casi consciente, escuchando intensamente cada sonido a su alrededor. Desde las gotas salpicando el libro, sus latidos cada vez más lentos y los extraños pasos de otra persona en el apartamento.
Sentía su piel erizarse, no solo por el frío del agua, sino por la entidad que había llegado con aquella invocación. Al ser la única persona física allí, el silencio amplificaba los pasos de quien creía era su otro yo. Sin saberlo, las velas se movían, como si hubiera una corriente de aire.
Aunque ya estaba más que acostumbrado a ver cosas paranormales, el enfrentarse a la parte muerta de su alma se sentía distinta. Ejercía sobre él una especie de presión muy grande, que a duras penas podía controlar.
Recordando la vez que hizo a Rosemary suya, el cómo la amaba mientras la tenía bajo sus sábanas y ella gemía su nombre, intentó armarse de todo su valor en espera de su otro yo.