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Destruyeme

Destruyeme

Status: Terminada
Genre:Romance / Completas / Posesivo / Amor-odio / Bestia
Popularitas:4.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Deiver Gutierrez

Sabía que acercarme a Leonel era un error.
Encantador y carismático, pero también arrogante e irreverente. Un boxeador con una carrera prometedora, pero con una reputación aún más peligrosa. Sus ataques de ira son legendarios, sus excesos, incontrolables. No debería quererlo. No debería desearlo. Porque bajo su sonrisa de ángel se esconde un demonio capaz de destrozar a cualquiera en cuestión de minutos. Y sé que, si me quedo a su lado, terminaré rota.
Pero también sé que no puedo –no quiero– alejarme de él.
Leonel va a destruirme… Y, aun así, estoy dispuesta a arder en su infierno.

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Capítulo 20 | Leonel

Está llorando.

Las lágrimas se precipitan por sus torturados ojos castaños y me siento miserable. El dolor surca sus facciones. Su mandíbula está tan apretada, que temo que va a quebrársela en dos. Sus pequeños puños están apretados contra su cuerpo y tiembla, reprimiendo los sollozos que amenazan por salir de su garganta.

Si está intentando lucir fuerte, está fracasando terriblemente.

Verla de esa manera merma mi coraje. Sigo enojado. Sigo frustrado. Sigo queriendo golpear algo, pero he tomado el control de mi temperamento una vez más.

— ¿Qué pasó con el “Confío en ti, Leonel”?, ¿era mentira?, ¿eran palabras al viento? —espeto. Mis palabras suenan más duras de lo planeado.

—N-No…

— ¿Entonces por qué diablos no estás confiando en mi? —Mi voz se entrecorta, pero me obligo a mantener mi expresión firme—, ¡Maldita sea, Lucia!, ¿es que acaso eres la única que no lo nota?, ¡estoy loco por ti!

Noto la vacilación en su expresión, y aprovecho ese resquicio de duda para dar un paso en su dirección, acortando la dolorosa distancia que ha puesto entre nosotros. — ¿P-Por qué no me lo dijiste? —su voz es un susurro entrecortado y débil.

Mis labios se aprietan juntos. No iba a contárselo. No iba a decírselo porque sabía que algo así sucedería.

—No quería tener problemas contigo —admito, con la voz enronquecida por todos los sentimientos que están entremezclándose dentro de mi pecho.

Desvía la mirada y avanzo otro paso. —Lucia, por favor… Cree en mí —estiro mi mano para ahuecar su mejilla, temeroso de que vuelva a rechazarme, pero no lo hace.

Recibe mi caricia cerrando los ojos con fuerza, como si luchara contra el impulso de acercarse un poco más.

El coraje está transformándose en algo más intenso y profundo…, algo más aterrador. El pánico está arraigándose en mis entrañas. No quiero que me deje.

No quiero que se aleje de mí. No quiero que huya por algo que ni siquiera he hecho. No quiero perderla.

Mi corazón se salta un latido cuando me envuelve la resolución. Maldita sea, no quiero perderla. Nunca había sentido ésta opresión en el pecho. Nunca me había sentido tan perdido y desesperado como ahora. Nunca me habían mandado a la mierda por algo que ni siquiera hice.

—Lucia, por favor… —por primera vez, permito que el pánico se filtre en el tono de mi voz. Ni siquiera estoy seguro de qué es lo que quiero pedirle.

Sus ojos encuentran los míos. Hay duda, confusión e incertidumbre en sus facciones. —Debiste habérmelo dicho —susurra. Sigue sonando inestable y débil.

Asiento. —Lo sé —reconozco—. Lo sé. Lo siento. Siento mucho no habértelo contado; yo sólo…

Aleja mi mano de su rostro con gentileza, pero aún así, siento como si me hubiese pegado un gancho en el estómago. — ¿P-Por qué no me lo dijiste? —suena torturada. Incrédula.

—No me crees —el aire abandona mis pulmones cuando la encuentro desviando la mirada de mí. El coraje y la desesperación se filtran en mi torrente sanguíneo. Por una vez en la vida estoy intentando hacer las cosas bien y no es suficiente. ¿Cómo no puede ser suficiente, si está tomando todo de mí intentar no ser un imbécil impulsivo?, ¿cómo es que no ve que todos los días gano una lucha contra mí mismo cuando logro controlarme?

Abre la boca para replicar, pero ningún sonido sale de ella. — ¿Tú me creerías? —sus ojos encuentran los míos. Está siendo cautelosa y recelosa.

Aprieto la mandíbula y mi ceño se frunce profundamente. Intento contener la cólera que está inundándome. Mis manos se aprietan en puños, mi respiración se vuelve superficial, mi corazón ruge contra mi caja torácica. Una especie de gruñido bajo brota de mi garganta. No puedo más. No puedo contenerlo más…

Doy un par de pasos hacia atrás, respirando con pesadez. Toda la tensión está acumulándose en mis puños cerrados, y quiero golpear algo con todas mis fuerzas. Noto un destello de pánico en la mirada de Lucia, pero ya es muy tarde.

Mi puño se estrella contra el contenedor de basura del edificio, y escucho el crujir de mis nudillos.

Me importa una mierda.

Golpeo una vez más y el sonido del metal gimiendo bajo mis puños, resuena en mis oídos. Ira cruda y cegadora me recorre el cuerpo; pero más que ira, son el dolor y la desesperación quienes están tomando posesión de mí. Es tan intenso, que prefiero el dolor que estoy sintiendo en los nudillos.

— ¡LEONEL! —Grita alguien, pero no me detengo—, ¡LEONEL, BASTA!, ¡DETENTE!

Un sonido, una especie de gemido y gruñido, brota de mi garganta; y cuando no puedo seguir golpeando con mis puños, le tiro una patada.

Estoy jadeando, tengo los puños entumecidos y no puedo apartar la vista del metal abollado por mis golpes. La sangre mancha el contenedor y siento algo caliente y húmedo cayendo por mis nudillos.

Unos brazos se envuelven en mi cintura, abrazándome por la espalda y aprieto los ojos. No me atrevo a moverme. Ni siquiera me atrevo a respirar. La última vez que perdí el control de ésta manera, terminé matando a una persona.

— ¡Detente!... Te quiero—susurra una voz a mis espaldas—. Te quiero. Te quiero. Te quiero. Te quiero.

El corazón me da un vuelco al escuchar los balbuceos de la cálida voz de Lucia. Un nudo se instala en mi garganta y las lágrimas se agolpan en mis ojos. No voy a llorar. No soy un maldito marica. No voy a llorar.

—N-No me acosté con ella —escupo—. No lo hice. No lo hice…

—Creo en ti —susurra Lucia, en un sollozo ahogado—. Creo en ti. Creo en ti.

No le creo.

Ella no cree en mí. No cree en mis palabras. Sólo está tratando de calmarme. Sólo está tratando de impedir que me haga daño. —Yo no me acosté con ella —repito—. Ni siquiera la toqué. Ni siquiera me acerqué. Ni siquiera…

—Shhh… —me interrumpe. Todo su cuerpo tiembla contra el mío. No hay que ser un genio para notar que está llorando.

—Yo no…

—Creo en ti —medio solloza.

—N-No lo haces —sueno miserable. Necesitado…

— ¡Creo en ti! —sé que sólo intenta tranquilizarme.

Me libero de su abrazo, incapaz de soportar estar un minuto más a su alrededor. Avanzo unos pasos y soy consciente de que ella está siguiéndome. Los nudillos me duelen y gotean. Miro hacia mis manos y noto cómo la sangre caliente se desliza entre mis dedos. Me he arrancado la piel, dejando una extraña masa de color rojo y rosa. Estiro los dedos y una punzada de dolor me recorre los brazos. Estoy seguro de que me he quebrado un dedo de cada mano… Quizás dos.

—L-Leonel —dice en voz alta y me detengo en seco, sólo para girarme y encararla.

— Necesito estar solo —suelto con la voz perfectamente modulada. Estoy intentando contenerme y no está poniéndomelo fácil.

— ¡Pero…!

— Lucia, necesito que me dejes solo —siseo. Abre la boca para replicar, pero exploto. Mi voz truena—: ¡¿QUÉ NO ENTIENDES QUE NECESITO ESTAR SOLO?!

La sorpresa y el dolor atraviesan su rostro, haciéndome apretar la mandíbula para no empezar a disculparme como el idiota, ridículo y necesitado que soy.

No puedo creer que me haya reducido a esto. No puedo creer que Lucia me haya convertido en éste chico idiota, inseguro, débil y sentimental. Hace unos meses, esto ni siquiera me habría importado.

Hace unos meses habría follado a la chica de mi camerino una y otra vez, de todas las formas existentes, pero no lo hice. No lo hice por ella. Y por ella estoy aquí, cayéndome a pedazos. Perdiendo la poca dignidad que me queda.

El hielo se apodera de mi pecho y quiero herirla de la forma en la que ella me ha herido al no confiar en mí cuando dijo que iba a hacerlo. Entonces, la miro a los ojos y escupo las palabras que ella misma me dijo hace escasos minutos —: No quiero hablar contigo en éste momento. Ni siquiera puedo mirarte.

Su mandíbula se tensa por completo y una expresión adolorida se apodera de su rostro. Una disculpa se construye en mi garganta, pero no me da tiempo de pronunciarla. Alza el mentón y asiente.

—V-Voy a hacértelo fácil —intenta sonar firme, pero hay un ligero temblor en su voz—. N-No vas a volver a mirarme. Eso puedo jurártelo.

El pánico se instala en mi pecho en el momento en el que lo dice. Mi corazón se detiene durante una dolorosa fracción de tiempo, mientras sus palabras abren un hueco dentro de mi estómago, acrecentando el pánico y aminorando la ira.

Da un paso hacia atrás y yo doy uno hacia adelante. Combatiendo el conflicto que está forjándose en mí. Una parte de mi, quiere detenerla. Quiere disculparse y arrastrarse para suplicar perdón. Otra, simplemente, quiere que se vaya.

Abro la boca pero ningún sonido sale de ella. La cierro y vuelvo a intentarlo. Quiero pronunciar una disculpa, quiero pedirle que se quede, quiero pedirle que se vaya… Y lo único que logro articular es—: Asegúrate de cumplirlo.

Decepción, dolor y coraje se filtran en sus facciones. Sus ojos están llenos de lágrimas sin derramar y noto que está conteniendo la respiración. Se lleva una mano temblorosa al cabello y lo aleja de su rostro. Me mira un momento más, como si no pudiese creer lo que acabo de decirle, pero finalmente se gira sobre sus talones, y se echa a andar a paso veloz.

Camino tres pasos, siguiéndola, pero me detengo en seco al verla salir del enrejado del edificio. La observo caminar por la acera y quiero correr a alcanzarla. Quiero gritar su nombre y detenerla, pero no lo hago.

No lo hago y en ése momento lo comprendo… No la estoy deteniendo porque una parte de mi, la idiota e impulsiva, deseaba follar a esa chica. La misma parte que desea volver a lo seguro..., la que desea volver a lo que era antes de Lucia.

La culpa se filtra en mi pecho, como un horrible monstruo.

Yo realmente deseaba follar a esa chica. ¿Ese fue el motivo por el cual no se lo dije?, ¿ése fue el motivo por el cual me callé algo así?...

Merezco esto. Merezco que Lucia esté yéndose. Merezco que ni siquiera haya mirado hacia atrás. Merezco que haya terminado conmigo…

El hielo se instala en mi pecho. Una extraña mezcla de desesperación, pérdida, tristeza y coraje hacia mi persona, me invade por completo. No merezco a una chica como ella.

Saco mi móvil del bolsillo de mi chaqueta y busco su número en él. Mi dedo baila en el botón de llamada, pero me detengo. ¿Qué voy a decirle?, ¿voy a decirle que no pasó nada entre esa chica y yo, pero que moría porque pasara?... Aprieto los ojos con fuerza, sintiendo las lágrimas quemando en mis ojos.

— ¡MALDITA SEA! —grito, sin importarme que la gente esté mirándome.

Me siento en la acera y me llevo las manos a la cabeza, incapaz de mantenerme de pie. Incapaz de hacer otra cosa más que esperar a que Lucia vuelva… Pero Lucia no ha vuelto. Lucia no va a volver.

Un nudo se instala en mi garganta y aprieto mi cabello en mis puños; ignorando el dolor punzante que me recorre las manos.

Me odio. Odio lo que soy. Odio no poder ser como cualquier otro chico y tener a una chica dulce a mi lado. Odio no poder tener a Lucia.

Un suspiro entrecortado brota de mi garganta y tomo mi teléfono una vez más. Ésta vez, tecleo:

“No quiero perderte. Lo siento. Lo siento mucho. Sé que las palabras hieren más que cualquier cosa en el mundo, pero yo no quería herirte. Estoy furioso, desesperado y frustrado. Me aterra perderte, Lucia. Eres lo único bueno que tengo. Lo único por lo que vale la pena levantarse en las mañanas. No quiero estar con nadie que no seas tú. No quiero perderte.”

Miro la pantalla durante lo que parece ser una eternidad, pero no envío el mensaje.

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Silvina Claudia Rodrigo
No me gusta es violento por demás, no es bueno para nadie ,que lo mande al psicólogo y psiquiatra
Silvina Claudia Rodrigo
Malo
Silvina Claudia Rodrigo
Muy malo
Margarita Ledesma
me gusta.
Silvina Claudia Rodrigo
De ser violento debe alejarse urgente ,los agresivos no cambia
kemberling García
Muy malo
kemberling García
Malo
la_toxic@
estoy enganchada en esta novela empeze hoy y la verdad me fascino, es una historia q te envuelve en cada capítulo espero q actualices pronto xq está muy buena 👏🏻💞☺️
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