Daniel, un joven curioso, intenta robar un libro misterioso, pero todo sale mal y, en lugar de escapar, es transportado a Nova, un mundo maldito cubierto por agua. La única forma de regresar a su mundo es salvar Nova de la maldición, pero no será fácil. Enfrentará a poderosos enemigos y luchará por sobrevivir, mientras descubre secretos sobre el mundo y su propia tripulación. Con un futuro incierto, Daniel deberá encontrar una manera de romper la maldición y regresar a su hogar, antes de que sea demasiado tarde.
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Isla Green Marine
El barco avanzaba lentamente por las agitadas aguas de la Gran Ruta, el silencio apenas interrumpido por el crujir de la madera y el murmullo del viento. Dos días habían pasado desde la tensa confrontación con sora , lucifer y Kanji, y aunque el secreto de Daniel y Josh seguía intacto, el ambiente entre ellos había cambiado drásticamente.
Doria, quien antes era conocida por su actitud mimada y caprichosa, había adoptado una seriedad inesperada. Sus comentarios sarcásticos y sus risas despreocupadas habían desaparecido, reemplazados por una mirada constante de preocupación y un enfoque total en el viaje. Daniel y Josh no tardaron en notar este cambio, y mientras el barco se acercaba a la isla Green Marine, ambos discutían en voz baja, con la intención de no ser escuchados por ella.
—¿Te has dado cuenta de cómo ha cambiado Doria? —preguntó Daniel, mirando hacia la cubierta donde Doria se encontraba revisando un mapa con expresión concentrada.
—Sí, es como si se hubiera transformado de la noche a la mañana —respondió Josh, ajustándose la capucha para protegerse del sol abrasador—. Antes apenas nos tomaba en serio, y ahora parece... no sé, como si estuviera cargando con algo muy pesado.
—Creo que fue desde que se dio cuenta de que no somos los verdaderos Steven y Naou —dijo Daniel, con un tono de preocupación en su voz—. Tal vez siente que es su responsabilidad protegernos porque sabe que no estamos preparados para esto.
Josh asintió en silencio. Ambos sabían que no podían seguir dependiendo de Doria para siempre, pero el miedo de ser descubiertos y las dificultades de adaptarse a los cuerpos que no eran suyos los mantenían atrapados en un ciclo de incertidumbre.
La llegada a la Isla Green Marine
La isla Green Marine apareció ante ellos como un paraíso aparentemente pacífico en medio del caos de la Gran Ruta. Su vegetación exuberante y las cristalinas aguas que rodeaban sus costas daban una falsa sensación de tranquilidad. Sin embargo, Doria sabía que incluso en lugares tan idílicos, los peligros acechaban. Green Marine era conocida no solo por su comercio de raciones y provisiones, sino también por ser un refugio para piratas y mercenarios en busca de nuevas presas.
—Haremos una parada breve —anunció Doria mientras atracaban en el puerto—. Necesitamos raciones y agua potable. Manténganse atentos y, por lo que más quieran, no hagan nada que atraiga la atención.
Daniel y Josh intercambiaron una mirada nerviosa, pero asintieron. Ambos sabían que cualquier error podría ponerlos en peligro.
Al descender del barco, Doria lideró el camino con paso firme, sus ojos recorriendo el mercado abarrotado con cuidado. A pesar de su cambio de actitud, todavía llevaba consigo un aire de autoridad que no podía ser ignorado. Daniel y Josh la seguían de cerca, intentando no separarse de ella mientras observaban los puestos llenos de frutas, especias y armas improvisadas.
Fue entonces cuando un hombre alto y corpulento se acercó a ellos, su presencia imponente destacando entre la multitud. Tenía una cicatriz profunda en la mejilla derecha y una sonrisa burlona que no auguraba nada bueno. Al verlos, sus ojos se posaron directamente en Daniel.
—Con que este es el famoso capitán Steven —dijo el hombre con voz ronca, cruzando los brazos mientras evaluaba a Daniel de pies a cabeza.
El corazón de Daniel dio un vuelco. No sabía qué responder. No era Steven, y aunque había aprendido a usar parcialmente su cuerpo gracias al entrenamiento, todavía no se sentía lo suficientemente seguro como para asumir el papel del legendario capitán. Miró a Josh en busca de ayuda, pero su amigo parecía igual de paralizado.
Doria, al darse cuenta de la situación, dio un paso al frente.
—No tienes nada que ver con nosotros —dijo con un tono desafiante, posicionándose entre Daniel y el hombre—. Sigue tu camino.
El hombre soltó una carcajada que resonó por todo el mercado, atrayendo la atención de los comerciantes y transeúntes cercanos.
—¿Y tú quién eres para darme órdenes, niña? —espetó, acercándose peligrosamente a Doria—. ¿La niñera del capitán Steven? Qué patético.
La multitud comenzó a murmurar, algunos señalando a Daniel con curiosidad. Era evidente que el hombre estaba intentando provocar una reacción, y lo estaba logrando. Doria intentó mantener la compostura, pero el tono burlón del pirata y las miradas inquisitivas de los demás la estaban poniendo al límite.
—Te estoy advirtiendo, aléjate —insistió Doria, con los puños apretados.
El hombre no retrocedió. En cambio, soltó otra carcajada y, con un movimiento rápido, empujó a Doria hacia atrás, haciéndola caer al suelo. La humillación fue evidente en su rostro, pero antes de que pudiera levantarse, el pirata continuó hablando.
—¡Miren esto! —gritó, señalando a Doria con burla—. La escolta del gran Steven ni siquiera puede mantenerse en pie. ¿Cómo esperan que este cobarde lidere algo?
Daniel y Josh observaron la escena con miedo e incredulidad. Ninguno de los dos se atrevía a intervenir. Sabían que, si lo hacían, su secreto podría ser descubierto. A pesar de las semanas de entrenamiento, no se sentían listos para enfrentarse a un enemigo real, mucho menos a alguien que parecía tan peligroso.
Doria, sin embargo, no estaba dispuesta a rendirse. Se levantó con dificultad, limpiándose el polvo de la ropa, y lo miró directamente a los ojos.
—No sabes nada de nosotros —dijo con voz firme, aunque su cuerpo temblaba ligeramente—. Y no tienes idea de lo que somos capaces.
El hombre volvió a reír, pero antes de que pudiera responder, un grupo de soldados de la isla apareció en la escena, interrumpiendo la confrontación. Los soldados, armados y con aspecto intimidante, comenzaron a dispersar a la multitud y a cuestionar a los presentes.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó uno de los soldados, mirando al pirata con desconfianza.
El hombre levantó las manos en un gesto de falsa inocencia.
—Nada, solo estaba teniendo una pequeña conversación con el capitán Steven —dijo, lanzando una última mirada burlona a Daniel antes de alejarse.
La retirada y el replanteamiento
Doria, Daniel y Josh aprovecharon la distracción para retirarse rápidamente al barco. Una vez a bordo, el silencio era abrumador. Doria no dijo nada mientras se dirigía a su camarote, cerrando la puerta tras de sí con un golpe que resonó en toda la embarcación.
Daniel y Josh se quedaron en la cubierta, intercambiando miradas incómodas.
—Deberíamos haber hecho algo —murmuró Daniel, rompiendo el silencio.
—¿Y qué podíamos hacer? —respondió Josh, su voz cargada de frustración—. Si hubiéramos intervenido, habrían descubierto que no somos quienes dicen que somos.
—Pero Doria tuvo que enfrentarlo sola —insistió Daniel—. Ella no debería cargar con todo esto.
Josh suspiró, pasándose una mano por el cabello.
—Lo sé. Pero no estamos listos, Daniel. No todavía.
Ambos miraron hacia el camarote de Doria, conscientes de que su actitud había cambiado no solo por el peso del secreto que guardaba, sino también por la carga emocional de protegerlos en una situación que parecía volverse más peligrosa con cada día que pasaba.
Esa noche, mientras las estrellas brillaban en el cielo despejado, Daniel tomó una decisión. No podía seguir dependiendo de Doria para siempre. Si quería protegerla tanto a ella como a Josh, tenía que asumir el papel que el destino le había impuesto, aunque no fuera el verdadero Steven.