No Debía Enamorarme, Tenía Que Odiarte

Cuando llega Margarita le hago entrega de todo y enfatizo en la suit de la prometida del señor, ella queda soprendida; entonces le digo — antes que puedas decir algo, ya te darás cuenta quien es, por ahora solo queda entregarla; cualquier cosa me hablas, que tengas un buen turno… ella me mira soprendida y reponde — ok Sofía… tomo mis cosas y salgo de allí, ustedes no saben lo ahogada que me siento, como si un gran camión se hubiese atravesado entre mi pecho y mi garganta, quisiera gritar tan fuerte, pero no puedo.

Después de haber vivido todo esto con Esteban, estoy convencida que el amor es solo una idealización, los amores con finalices felices solo existen en los cuentos de hadas y pues son solo eso, cuentos.

Siento que lo único que me queda es resignarme a ser la mujer que nadie elige, que nadie se da la oportunidad de conocer, debo aceptar mi realidad, cuán más rápido lo haga este dolor se irá.

Saliendo del hotel consumida por la tristeza y mis pensamientos, no me fijo en el carro que está estacionado al frente y sin querer tropiezo cayendo encima del capó, eso me detuvo para no caer al piso. Esta situación me dio mucha risa, y empecé a reír sin control de lo que acaba de sucederme; miro hacia los lados, pero la calle está sola, así que nadie se dio cuenta de mi torpesa.

Me levanto, reviso que no le haya pasado nada al carro y mientras me alisto para continuar mi camino, veo que alguien sale del carro; no lo puedo creer, que suerte la mía, nadie más que el dueño del carro vio lo que sucedió, que vergüenza, así que bajo la mirada y digo — lo siento mucho, le prometo que al carro no le paso nada… él sonríe de medio lado y dice — no te afanes Sofía, me hiciste reír… levanto la mirada cuando pronuncia mi nombre; y cuando lo hago me doy cuenta que es el mismo hombre que me salvo anoche, lo miro fijamente y digo — como sabe mi nombre?… el sonríe mientras se acerca y dice — Sofía, sino recuerdas me hospede en el hotel donde trabajas y esta mañana me entregaste mi cuenta… claro que lo recuerdo, lo que no se es si está siendo prudente frente a lo que sucedió anoche, o realmente no me reconoce; así que con timidez le digo — ay señor Miguel, que pena enserio no fue mi intención, venía distraída… su expresión cambia a un poco más calida y dice — quisiera invitarte a un café; Ana la abuela de mi hijo, me contó lo que sucedió esta tarde y estoy muy agradecido por lo que hiciste… lo miro con sorpresa y repondo — señor no es necesario, cualquier persona lo hubiese hecho, ademas ese pequeño se ganó mi corazón… su rostro se vuelve frío como de costumbre y responde — créeme que no todos lo hubiesen hecho, ademas quiero proponerte un trabajo… eso me interesa porque le pedí a Dios salir de este hotel, así que lo miro aún con duda y le digo — está bien señor… entonces pasa por mi lado, dejándome su aroma embriagador, abre la puerta del carro y dice — entonces vamos Sofía … me subo aún con un poco de precaución.