El poderoso sultán Selin, conocido por su destreza en el campo de batalla y su irresistible encanto con las mujeres, ha vivido rodeado de lujo y tentaciones. Pero cuando su hermana, Derya, emperatriz de Escocia, lo convoca a su reino, su vida da un giro inesperado. Allí, Selin se reencuentra con su sobrina Safiye, una joven inocente e inexperta en los asuntos del corazón, quien le pide consejo sobre un pretendiente.
Lo que comienza como una inocente solicitud de ayuda, pronto se convierte en una peligrosa atracción. Mientras Selin lucha por contener sus propios deseos, Safiye se siente cada vez más intrigada por su tío, ignorando las emociones que está despertando en él. A medida que los dos se ven envueltos en un juego de miradas y silencios, el sultán descubrirá que las tentaciones más difíciles de resistir no siempre vienen de fuera, sino del propio corazón.
¿Podrá Selin proteger a Safiye de sus propios sentimientos?
NovelToon tiene autorización de Amilkar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Un dia mas de frustracion
No podía borrar ese momento de mi cabeza. Por más que lo intentara, por más que me repitiera a mí mismo que no significaba nada, que Safiye y yo éramos... lo que fuera que éramos antes de ese maldito beso, algo había cambiado.
Ahí estaba yo, con la espada en la mano, frente a uno de los soldados novatos, intentando entrenar. Cada estocada, cada movimiento que hacía, se sentía torpe, como si mis músculos estuvieran tan confusos como mi mente. Y no ayudaba que Kieran estuviera observándome desde la sombra, con esa sonrisa burlona que nunca faltaba en su rostro.
—Selin, si sigues atacando como un borracho, el chico te va a cortar en dos —gritó el general de los guerreros de Derya, visiblemente irritado.
Fruncí el ceño y levanté mi espada de nuevo. No podía dejar que esto continuara. Tenía que olvidarlo. Tenía que seguir adelante. Pero cada vez que cerraba los ojos, volvía a esa noche. A ese momento en el que mis labios encontraron los de Safiye.
¿Qué demonios significaba todo eso?
Safiye no había dicho una palabra sobre el tema. Para ella, todo seguía como si nada hubiera pasado. Reía, conversaba con los demás, y mientras tanto, yo estaba atrapado en esta maldita confusión. A veces, la veía desde lejos, la forma en que su cabello se balanceaba al caminar, o cómo sus labios se curvaban en una ligera sonrisa, y algo dentro de mí se retorcía.
Pero eso no podía pasar. No debía.
—Estás distraído, amigo —dijo Kieran, acercándose con esa maldita sonrisa suya, como si siempre supiera más de lo que debía—. ¿Te pasa algo que quieras compartir? Porque si sigues así, vas a terminar decapitado por ese crío.
Lo miré de reojo, intentando ignorar la punzada de verdad en sus palabras. Por supuesto que algo me pasaba, pero ¿cómo demonios iba a decirlo en voz alta? Si lo hacía, entonces sería real. Y lo último que necesitaba era que mis sentimientos hacia Safiye se volvieran reales.
—Estoy bien, Kieran —murmuré, levantando la espada de nuevo. Él solo soltó una carcajada suave, como si pudiera ver a través de mi fachada.
—Como digas, Selin. Pero sabes que no soy ciego, ¿verdad? —me dijo, dándome una palmadita en el hombro antes de alejarse. Y ahí quedó, la molesta realidad de que no podía esconderme ni de mí mismo.
La verdad era que me estaba distanciando de Safiye. Tenía que hacerlo. Era lo correcto, ¿no? Ella era joven, hija de Derya, y esto... esto no podía ser. Pero cada vez que la veía, cada vez que intentaba ignorarla, algo dentro de mí me empujaba a volver. A acercarme.
Pero ese beso...
Casi arrojo la espada al suelo cuando me di cuenta de que el novato había detenido el combate y me estaba mirando con evidente preocupación. Perfecto. Ahora hasta los nuevos piensan que estoy perdiendo la cabeza.
Dejé la espada a un lado y caminé hacia los establos, necesitaba un momento a solas para aclarar mi mente. ¿A quién engañaba? No había ningún lugar lo suficientemente lejos en este maldito castillo que pudiera ayudarme a escapar de lo que sentía.
Llegué a los establos y, mientras acariciaba a mi caballo, traté de respirar hondo, de encontrar algo de paz. No pasó mucho tiempo antes de que oí la voz de Safiye a lo lejos. Riendo. Siempre estaba riendo.
¿Podía ser tan indiferente a lo que había pasado? ¿O era que realmente no significaba nada para ella? Debía significar algo... para ella también, ¿no?
La risa se apagó en mis oídos, y sentí un nudo en el estómago. El corazón me latía con fuerza y sin darme cuenta mis pasos se dirigieron hacia ella.
La encontré en los jardines, rodeada de flores, con la brisa acariciando su cabello. Se veía tranquila, como si el mundo no la pesara como a mí. Como si no hubiera un conflicto en su interior. Y por un momento, me sentí un tonto por siquiera pensar que ese beso pudiera haberla afectado de la misma manera que a mí.
—Selin —su voz suave rompió el silencio, y cuando se giró para mirarme, sus ojos brillaban con esa chispa que siempre me desarmaba—. Has estado evitándome.
No era una pregunta, era una afirmación. Porque claro que lo había estado haciendo.
—No lo he hecho —mentí, aunque ambos sabíamos que no era verdad.
—Lo has hecho —replicó, su mirada fija en la mía—. ¿Por qué?
Cerré los ojos por un momento, tratando de pensar en algo, en cualquier cosa que pudiera decirle, pero no había palabras adecuadas. ¿Qué se suponía que debía decirle? "Te besé y ahora no puedo dejar de pensar en ti, pero no podemos estar juntos porque todo esto está mal." No, no podía decirle eso. No podía.
—No es nada, Safiye —dije finalmente, mi voz más débil de lo que me hubiera gustado—. Solo... estoy cansado.
Ella arqueó una ceja, claramente no creyéndome. Y lo peor de todo era que, en ese momento, deseé poder decirle la verdad. Deseé poder tomar su mano y decirle lo que sentía, pero no lo hice.
—Si tú lo dices —respondió, dándose la vuelta para volver a lo suyo.
Y ahí estaba de nuevo, esa indiferencia que me volvía loco. ¿Cómo podía ser tan fácil para ella?
Me quedé observándola mientras se alejaba, una parte de mí queriendo ir tras ella, y otra sabiendo que no debía hacerlo. No podía.
Pero... ¿cuánto tiempo más podría mantenerme lejos de ella?