Una noche entre los brazos de Nicolás Thompson, cambiará por completo la vida de Anna Brown.
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Una sorpresa.
Anna Brow
Por favor, vamos a la mesa. — Dice mi madre con una sonrisa amable en su rostro.
— Tienes razón querida, ya esperamos bastante por tu hermosa hija. Creo que empieza a hacerse un poco tarde. — Otra vez contraataca la bruja.
— No exageres mamá, no es para tanto. — Interviene Matt.
— Disculpen a mi hija, llegó algo cansada de la universidad.
— De hecho, querida suegra, hoy tuve más horas libres que de estudio, lamento haberme quedado dormida una vez estuve aquí. — Mi madre me reprocha con la mirada, mientras mi suegra me mira con ese gesto de desaprobación y a la vez un deje de superioridad, se da la vuelta y camina rumbo a la mesa donde se encuentran los demás. Mi madre la sigue y unos pasos más atras Matt y yo.
— No debiste decir eso. Es mi mamá y merece respeto. — ¿En serio?
— ¿y es qué yo no? — Replico.
— No he dicho eso.
— Pero tampoco hay alguna objeción de tu parte cada vez que me agrede.
Llegamos a la mesa, Matt y yo nos sentamos uno al lado del otro. Mientras nuestros padres se ponen de acuerdo en la sociedad que crearan una vez Matt y yo estemos casados. Nuestras madres, hablan de los detalles de la boda, en realidad entiendo que quieran que todo sea perfecto y que deseen hacerse cargo ¿pero al grado de elegir mi vestido de novia? y peor aún, sin tener en cuenta mi opinión.
— Anna, me ha llamado la diseñadora para pedir que mañana te acerques a medirte el vestido, ya que al parecer está listo. — Dice mi madre.
— lo ves querida, no me equivoqué al elegirla a ella, es la mejor y va a lograr milagros contigo. — Es la voz de mi suegra sacándome de mis pensamientos. Siempre con la doble intención en cada una de sus palabras.
— Seguramente ya los ha hecho con usted, ¿cierto?
— ¡Creo que es hora del postre! — Exclama mi madre, para distensionar el ambiente.
Como por si fuera poco, Matt empieza a acariciar mi pierna por debajo de la mesa, poco a poco se acerca a mi zona íntima y es algo muy incómodo, detengo disimuladamente su trayectoria.
— ¡Anna! — Es la voz de mi padre un poco elevada, pero no tanto para considerarla un grito. — ¿Se habrá percatado de las manos inquietas de Matt? Espero que no.
— Dime papá. — Contesto un poco aturdida.
— No estás contestando a las preguntas de tu suegra. — Estaba tan concentrada en controlar a Matt, que me desconecte de lo que sucedía a mi alrededor.
— Lo siento, me encuentro algo indispuesta, ¿puedo retirarme? — Y automáticamente, aparece la mirada con desdén de mi suegra ¿Quién diría que una mujer tan culta podría ser una completa arpía?
— Si me lo permiten, yo puedo acompañarla a su recámara — dice Matt, y yo cruzo los dedos para que mi papá se oponga. Desde aquella noche me siento una traidora cada vez que se acerca o quiere entrar en contacto conmigo.
— Adelante hijo, por favor asegúrate de que descanse un rato. — Le responde mi padre y yo me pregunto, ¿desde cuándo dejo de ser sobre protector? Creo que mi plan de huida no se desarrolla como lo esperaba.
Matt, me acompaña a mi habitación. Una vez dentro, me besa apasionadamente, trato de seguirlo, pero siento que no estamos conectados.
Se separa un poco.
— Que buena idea de aparentar sentirte mal para estar a solas. — Dice con voz ronca e intenta retomar el beso.
— ¡Espera, espera! En realidad no me siento bien — trato de interponer mis manos empujando un poco su pecho.
— ¿Es en serio? — Se rasca la cabeza evidentemente frustrado. — Me estoy cansando del juego de la niña virginal, soy un hombre y tengo necesidades. Y si tú no puedes suplirlas me veré obligado a...
— ¿A qué? — lo interrumpí — ¿A buscar a otra? Adelante, solamente ten claro que no soy la mujer sumisa que tus padres creen estar negociando para su hijo. Si me caso contigo es porque te quiero, pero si eso me va a consumir como persona, mejor pongamos un alto a esto.
— No es lo que quise decir.
— Pero fue lo que diste a entender.
— Anna, mírame. Te amo y sé que quieres conservar tu pureza para mí, pero mírame, antes o después del matrimonio soy yo, y el hecho de que te entregues a mí va a ser el más hermoso regalo, sin importar el tiempo ni la circunstancia. No me tortures más, quiero hacerte mía.
— No lo entiendes, es que ya no... — la puerta se abrió repentinamente, era mi madre.
— Matt, tus padres se disponen a marcharse y preguntan si te quedarás.
— Gracias, pero creo que es mejor que me marche en este momento, Anna aún está indispuesta y creo que lo mejor es dejarla descansar.
— ¿Lo ves hija?, es el hombre perfecto, siempre tan atento y considerado.
Matt se acerca y deposita un casto beso en mis labios.
— Amor, descansa y por favor, piensa lo que hablamos. — Le da un beso en la mejilla a mi madre y posteriormente se dirige a la salida.
— Espera querido, te acompaño — Dice mi madre quien camina tras él.
— Cierro la puerta con seguro, me desnudo, entro al baño y dejo que el agua corra sobre mí. Todo esto está acabando conmigo, al parecer perdí el norte de mi vida. Necesito solucionarlo pronto.
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Un nuevo día en la universidad. Ha transcurrido una semana desde la cena, el maestro de historia habla y habla, por más que intento concentrarme no logro entender una sola palabra, mi rendimiento cada vez es más bajo, espero poder pasar el semestre, sería lo único que me falta, pasar de ser la mejor en la carrera a tener que repetir el último semestre. Todo por culpa de ese idiota que se cruzó en mi camino, si algún día lo vuelvo a ver, lo mato con mis propias manos.
— Señorita Brown, es la tercera vez que le pido que por favor, repita a sus compañeros en que consiste la presentación que deberán presentar en pareja para la próxima clase — El maestro, realmente estaba molesto, su expresión era evidencia de que había colmado su paciencia.
— Lo... Lo siento maestro, no lo sé.
— Evidentemente, usted ocupa su mente en cosas más productivas que prestar atención a mi clase, así que le voy a pedir que se retire y que tenga en cuenta que la presentación que para sus compañeros es en pareja, para usted será individual
— Lo lamento, con permiso — Tomo mis pertenencias y me dirijo a la salida. Es mejor no añadir una sola palabra más, solo lograría empeorar la situación.
Me quedo fuera esperando a Matt, ya que quedó de recogerme.
— Ey, Anna, ¿qué fue eso de hace un momento? — Es Elena, mi mejor amiga y la única que sabe todo. — No puedes seguir así. Habla con Matt y si todo va a acabar, pues que acabe, pero tarde o temprano lo tendrás que enfrentar y es mejor témpano, ya sabes, al mal paso darle prisa.
— Lo he intentado, pero siempre ocurre algo y luego no soy capaz.
— Deja de intentarlo y simplemente hazlo. Hablando de hacer, escríbeme y te paso mis apuntes de hoy, los vas a necesitar.
— Gracias, por eso es que te amo.
— Lo sé, lo sé.
Oh, mira allí viene tu novio. Te dejo; no olvides salir de esto.
— De acuerdo, lo haré — Me da un beso en la mejilla y se aleja.
Matt, aparca su deportivo frente a mí y hace una seña para que suba, lo hago y le doy un beso corto.
— ¿Qué tal tu día? — Me pregunta.
— Prefiero no hablar de eso.
— Está bien. Entonces, déjame darte una sorpresa — Dijo con la emoción reflejada en sus ojos.
— Antes, creo que tenemos que hablar. Hay algo importante que debes saber.
— Lo que quieras lo hablaremos después de la sorpresa.
— ¿Prometes escucharme sin interrupciones?
— Es una promesa. — Contesta sonriente.
— Está bien.
Pone el vehículo en marcha. Me siento agotada, tanto que no sé en qué momento me duermo, al despertar nos encontramos en un parqueadero interno, no sé exactamente en qué lugar.
— Déjame colocarte esto — Me dice Matt mostrándome una venda roja de seda que tiene en sus manos.
— Matt ¿de qué se trata?
— Ya te dije, es una sorpresa. — Procede a colocarme la venda. — Suspiro resignada, ojalá no sea lo que imagino.
Matt me guía cuidando de que no tropiece, subimos a un ascensor.
Siento que se abren las puertas. Me guía al parecer por un corredor y luego abre una puerta.
— Llegamos. — Son las primeras palabras que dice desde que me colocó la venda. Siento sus manos al desatarla.