UN DULCE AROMA A CARAMELO [OMEGAVERSE]

El rubio miró a todos lados intentando encontrar algo con qué defenderse e incluso pensando en que tan fuerte podía gritar para que alguien le pudiera ayudar.

Lo vio dando pasos con lentitud y sin apresurarse en lo más mínimo porque sabía que era un ratón atrapado que no iba a tener tiempo de escabullirse a ningún lugar jamás. Y quiso verse firme, quiso verse como alguien capaz de enfrentar lo que sea, así que dejó de avanzar tomando una profunda respiración.

—No quiero jugar a nada. Lo único que quiero hacer es decirle todo a mi padre. Decirle lo que eres.

El Alfa no se detuvo. Dio un paso seguido de otro ignorando las palabras que había soltado.

—¡No te acerques a mí! ¡Es un orden! ¡Ya detente o juro que voy a gritar! —intentó amenazarle creyendo que eran las palabras justas para poder frenarlo, más no fue así.

Él nada más siguió avanzando y fue cuando sintió que lo tomaba del rostro con fuerza para empujarlo contra la pared. Soltó un quejido cerrando sus ojos intentando no temblar.

—¿Qué vas a decir?

Apretó tan fuerte sus mejillas que sintió que no podía respirar bien. Levantó sus brazos para intentar apartarlo, pero no podía hacer mucho cuando eran tan grande y con tanta fuerza.

—¡Suéltame! ¡Ayu…!

No pudo seguir gritando cuando su boca fue cubierta. Movió su rostro con fuerza en intentos de poder quitarse su mano, pero sentía que era tan grande que cubría su rostro por completo.

—¿Quieres gritar? Si quieres gritar, yo puedo hacerte gritar con mucho gusto.

No pensó en que lo decía en serio hasta que su cabello fue tomado y tirado con fuerza que sus ojos se llenaron de lágrimas. Luchó con más insistencia y el miedo lo fue dominando por completo. Creyó e imaginó tantas cosas que el pánico comenzó a hacer acto de presencia en su cuerpo en un descontrol descomunal.

—¡Déjame! ¡Me duele!

—¿Crees que me importa si te duele? No debiste seguirme ni mucho menos escuchar lo que hable. Ahora, debido a eso, tendré que matarte.

Bley, al oír eso, sintió un escalofrío por su espalda porque, en sus ojos negros, podía notar que no había ni una pizca de broma alguna. Pudo ver sus ojos llenos de muerte en enormes cantidades y, atino a hacer lo primero que su cerebro le envió: morder su mano.

Pensó que iba a ser suficiente para poder escapar. Por unos segundos pudo respirar cuando su boca fue liberada y no dudo en moverse para salir corriendo. Dio por hecho que iba a ser libre, hasta que dio el tercer paso y su brazo fue tomado con tanta fuerza que el dolor lo abordó. Se giró para poder liberarse cuando el golpe en su mejilla lo tiró al suelo con brusquedad y se quedó sin aliento sintiendo el sabor metálico de la sangre en su boca. Soltó un quejido intentando procesar lo que había ocurrido porque nadie lo había golpeado así jamás.

Sus lágrimas cayeron al suelo y no supo qué hacer. Le aterró el ponerse de pie pensando en que podía obtener otro golpe o algo mucho peor.

Soltó un sollozo y no se movió rogando que así lo pudiera dejar en paz y se sintió un imbécil. No entendía que le sucedía para haber soñado con una persona así. No supo que le estaba ocurriendo para que su cabeza le hubiese tirado esos sueños cuando, la persona que tenía frente a él, era alguien tan horrible.

—¿Te dolió? —preguntó el pelirrojo mirándolo tirado en el suelo.

Observó su mano notando la sangre que había brotado de donde Bley lo había mordido.

—Debes saber que devuelvo todo lo que me hacen. Si alguien me saca sangre, entonces yo le sacaré sangre también. Así que, dime, ¿qué vas a hacer?

Bley cerró sus ojos con fuerza porque sabía lo que había escuchado, pero ahora él le estaba dando una clara amenaza de muerte si decía algo.

—Y es que deberías pensarlo bien porque, estás tan nervioso que creo que estás escuchando cosas que no son. ¿Qué tal si repasamos todo lo sucedido? Porque, seamos sinceros, no tiene mucho sentido lo que estás suponiendo, ¿verdad?

—¡Sé lo que escuche! ¡Tú estabas diciendo que nadie notó nada!

—¿Nadie notó nada de qué?

—¡De lo que hiciste! —gritó dándole una breve mirada y lo vio de pie, alto e imponente.

—¿Qué hice? Si estaba contigo —respondió con normalidad y se acuclilló en el suelo —. Y, si te golpee, fue porque tú me mordiste. ¿No consideras que, de los dos, el único que ha formado un problema eres tú? Dudo que a tu padre le haga feliz saber que andas por ahí haciendo todo esto.

El Omega lo quedó mirando porque no sabía si estaba diciendo la verdad o no. Pues, después de reflexionarlo unos segundos, pensó en que tenía cierta verdad. Había estado con él cuando todo había ocurrido. Lo había visto ahí de pie antes de que sonara la alarma y sin nada extraño encima o algo que pudiera delatarlo.

Movió su rostro con fuerza cuando sintió su mano tocando su labio partido.

—Los sucesos intensos crean ciertos traumas en las cabezas de las personas. Los dos intentos de secuestro por los que pasaste es normal que te hagan imaginar cosas que no son —habló de manera calmada mientras lo miraba.

Observó su rostro y vio algunas lágrimas bajar, aunque no le tomó importancia a nada. Sabía lo que estaba haciendo, tenía más que claro que lo estaba manipulando y jugando con su mente.

Y también sabía que no podía matarlo ahí simplemente porque lo necesitaba para las cosas que venían y por qué, si algo inmanejable ocurría, tener secuestrado al hijo del ex presidente, iba a ser un comodín muy bueno para obtener a la mala lo que sus jefes ansiaban tener. Pasó su dedo índice por su mejilla de manera lenta quitando la lágrima que iba descendiendo de su ojo. Lo sintió temblar y escuchó sollozar.

Inhaló profundo y pensó en que iba a ser bueno para el plan y que solo era parte del plan lo que estaba a punto de hacer.

Porque, la manera más sencilla de llegar a alguien y de mantener a alguien al lado, en la mayoría de los casos, era a través de sus sentimientos, de su corazón, y no le era complicado saber que Bley nunca había tenido alguien que había tocado una de esas cosas o ambas cosas a la misma vez. Así que, sin mayores problemas, decidió irse por ese camino.

—Me dijeron que no sientes feromonas de nadie, ¿es verdad?

Bley, al oír eso, no respondió. Hizo oídos sordos esperando que nada más lo dejará en paz y aceptando el hecho de que había estado imaginando cosas debido a las situaciones llenas de estrés que había vivido.

No se movió, pero si sintió como él se movía y como se acercaba. Su respiración se aceleró de inmediato.

—¿Quieres que probemos con mis feromonas, Bley? —preguntó en su oído de manera lenta y dejó respirar a la vez que su corazón latió desbocado.