"Ser una cobarde en el amor, ¿te puede costar tu propio corazón? Freya seguirá huyendo de sí misma."
Tendrá que decidir entre el amor o la pasión
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Esta historia es solo amor entre chicas
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Capítulo 12: ¿Quien es esa mujer?
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Esa noche reímos y comimos como solíamos hacerlo a menudo. Charlotte, siempre tan tranquila, se recostó a mi lado mientras ambas observábamos la fogata. El cielo estaba tan lleno de estrellas que me quedé contemplándolo por horas, sumida en pensamientos que no quería enfrentar. No era solo el paisaje lo que me mantenía en silencio, sino la sensación de que algo en mi interior se agitaba. Había algo entre Charlotte y yo que se sentía cómodo, cálido, pero también algo que me hacía sentir extraña.
El crujir de la leña me ayudó a salir de mi trance, y al mirar a Charlotte, vi cómo sus ojos se cerraban lentamente. En poco tiempo, su respiración se hizo más profunda y uniforme. Dormida, se veía tan dulce, tan ajena a las tormentas internas que a veces compartíamos. Nada que ver con la mujer que a veces gritaba o se enojaba conmigo. De hecho, en esos momentos era casi irreconocible.
Apagué la fogata con cuidado, observando cómo las últimas llamas se apagaban lentamente, como si intentaran resistirse al inevitable silencio de la noche. Con un poco de esfuerzo, la cargué de espaldas para llevarla al dormitorio. No era especialmente pesada, pero aún así me costó un poco. Había algo en el hecho de cargarla, de tenerla tan cerca, que me hizo sentir una mezcla de ternura y ansiedad. Quizá era la vulnerabilidad que compartía conmigo en esos momentos, o tal vez el hecho de que, por un instante, era la que controlaba la situación.
Mientras la llevaba, ella, entre sueños, me abrazó. Supongo que se dio cuenta de que era yo quien la cargaba, porque suspiró y volvió a dormirse. Charlotte podía ser muy descuidada a veces, pero esa vulnerabilidad suya me enternecía. Me preguntaba si ella alguna vez notaba la forma en que me entregaba por completo a ella. Como si fuera la única persona que podía cuidarla, o al menos esa era la sensación que me invadía en ese instante.
Una vez en la cama, me recosté a su lado. El frío de la noche era palpable, calando mis huesos, por lo que la arropé bien. Ella se acomodó contra mi pecho como una niña pequeña, buscando calor y seguridad. Cerré los ojos y me dejé llevar por la tranquilidad del momento, aunque en el fondo sabía que no podía escapar de lo que realmente sentía. Me sentía atrapada entre mi lealtad a Charlotte y mi creciente deseo de algo más, algo que no podía nombrar.
A la mañana siguiente:
Despertamos temprano, el sol apenas comenzaba a iluminar las sombras de la cabaña. Charlotte, como siempre, estaba llena de energía. Nos compartimos un desayuno ligero, el aire fresco del amanecer nos rodeaba mientras charlábamos, pero en el fondo, no podía evitar pensar en lo que había sucedido la noche anterior, en las marcas que Min-ju había dejado en mi piel y lo que eso significaba para Charlotte. Aunque no lo dijiera en voz alta, sentía que había algo roto entre nosotras.
El plan del último día, antes de regresar a la ciudad por la tarde, era salir a pescar. Charlotte, por alguna razón que nunca entendí del todo, adoraba pescar. Podía pasar horas sin atrapar nada y aún así reír como una niña emocionada. Pero hoy, con la confusión rondando en mi mente, ni siquiera eso me parecía tan atractivo. ¿Podía realmente disfrutar de algo como antes, con todo lo que se estaba acumulando en mi interior?
—¿Lista con tu caña de pescar, cariño? —preguntó emocionada, como si fuera una niña pequeña.
Su entusiasmo era contagioso, pero una parte de mí quería escapar de esa realidad que ella me presentaba tan feliz, tan perfecta. La veía con una sonrisa inocente, ajena a todo lo que estaba pasando en mi interior. Me sentí culpable por no ser capaz de disfrutar del momento con ella, por no compartir la misma emoción.
—¡Sí, uuu-raa! Vamos —respondí con sarcasmo, lo que provocó que me dedicara un puchero adorable.
A decir verdad, me aburría sentarme junto a ella mientras intentaba pescar solo para que, al final, devolviera los peces al lago. Pero me gustaba verla feliz, tan libre de preocupaciones, como si el mundo no estuviera lleno de complicaciones. Aunque yo sí sentía esas complicaciones, las que me destrozaban poco a poco.
Por suerte para los peces, o tal vez por desgracia para ella, no pescó nada esa mañana. Charlotte estaba un poco decepcionada, pero su ánimo no decayó del todo. A pesar de todo, mantenía una sonrisa en su rostro. Esa sonrisa que parecía tener la respuesta a todo. Esa que a veces me hacía sentir como si todo estuviera bien, cuando en realidad no lo estaba.
Por la tarde, regresamos a la ciudad mientras escuchábamos música de fondo. El viaje había sido relajante, como un respiro que ambas necesitábamos antes de retomar nuestras clases al día siguiente. Pero a medida que nos acercábamos a la ciudad, la calma que sentía empezaba a desmoronarse. Había algo en el aire, algo en la manera en que Charlotte y yo nos mirábamos, que me decía que nada volvería a ser igual.
Cuando llegamos a la ciudad, decidí invitarla a comer algo. Nuestros estómagos rugían de hambre. Fuimos a un restaurante cerca de mi casa, un lugar acogedor y tranquilo. Charlotte pidió pescado, claramente todavía obsesionada con la idea de los peces que no había atrapado esa mañana. Yo pedí lo mismo, aunque en realidad no tenía mucha hambre. Solo quería distraerme, algo que me permitiera desconectar de la maraña de emociones que me atormentaban.
Nuestra comida transcurría tranquila, hasta que un ruido en la mesa a un lado nos interrumpió.
—Disculpe, ¿puede tomar nuestra orden? —escuché esa voz que conocía demasiado bien. Min-ju.
Charlotte la reconoció al instante. Frunció el ceño, pero optó por ignorarla. Ella no era de las que armaban dramas en público, y yo decidí seguir su ejemplo, concentrándome en mi comida. Pero algo en mi interior se tensó. El aire se volvió más denso, y una oleada de celos y frustración me invadió sin previo aviso.
Sin embargo, mi curiosidad me ganó. Observé de reojo la mesa donde estaba Min-ju y me di cuenta de que no estaba sola. Una mujer la acompañaba, y sus manos estaban entrelazadas de manera cariñosa. Mi mente se llenó de preguntas. ¿Por qué ella le tomaba la mano así? ¿Por qué le susurraba al oído con tanta familiaridad? Mis pensamientos se detuvieron cuando los ojos de Min-ju se encontraron con los míos. Su mirada tenía algo de desafío, como si quisiera presumir o asegurarse de que yo estaba celosa.
Me esforcé por ignorarla y volví a concentrarme en mi comida. Pero no podía evitar sentir una mezcla de emociones confusas que me pesaban el pecho. Celos, ira, miedo... y algo más que no quería identificar. Charlotte, a mi lado, permaneció en silencio, centrada en su plato como si nada hubiera pasado. Pero yo sabía que algo había cambiado. La calma de antes se había desvanecido, y el peso de lo que sentía se volvía más difícil de soportar.