Richard Ford, el Ceo de Industrias Ford, es un hombre acostumbrado a tener el control, nadie le dice que no, pero todo cambió cuando aquella pelirroja de ojos azules se atravesó en su camino robando una de sus pertenencia y aunque la ha buscado por cielo y tierra para castigar su insolencia, su paradero es todo un enigma. Lo que desconoce Richard, es que será ella quien toque a su puerta en busca de un empleo, luego de eso podrá recuperar el sueño, o tal vez esta vez le roben algo más valioso... su corazón.
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Si le regalas 5 minutos a mis manos.
— No sabía que te gustaría tanto, me alegra acertar en la elección. — Con uno de sus brazos atrae mi cuerpo hacia el suyo.
— Realmente lo has hecho. — Deposita un beso en mis labios. — ¿Cenamos? Muero de hambre.
— Por supuesto, no quiero que mueras sin cumplir siquiera las veinticuatro horas de ser mi novia. — La cena transcurre de una forma muy agradable, Richard me trata como a una muñeca de porcelana y es lindo conocer esa faceta romántica de su parte, no pierde oportunidad para robar mis besos o simplemente acaricia mi rostro.
— Son las diez de la noche. — Anuncia. — Creo que es hora de volver.
— Mmm no quiero. — Hago un puchero mientras me pongo en pie al igual que él.
— ¿Tanto te gusta el mar? — Levanta una ceja mientras coloca su saco sobre mis hombros.
— Tanto me gustas tú. — Le digo un poco sonrojada. Él aprovecha y me vuelve a besar.
— Eso tiene solución.
— ¿Ah sí? — Levanto ambas cejas.
— Ven conmigo a mi casa. — Guardo silencio por un momento. — Sí no quieres no tiene que pasar nada, solo ven conmigo y pasemos la noche juntos. Podemos ver una película y luego dormir.
— ¿Solo dormir? — Entrecierro los ojos.
— Solamente dormir, lo juro solemnemente. — Levanta la mano derecha mientras pronuncia estas palabras.
— Está bien, también quiero estar contigo... y ver una película. — Sacudo la cabeza ligeramente y él sonríe.
— Entonces vamos.
Al llegar a su casa él abre con su huella digital y ambos ingresamos.
— Permíteme. — Me quita el saco y lo deja sobre un sofá. — ¿Quieres una copa de vino?
— Sí, gracias.
— Puedes ir eligiendo una película.
— Realmente preferiría ducharme e ir a dormir. Estoy algo agotada.
— Está bien, si así lo prefieres. — Me tiende una copa. Me coloco de pie frente a él y ambos bebemos sin apartar nuestras miradas la una de la otra.
Una vez acabamos él toma mi mano y juntos subimos a su habitación.
– Puedes usar el baño, toma.— Me presta algo de su ropa. — Puedes cambiarte en el baño o si prefieres salgo de la habitación.
— No es necesario, tomo la ropa y camino hacia el baño, ingreso y cierro la puerta, dudo entre poner el pestillo o no hacerlo, opto por la segunda opción. Me desnudo y observo mi imagen en el enorme espejo, recojo mi cabello en lo alto de mi cabeza para no mojarlo e ingreso al área de la ducha, oprimo el botón que indica el agua caliente y dejo que esta recorra mi cuerpo, tomo la esponja y enjabono mis hombros, siento la puerta abrirse lentamente y atraves del vidrio me encuentro con la imagen de Richard quien se ha despojado de su camisa, la imagen es un poco difusa a causa del vapor sobre el vidrio, el cual no logra ocultar su mirada intensa sobre mi cuerpo, deslizo la esponja sobre mi pecho sin apartar la mirada de él, luego le doy la espalda.
— ¿Necesitas algo? — Me atrevo a preguntar.
— Yo, yo solo venía por mi cepillo de dientes. — Lo escucho lanzar una maldición en voz baja.
— ¿Lo has encontrado?
— No, aún no. — Responde.
— ¿Necesitas ayuda? — ¿Qué demonios estoy haciendo? ¿Lo estoy seduciendo?
— En realidad preferiría ser yo quien te ayude. — Abre la puerta corrediza de vidrio que nos separa y escrutinia cada espacio de mi cuerpo con ojos llenos de lujuria. — ¿Puedo hacerlo?
— puedes. — Ingresa y toma de mis manos la esponja colocándose a mis espaldas y suavemente la desliza sobre mi hombro derecho hasta llegar a la mano, aprovecha el recorrido para pasar a mis caderas, mientras del lado derecho lo hace con la esponja, del lado izquierdo desliza su otra mano directamente sobre mi piel, subiendo lentamente hasta llegar a mis pechos, en este punto deja caer la esponja y solo quedan sus manos que simulan lavar mi piel cuando en realidad solo se apoderan de mis montículos color rosa que en este momento se encuentran totalmente erectos.
— ¿Qué haces? — Pregunto con un hilo de voz muy delgado.
— Lo que tu piel me pide a gritos. — Susurra en mi oído, luego tira del lóbulo de mi oreja suavemente con sus dientes.
— Yo... yo... no sé lo que quiero.
— Si le regalas cinco minutos a mis manos, sabrás lo que quieres, yo te lo daré el resto de la noche y si me lo permites el resto de mi vida.
— ¿Solo cinco minutos?
— Es todo el preámbulo que necesitas para pedir más.
Una de sus manos conserva su posición mientras la otra se desliza hasta llegar a mi ombligo donde masajea ligeramente para continuar su recorrido hasta llegar a mi parte íntima.
— ¿Lista? — Niego levemente, pero él hace caso omiso y su dedo se cuela entre mis pliegues hasta tocar mi parte más sensible donde procede a dibujar pequeños círculos. Un leve jadeo se escapa de mis labios, él continúa deleitándome, la mano que se encuentra en mi pecho va hasta mi mandíbula y hace girar un poco mi rostro para que mis ojos se encuentren con los suyos que en este momento son dueños de una inmensa oscuridad, mi garganta pasa en seco, él me guiña un ojo y sonríe de lado.
— Ahhh. — Un leve quejido surge de mi garganta al sentir la intromisión de uno de sus dedos en mi interior.
— ¿Lo estás disfrutando? — Su voz varonil y sexy me aturde y solo puedo asentir mientras muerdo inconscientemente mi labio inferior. — Perfecto. — dice y procede a ingresar un segundo dedo, sus dedos son un poco gruesos lo cual me ocasiona un de malestar, por ello mi ceño se frunce ligeramente, pero lo olvido cuando su pulgar masajea en el exterior. — Relájate, únicamente quiero que tu cuerpo esté listo para mí. — Respiro profundo y hago lo que me dice. Suavemente, empieza a mover sus dedos, entrando y saliendo una y otra vez, haciéndome perder el sentido de la realidad. Levanto mis manos tratando de alcanzar su cuello, pues siento que en cualquier momento voy a caer, él lo entiende y con su brazo me rodea por la cintura, sus dedos ahora se mueven en forma circular, la humedad en mi interior es cada vez mayor.
— Ri... Ri... Richard...