Una integrante de inteligencia nacional muere por causas ajenas a ella. Piensa que hasta ahí acabo su vida, pero cuando cierra los ojos por última vez en su vida actual... los vuelve a abrir en un mundo diferente siendo está una chica que tendrá que enfrentarse a todos aquellos que quieren usarla para subir de estatus. ¿Encontrará el amor? ¿Qué es lo que hará?.
Acompáñame a descubrirlo.
Una ex agente reencarnada, un general frío como el hielo y muchas piedras en el camino para llegar a un mismo objetivo.
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Intensidad
Por otro lado el príncipe junto a sus acompañantes, habían llegado aún condado del este, tierras gobernadas por el conde Tomás y la condesa Sara, un lugar muy conocido por sus más hermosos paisajes, era fuente de atracción para quienes lo visitaban por el simple hecho de contar con dos lagos y varias casadas, así como una diversidad de animales silvestres y poco comunes. Al ver qué el príncipe había llegado el jefe de aquel poblado salió a recibirlo.
—Bienvenido su alteza, es una gran sorpresa tenerlo por aquí. Dígame si hay algo en lo que pueda ayudarlo y asi lo haré.— Saludo el jefe.
—Su alteza está comenzando su campaña para su próximo nombramiento como futuro Emperador del imperio Silver, está es nuestra primera parada, así que les agradeceríamos una buena hospitalidad. Mi nombre es Sandro Slifer, duque en la capital del imperio y además guardia personal de su alteza, el príncipe heredero Blair Soller.— Hablo el duque, ya que estaba prohibido que cualquier persona se dirigiera directamente a un miembro de la familia imperial.
—Muy bien señor, enseguida prepararemos todo para su estancia en este lugar y por cierto disculpe la pregunta, ¿será que tomarán en cuenta las opiniones de los habitantes del condado?, es solo que nuestro señor el conde Tomás ha estado descuidado a los habitantes de estás tierras y ya no sabemos que más hacer.— comentó aquel hombre.
—Sí, será una de los asuntos que trataremos, pero solo podrán dirigirse a mí directamente o a alguno de los secretarios que vienen con nosotros. Tienen terminantemente prohibido molestar a su alteza.— Aclaro el duque.
Así comenzó realmente la campaña que debía hacer el príncipe Blair, antes de que lo nombrarán oficialmente como próximo emperador de ese imperio. Fue algo desconcertante saber que aquel condado estaba sufriendo algunos problemas, tomando en cuenta que el imperio no había descuidado a sus habitantes en cualquiera de los dominios gobernados por algún noble. Por eso tanto el duque como el príncipe comenzaron una investigación y determinar así la causa del faltante de suministros para los habitantes de aquella parte del condado.
En cuanto a Lale, dejo que sus soldados entrenarán por su cuenta por un largo rato, solo a cargo de sus capitanes mientras que ella se retiro junto a los magos que se había llevado, los necesitaba para motivar a aquellos hombres que entrenarían en ese lugar.
De un momento a otro comenzaron a caer cientos de flechas y la mayoría de los soldados no pudo predecir aquel ataque. Algunos otros pudieron esquivar las flechas así sin más y trataron de averiguar quién era su enemigo porque no lograban ver a ningún hombre por ese lugar.
—¿Ahora se dan cuenta de lo inútiles qué son?, una simple oleada de flechas debe ser perceptible para ustedes, siempre deben estar alerta y nunca deben confiarse, ni siquiera de mí. El día de hoy le pedí a los magos que hicieran esto, son flechas que no los mataran, sin embargo quiero que tomen en cuenta que en este entrenamiento las sorpresas serán todos los días.— Aclaro Lale muy molesta.
—¡General!, ¿se da cuenta qué cualquiera pudo haber muerto?. Creo que no es justa la manera de entrenar a estos hombres.— Dijo uno de los capitanes a cargo.
—Si los quisiera muertos, yo misma los mataría y si no son capaces de aguantar este ritmo, será mejor que se retiren a sus casitas. ¡Escucharon todos!, a quien no le guste mi manera de entrenarlos, tiene todo el derecho de largarse.— Proclamó Lale y se retiró a su tienda.
En su mayoría, los soldados estaban algo asustados porque si pensaron que morirían, aún así no piensan desertar por un simple susto que su general les provocó. Éste acto hizo que aquellos hombres quisieran ser mejores y algún día quizás poder enfrentar a la mujer más fuerte que ellos habían conocido, su general.
—Solo quiero que no mueran el día que yo me tenga que ir del imperio, si todo lo que tengo planeado para su entrenamiento se logra, para mí será más fácil irme sin ningún tipo de culpa. Debo lograr que sean los mejores y eso no será fácil.— Se decía a si misma, Lale.
A partir de es día la general le daba sorpresas a sus soldados, un día aparecían golems creados de la tierra o había lluvia de flechas, también optó por provocar a algunas bestias salvajes para que atacarán a sus soldados. Aunque lo último se les hacía algo exagerado a los magos. Apenas había pasado una semana de entrenamiento y a pesar de eso, aquellos soldados mostraban un gran avance porque ya habían estimulado mejor sus sentidos de olfato, vista y oído. Eran capaces en su mayoría de predecir los ataques de la general, aunque siempre les faltaba mucho para poder vencerla en duelo.
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En el palacio se encontraba el emperador con sus consejeros, ya que habían estado revisando los informes que el príncipe enviaba diariamente y habían encontrado por fin la causa de la falta de suministros en la mayor parte del condado Irriarte, el que era gobernado por el conde Tomás y su esposa la condesa Sara.
—Su majestad, hemos investigado y nos dimos cuenta que el Conde no ha robado nada para si mismo, sino que el condado ha sido atacado varias veces por un grupo de bandidos y aunque el conde a intentado hacerles frente, esto le ha causado muchas pérdidas.— Dijo uno de los consejeros.
—¿Y por qué no han pedido ayuda del imperio?, la seguridad de su pueblo debe ser más importante para un gobernante. Envíen un mensaje al príncipe y díganle que ayude al conde a exterminar a esas escorias y se asegure de que la gente del condado se mantenga a salvo.— Habló el emperador.
—Si su majestad, así se hará.
Los consejeros se retiraron de aquel lugar a cumplir las órdenes que habían recibido.
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