LA VENGANZA DE LAS GEMELAS

...Danilo....

A veces siento que ya no la conozco. Actúa tan extraño. Me mira cómo si le causará repulsión. Cómo si en verdad ya no sintiera absolutamente nada por mi.

— ¿En cuanto tiempo llegamos.? — Se veían impaciente.

— Ya casi.

Pasaron unos minutos más y me estacioné. Ella abrió la puerta y bajo del auto.

— ¿Porqué no esperaste a qué abriera.?

— ¿En necesario que contesté ésto.?

— Tal vez.

— Porqué tengo manos y ya. — Se desesperó y caminó delante de mi.

De verdad no la reconozco. Antes hacía todo un drama si no le abría la puerta.

Los italianos no habían llegado así que tomamos asiento. Tampoco esperó a que le acomodará la silla, se sentó solita.

— ¿Qué les ofrezco?. — Preguntó un mesero.

— Estamos esperando a unas personas.

— Quiero una limonada.

— Se verá mal si ellos llegan y nosotros...

— Ellos debes ver qué somos personas ocupadas. Por favor traiga lo que le pedí. — El mesero se fue.

— ¿Quieres arruinar mi negocio.?

— Te ayudaré a cerrar un negocio. ¿Porqué lo haría si quisiera arruinar tu empresa.?

— Ya no se leerte.

— Me gusta que no puedas.

— Aquí tiene. — El mesero regresó y dejó la limonada en la mesa.

— Gracias. — Dijo ella.

El mesero se retiró. Irma y yo estábamos en completó silencio. Lo peor de todo es que no sabía cómo romperlo.

— ¿Cómo va tu relación con Sebastián? — Fue lo primero que se me vino a la mente.

— Bien.

— ¿Cuándo te vas a cansar de jugar con el?

— ¿Porqué no entiendes que no estoy jugando?, yo de verdad lo quiero.

— Si claro. Eso que te lo crea un idiota.

— Entonces. ¿Porqué dudas todavía?

— ¿No te cansas de tratarme cómo si fuera un idiota.?

— ¿Y tú no he cansas de tratarme cómo si fuera una mentirosa?

— Te trató cómo lo que eres.

— Hago lo mismo contigo.

— Parece que no dejaras que gané.

— Nunca me ha gustado perder.

— Si no te gusta. ¿Porqué dejaste que Samanta te ganará.?

— Ja. — Rió. — Me gusta ganar cuándo hay un buen premio de por medio. Si hay porquerías no participó.

— Deja de tratarme así. — Apreté su brazo.

— No me gustan los hombres violentos, mujeriegos y machistas. Eres todo eso. En mis palabras una porquería.

— Basta Irma.

— Lo pides equivocadamente.

— ¿Qué cosa.?

— Esas personas parecen italianos. ¿Quieres que vean cómo tratas a las mujeres.? — La solté y me acomodé el traje.

— Aquí es. — Una mesera estaba guiando a dos comensales a mi mesa.

— Buenos días. — Me levanté de mi asiento para saludar a la bella italiana y al italiano. — Mi nombre es Danilo Aragón.

— Encantada de conocerlo. Soy Valeria Bianchi.

— Carlos Bianchi. Su hermano.

Cómo ví que Irma no se presentaba no tuve más opción que hacerlo yo.

— Ella es Irma Bailey. Nuestra modeló y diseñadora estrella.

— Mucho gusto. — Ella se levantó y saludó a las personas.

— El gusto es mío. — Carlos besó su mano.

— Tomemos asiento.

— Claro.

Acomodé la silla de Valeria y Carlos la de Irma.

— Estoy ansioso por ver los diseños. — Expresó Carlos. O algo así. No sé hablar Italiano muy bien.

— Irma. — Ella estaba un poco distraída. — Irma.

— Dime.

— Los diseños.

— A. Porsupuesto. — Sacó una carpeta y mostró cada uno. — Estos son los de la colección primavera-Verano. — ¿Porqué su italiano se le está complicando?, ella lo habla de manera fluida.

— Señorita, nosotros podemos hablar inglés. Si lo prefiere podemos comunicarnos en ese idioma. — Carlos tomó su mano mientras hablaba. Eso me molestó un poco.

— Sería estupendo. — Irma retiró su mano poco a poco. Algo que por supuesto me gustó.

— ¿Qué le parecen los diseños?. — Pregunté entusiasmado.

— Simplemente divinos. — Habló Valeria.

— Igual de hermosos que la diseñadora. — Carlos observó a Irma con una sonrisa.

— ¿Cerramos el trató.? — Le gusta ir al grano.

— Yo no tengo ningún problema. ¿Qué opinas tú hermano?

— Tampoco tengo problema. — Sacó un bolígrafo y firmó el contrato. Posteriormente pasó el bolígrafo a Irma y ella firmó.

— No se van arrepentir. — Dije cuando terminé de firmar.

— Estoy seguro que no. — Carlos seguía observando a Irma.

— Pidamos algo de comer. — Sugerí. Todos estuvieron de acuerdo.

...Maribel....

¿Danilo no te das cuenta de mi incomodidad o quieres molestarme?. Si es tu intención no lo vas a conseguir.

Pedí un platillo del que tengo antojó desde hace mucho. Danilo ni siquiera sé preocupó por detenerme. Se nota que Irma le importa un cacahuate. Estubo dos años con ella pero ni siquiera sabe a qué es alérgica.

— Te envidio, comes muy bien y tienes buena figura. — La señorita Valeria expresó su opinión.

— Usted también tiene una figura preciosa. — Le halague.

— Está figura no alcanza para ser modelo internacional cómo usted.

— Yo creó que sí. Usted tiene un cuerpo y un rostro muy bonito, cualquier diseñador estaría feliz de tenerla cómo modeló de sus diseños.

— ¿También usted?

— Sería un honor.

— Mi hermana no puede hacer ese tipo de cosas. — Habló el hermano sobreprotector.

— ¿Porqué no?

— Porqué mis padres no se lo permitirían.

— Su hermana es toda una mujer, no tiene porqué pedir permiso.

— Mis padres no piensan lo mismo. — Valeria parecía apenada al decirlo.

— Tus padres no tienen porqué decidir lo que haces o dejas de hacer. Mientras no sea algo malo claro que puedes hacerlo.

— A los padres se les debe respetó.

— Respetar a tus padres no significa hacer siempre lo que ellos quieren.

Valeria sonrió. A Carlos no le hizo mucha gracia mi comentario. Mejor para mí. No es mi intención caerle bien.

(Minutos después)

— Fue un gusto hacer tratos con ustedes. — La comida había llegado a su fin y aproveché para despedirme cordialmente de ellos.

— El gusto fue de nosotros. — Carlos tomó mi mano y dejó un beso sobre ella.

— Señorita Valeria. Esperó volver a verla. — Le dije con una sonrisa.

— Esperó lo mismo. — Nos despedimos con un abrazo.