Corazón Dominante

Últimamente, dormir en la habitación de Christopher se había vuelto un hábito. Y no solo porque fuera más espaciosa o cómoda, sino porque, de alguna forma, su presencia me tranquilizaba. No pensaba admitirlo en voz alta, pero después de todo lo ocurrido, sentir su calor cerca era lo único que me ayudaba a relajarme por completo.

La última consulta con la doctora confirmó lo que ya sospechaba: mi salud mejoraba notablemente y pronto estaría recuperado. Y esto en parte se debía a Christopher y a sus feromonas.

Esa noche, tras la fogata, nos acostamos tarde. No era un problema, ya que al día siguiente no teníamos compromisos y podíamos dormir sin preocupaciones, pero el descanso se vio interrumpido por una emergencia.

Azul tenía fiebre. Su piel ardía y su respiración era agitada. Se veía mal, demasiado mal. El pánico se instaló en mi pecho, ahogándome. No otra vez. No otra de mis hermanas en peligro.

Christopher reaccionó antes de que perdiera la cabeza por completo. La tomó en brazos con la misma calma con la que enfrentaba todo, mientras yo apenas lograba mantenerme en pie. Nos llevó de inmediato al hospital de Marlon.

La espera se hizo eterna. Sentado en la sala de urgencias con el pijama aún puesto, mantenía la mirada fija en la puerta por donde la habían llevado. Cuando finalmente Marlon salió, me puse de pie de un salto.

—¿Cómo está? —pregunté con urgencia.

Él se tomó un segundo antes de responder, pero su expresión relajada me dio un alivio instantáneo.

—No es grave, tranquilo.

Exhalé el aire que no sabía que estaba contenido.

—Entonces, Hyung, ¿qué tiene? —intervino Christopher.

Marlon nos observó por un momento antes de dar la noticia.

—Su segundo género se manifestó.

Coral y yo nos quedamos en blanco.

—¿Segundo género? —repetí parpadeando.

—Sí, ya le dimos la medicina. Azul es alfa… —se quitó las gafas, colgándolas en el bolsillo de su bata—. Y hay una posibilidad alta de que sea… dominante.

La palabra “dominante” resonó en mi cabeza.

Coral y yo nos miramos, procesando la información. Pasamos de preocupación a la sorpresa en cuestión de segundos. Sabíamos que el segundo género podía aparecer en cualquier momento, pero no esperábamos que ocurriera tan pronto. Coral y yo nos manifestamos en la adolescencia, como la mayoría, pero existían casos en los que ocurría en la niñez. Ahora la familia estaba formada por: dos omegas y una alfa. Christopher, por su parte, sonrió levemente, como si no fuera ninguna novedad para él.

—Ya lo imaginaba…

Después de un par de días en observación, Azul fue dada de alta. Coral se encargó de mimarla en la mansión, asegurándose de que estuviera cómoda. Yo, en cambio, tenía otra cosa en mente.

Tendría mi primera aparición pública como el esposo de Christopher. El evento coincidía con la gala de caridad del Conglomerado Woo y no había forma de evitarlo. Desde que mi identidad salió a la luz, era cuestión de tiempo de que la sociedad exigiera verme junto a él.

Mientras me arreglaba, ajustando el nudo de mi corbata y asegurándome de que el traje azul noche hiciera juego con el de Christopher, el nerviosismo comenzó a instalarse. No por la gala en sí, sino porque, estaría expuesto ante todos, rodeado de cámaras y fingiendo que este matrimonio era real.

Antes de bajar de la limusina, Christopher me dio una última instrucción:

—No te separes de mi lado e intenta actuar con naturalidad.

Era más fácil decirlo que hacerlo.

Apenas pusimos un pie en la alfombra roja, una avalancha de flashes nos cegó. Murmullos y comentarios comenzaron a filtrarse entre la multitud.

—Se ven muy bien juntos…

—Miren sus anillos de boda…

Bajé la vista y ahí estaba, el anillo en mi dedo. No la había usado desde el día de la boda y ahora se sentía pesado, casi irreal. Christopher lo notó y apretó mi mano, un gesto silencioso que decía: “Tranquilo, estoy aquí”.

El evento transcurrió sin problemas. Christopher me presentó a varias personas influyentes, algunas de las cuales ya conocía por antiguas misiones. Mantuve la compostura, interpretando mi papel a la perfección, hasta que ciertos comentarios lograron sacarme de mi falsa serenidad.

—Es una pena que un alfa dominante como usted terminara casado con un beta…

—Qué desperdicio, sin descendencia ni un linaje fuerte que continuar…

Sentí los dedos tensarse alrededor de la copa que sostenía.

Beta.

Solo por mi apariencia, asumieron que era un beta. Y aunque siempre mantuve en secreto mi segundo género porque no era relevante, en ese momento, las palabras salieron solas:

—¿Beta? Se equivoca. Soy omega… y soy dominante. No creen que hacemos buena pareja al ser ambos dominantes…

El silencio cayó como una losa sobre el grupo. Los observé con calma, disfrutando por un instante la sorpresa en sus rostros. Christopher se inclinó levemente hacia mí y murmuró divertido:

—¿No que querías mantenerlo en secreto?

Sin apartar la vista, respondí con la misma calma:

—¿Y qué más da? No me gusta que me encasillen por las apariencias. Soy omega, ¿y qué…?

Entonces, una mujer alfa mayor, con una sonrisa astuta, habló con entusiasmo:

—Eso es excelente. Entonces, seguramente pronto conoceremos al heredero del Conglomerado Woo.

Casi me atraganté.

Disimulé tomando un sorbo de mi bebida, pero internamente estaba gritando: «¡¡¿Qué carajos?!! ¡¡¿Un hijo?!!»

Christopher, en cambio, no dejó pasar la oportunidad. Con una sonrisa descarada y un tono juguetón, respondió sin la menor vergüenza:

—Estamos trabajando en ello con mucho esfuerzo.

Añadió un par de comentarios subidos de tono que me hicieron querer desaparecer.

—¡C-Cállate! —espeté, tapándole la boca con una mano y jalándolo lejos de ahí.

Christopher solo rió, claramente disfrutando de mi incomodidad.

Podía sentir las miradas divertidas de algunos asistentes mientras arrastraba a este descarado lejos de la multitud. Nos dirigimos al jardín, donde varias mesas decoradas con luces tenues daban la impresión de estar en un cuento de hadas. No era de extrañar, considerando que la mayoría de los presentes eran alfas con dinero y poder.

Christopher, por supuesto, no tenía intención de quedarse callado. Con su típica sonrisa traviesa, siguió provocándome mientras caminábamos por el camino de piedra.

—No te pongas así, cariño. Solo dije la verdad. ¿Acaso no hemos estado… dedicados a ello últimamente?

Lo fulminé con la mirada. Lo único que pasó entre nosotros era compartir cama, nada más.

—Si sigues hablando tonteras, dormirás fuera de la mansión.

—Oh, vamos, ¿le cerrarás la puerta a tu esposito? —murmuró con picardía, inclinándose peligrosamente cerca de mi oído—. Sabes bien que no puedes dormir sin mí, amor.

Y entonces, lo hizo. Mordió mi oreja.

Me congelé un segundo, mi piel se erizó, y en cuanto reaccioné, lo empujé con furia.

—¡Chris! —dije entre dientes, mientras él se reía sin ninguna vergüenza.

—Es tu culpa por ponerte tan lindo cuando te molestas —respondió, encogiéndose de hombros con satisfacción.

Le di un manotazo en el brazo, pero solo logré que su risa aumentara. Este maldito alfa es tan atrevido.

Poco después, Christopher tuvo que irse a hablar con unos inversionistas. Decidí quedarme en una de las mesas, disfrutando de mi bebida en un raro momento de tranquilidad. Hasta que escuché una voz conocida.

—Dylan…

Levanté la mirada y vi a Matthew, impecable en su traje negro, con una sonrisa en los labios y se sentó frente a mí con la misma confianza de siempre.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó con curiosidad genuina.

Abrí la boca para responder, pero una mujer alfa apareció de la nada y me saludó con entusiasmo.

—Es un placer conocerlo al fin. He oído mucho sobre usted —dijo con elegancia—. Quería saludar al esposo del director Woo.

El ambiente cambió al instante. Matthew se tensó y, sin previo aviso, se puso de pie, sujetando mi brazo con fuerza.

—¿Qué acaba de decir? —preguntó en un tono bajo, pero afilado. Su expresión relajada desapareció por completo.

—No lo sabía, el señor Park es esposo del director Woo… —comentó la mujer, ajena a la tormenta que acababa de desatarse.

El agarre de Matthew se hizo más fuerte.

—Suéltame —exigí, tratando de zafarme.

Antes de que pudiera forzarme más, otra presencia se hizo notar.

Christopher apareció de repente. Su expresión era neutra, pero la oscuridad en sus ojos delataba su estado de ánimo. Con un solo movimiento, me jaló hacia él, atrapándome contra su pecho.

—Don´t touch him.

La mujer, sintiendo la amenaza en sus feromonas, huyó de inmediato, instintivamente consciente de que no debía quedarse allí.

Pero Matthew no retrocedió. Su propia esencia inundó el ambiente en respuesta. Y entonces, con una voz profunda y un inglés perfectamente pronunciado, dijo una frase que hizo que mi respiración se detuviera un instante.

—It´s been a while… brother.