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Entre Cicatrices Y Flores

Entre Cicatrices Y Flores

Status: Terminada
Genre:Romance / Matrimonio contratado / Mujer poderosa / Madre soltera / Embarazo no planeado / Completas
Popularitas:0
Nilai: 5
nombre de autor: Uliane Andrade

Júlia es madre soltera y, tras muchas pérdidas, encuentra en su hija Lua la razón para seguir adelante. Al trabajar como empleada doméstica en la mansión de João Pedro Fontes, descubre que su destino ya había sido trazado años atrás por sus familias.
Entre jornadas extenuantes, la facultad de medicina y la crianza de su hija, Júlia construye con João Pedro una amistad inesperada. Pero cuando sus suegros intentan reclamar la custodia de Lua, ambos deben unirse en un matrimonio de conveniencia para protegerla.
Lo que comienza como un plan de supervivencia se transforma en un viaje de descubrimientos, valentía y sentimientos que desafían cualquier acuerdo.
Ella luchó para proteger a su hija. Él hará todo lo posible para mantenerlas seguras.
Entre secretos del pasado y juegos de poder, el amor surge donde menos se espera.

NovelToon tiene autorización de Uliane Andrade para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 21

El corazón latía acelerado cuando bajé del autobús frente al campus de la Federal de Bahía. Una mezcla de nerviosismo y entusiasmo me dominaba. Aquel no era solo un primer día de clases, era el primero de mi nueva vida.

Después de la transferencia de São Paulo, todo parecía diferente. Caras nuevas, pasillos que aún no conocía, voces que no eran familiares. Pero había algo que me dejaba firme: en seis meses sería médica. Seis meses. Después de eso, vendría la especialización en cardiología —y por primera vez tenía certeza de mi elección.

Pasé la mano por la bata, aún con olor a nuevo, y me acomodé la carpeta en los brazos. El nombre bordado en el pecho parecía brillar más fuerte a cada paso que daba. Era mío. No el sueño de mis padres, no una imposición… sino una conquista mía.

En el auditorio, mientras aguardaba la clase inaugural, miré alrededor. Algunos grupos ya se conocían, reían alto, compartían historias. Yo, sola, respiré hondo y me recordé a Lua sonriendo antes de ir a la guardería. Era por ella que yo estaba allí.

Una colega se aproximó, sonriente.

—Hola, eres nueva, ¿verdad? ¿Transferida?

—Sí —respondí, aún tímida—. Vengo de São Paulo.

—¡Bienvenida! —dijo, extendiendo la mano—. Soy Renata.

Aquel gesto simple me calentó por dentro. Poco a poco, percibí que tal vez no fuese tan difícil recomenzar allí.

Cuando el profesor entró y comenzó a hablar sobre las prácticas en las clínicas y puestos de salud, anoté cada palabra con avidez. Yo quería absorber todo, vivir cada segundo. Por primera vez en mucho tiempo, no me sentía perdida, ni a la deriva.

Sentí los ojos aguarse discretamente. Yo estaba en mi último semestre. En seis meses, sería médica. Y nada, ni siquiera los fantasmas de mi pasado, podrían impedirme eso.

Aquella noche, después de acostar a Lua, me senté con mis cuadernos para organizar la nueva rutina. Mi vida estaba a punto de volverse aún más intensa: clases, trabajo en la mansión y ahora la práctica obligatoria en el puesto de salud.

Cuando supe que había sido designada para el puestito del barrio donde yo vivía, sentí un alivio inmenso. Quedaría cerca de casa y, principalmente, de la guardería de Lua. Eso tornaba todo más posible.

Yo y Narcia estábamos sentadas en el balcón de la casa de huéspedes. Ella había trabajado hasta más tarde a pedido de Sobral, que necesitó ausentarse aquel día. Iba a dormir conmigo y Lua.

Le conté la novedad a Márcia, animada:

—Estoy feliz, Márcia. Va a ser pesado, pero al menos voy a conseguir conciliar todo. El único problema es el horario… tres días a la semana quedaré en el puesto de dieciocho a veintitrés horas. ¿Y con quién Lua quedará en ese tiempo?

Ella sonrió, sin pensarlo dos veces:

—No te preocupes, amiga. Yo me quedo con Lua esos días. Duermo por aquí con ustedes, eso es lo mínimo que puedo hacer.

Mi corazón se calentó con la generosidad de ella. Yo iba a responder, pero una voz grave sonó detrás de nosotras:

—Exactamente, Júlia. Eso es lo mínimo. Estamos aquí para ayudarla, ¿no es, Márcia?

Nos giramos, sorprendidas. João Pedro estaba parado próximo a nosotras, observando.

—Claro, hijo. ¡Siempre! —dijo Márcia, con aquel cariño maternal que me hacía sentir en casa.

Yo, por otro lado, me quedé sin palabras. El “estamos” de él sonó tan próximo, tan envolvente… no como un patrón distante, sino como alguien dispuesto a formar parte de mi lucha.

Bajé los ojos, intentando disimular la emoción.

Nunca imaginé que encontraría apoyo verdadero en aquel lugar.

Cuando oí a João Pedro decir que hasta él podría quedarse con Lua, sentí mis mejillas quemarse. Él no tenía obligación ninguna de cuidar de mi hija, pero aún así se ofrecía con la naturalidad de quien quería estar presente.

—¿Qué es eso, señor? No es una obligación suya —dije, intentando esconder la mezcla de gratitud y constreñimiento.

Él me encaró con firmeza, pero también con una suavidad que me desarmaba.

—No lo hago por obligación, Júlia. Lua trae vida para esta casa. La risa de ella llena todo aquí de paz.

Antes de que yo respondiese, el llanto de Lua rompió la noche silenciosa. Me preparé para levantarme, pero Márcia fue más rápida.

—Puedes dejarlo, querida, yo la acuesto a dormir nuevamente —dijo, siguiendo apresurada para dentro de la casa.

Me quedé sola con él. Mi corazón aceleró.

João Pedro apuntó para el banco donde yo estaba sentada.

—¿Puedo?

Asentí en silencio. Él se acomodó a mi lado, pero sin aproximarse demasiado. Aún así, la simple presencia de él ya me conmovía.

—Hoy más temprano… —comenzó, mirando para adelante, como si buscase coraje—. Casi hablé de más. Pasé el día entero pensando si debería contarle o si eso solo le traería más tristeza.

Mi estómago se contrajo.

—¿De qué está hablando?

—¿Recuerda que le dije que nosotros ya nos conocíamos?

Balanceé la cabeza afirmando, confusa.

Él respiró hondo.

—Nuestras familias tenían un acuerdo de negocios para nosotros.

Un frío recorrió mi barriga. Yo ya imaginaba, de cierto modo, qué tipo de acuerdo mis padres serían capaces de hacer. Pero oírlo de la boca de él fue diferente.

—¿El señor…?

Él giró el rostro, encarándome con seriedad.

—Sí. Nuestros destinos, Júlia, estaban decididos por nuestros padres. Usted era mi novia. Sería mi esposa así que terminase la facultad.

Mi cuerpo entero se congeló. Por un instante, no supe si reír, si llorar o si gritar. El nudo en la garganta me impidió responder. Parte de mí no se sorprendía —yo conocía la frialdad de mis padres—. Pero la otra parte… la otra parte se sentía traicionada por un pasado que insistía en prenderme, mismo después de todo lo que hice para escapar de él.

Lo miré a él, intentando encontrar cualquier señal de arrogancia, de orgullo masculino, pero solo vi sinceridad. Y tal vez hasta arrepentimiento.

Mi corazón se disparó.

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