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Alana

Alana

Status: En proceso
Genre:Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Diferencia de edad
Popularitas:3.6k
Nilai: 5
nombre de autor: NELSI BLANCO

Alana Alvarado Blanco solía sentarse en un rincón de su pequeño cuarto en el orfanato y contar los huecos visibles en la pared, cada uno representando un día más sin la compañía de sus padres. En su mente infantil, imaginaba que cada uno de esos agujeros era un recuerdo de los buenos momentos que había compartido con ellos. Recordaba con cariño aquellos cinco años en los que su vida había sido casi perfecta, entre risas y promesas. La melodía de la risa de Ana Blanco, su madre, resonaba en su corazón, y la voz firme de Vicente Alvarado, su padre, aún ecoaba en su mente: “Volveremos por ti en cuanto tengamos el dinero, pequeña”. Sin embargo, ese consuelo se había transformado en una amarga mentira, la última vez que le repetían esas palabras había sido poco antes de que la pesada puerta de madera del Hogar de San Judas se cerrara tras ella, sellando a la fuerza su destino y dejando su vida marcada por la ausencia. En ese instante, la esperanza que una vez brilló en sus ojos comenzó a de

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capítulo 22

La Llamada Codificada

​Fernando marcó el número internacional de Catalina y le entregó el auricular. Alana se alejó unos pasos de Fernando, fingiendo buscar privacidad, aunque sabía que él la estaría observando.

​Catalina contestó. "Diga."

​"Cata, soy yo," dijo Alana, su voz sonando deliberadamente nerviosa, como si estuviera a punto de colapsar. "Escúchame, tengo que hablar contigo. Necesito que retires todas las demandas contra Fernando. Me di cuenta de que cometí un error."

​Catalina guardó un silencio profesional, aunque Alana podía imaginarse la alarma en su rostro al otro lado del mundo.

​"Alana, ¿qué está pasando? ¿Dónde estás?" preguntó Catalina, su voz tensa pero controlada.

​Alana tomó aire y soltó las palabras clave, mezclándolas con la farsa de la rendición. "Estoy en una situación incómoda, hermana. Una muy mala. Necesito que entiendas que Fernando tiene razón. Y necesito que llames a Daniel y le digas que me perdí en el 'Almacén de Herramientas' y que mi única 'llave' está en el 'Anexo C'. Por favor, Catalina, hazlo de inmediato. Lo extraño mucho."

​Fernando, que había escuchado atentamente, asintió, orgulloso de que Alana estuviera reconociendo la "fuerza de su amor".

​"¡Mi abogada no puede entender esto!" dijo Alana, forzando un tono de desesperación. "Solo quiero que todos se olviden de esto. Yo retiraré los cargos. Y Fernando me va a devolver el pasaporte de mis padres, para que podamos viajar juntos."

​Alana esperó la reacción de Catalina. Había usado tres frases clave:

​"Almacén de Herramientas": Una pista sobre el lugar. ​"llave en el Anexo C": Una instrucción a Daniel para usar la última evidencia. ​"Pasaporte de mis padres": Una referencia a la última mentira que Fernando le había dicho (él no tenía el pasaporte).

​"Entiendo perfectamente, Alana," dijo Catalina, su voz ahora helada y cortante. "Retiro los cargos. Haré exactamente lo que me pides. Llamaré a Daniel ahora mismo."

​Catalina colgó. Alana le entregó el teléfono a Fernando.

​"Listo. Las demandas serán retiradas," dijo Alana, sintiéndose agotada pero triunfante.

​"Lo sabía," sonrió Fernando, su vanidad inflada. "Sabía que esta era la única forma. Ahora, nos quedaremos aquí hasta que todo se calme. Tenemos mucho que ponernos al día. Empezaremos por tu noviecito. Llamaremos a su oficina para decirle que estás fuera del país, conmigo."

​Alana se desplomó en la silla, fingiendo sumisión. Sabía que Catalina había entendido el código. Ahora, la suerte estaba echada. El tiempo corría, y la única persona que podía encontrar el "Almacén de Herramientas" era Daniel.

Fernando estaba exultante. La llamada de Alana a su hermana fue, para él, la prueba irrefutable de que su "amor" era más poderoso que cualquier contrato legal. Se paseaba por la pequeña habitación, tarareando una melodía que Alana recordaba de la mansión.

​"Ahora, el paso final," anunció Fernando, deteniéndose frente a ella. Había instalado una cámara de video y un micrófono de solapa sobre la mesa de madera.

​"¿Qué es eso?" preguntó Alana, fingiendo confusión.

​"Una confesión, mi querida. Pero una confesión de amor, no de crimen," sonrió Fernando, su mirada aún más intensa. "Necesitas grabar un video. Un video que enviaremos a Zúñiga, a la Comisión de Valores y a mi padre. Dirás que toda la evidencia —la agenda, el Anexo C, la violación de la Orden de Restricción— fue una farsa urdida por ti y tu hermana para forzar el divorcio y extorsionarme. Dirás que todo fue un malentendido pasional."

​Alana sintió una oleada de náuseas. No solo estaba pidiéndole que mintiera, sino que anulara su propia dignidad y el esfuerzo de Catalina y Ricardo.

​"¿Y por qué haríamos eso?" preguntó Alana, adoptando el tono de la esposa calculadora que él siempre había creído que era.

​"Porque te casarás de nuevo conmigo, Alana," respondió él con simpleza. "Si me exoneran, mi padre me devolverá mi puesto. Y tú serás la esposa del CEO, no la exiliada. Seremos el dúo de poder que siempre debimos ser."

Alana se acercó a la cámara y tocó el lente con el dedo, fingiendo estar impresionada. Su mente corría. Necesitaba que esta grabación durara. Necesitaba que fuera lo suficientemente creíble para mantenerlo tranquilo, pero lo suficientemente imperfecta para ser inútil.

​"De acuerdo, Fernando. Lo haré," dijo Alana, su voz fría y decidida, imitando a la Tía Helena. "Pero si voy a mentir ante una cámara, tiene que ser una actuación digna del apellido Fuente."

​Fernando la miró, intrigado. "Explícate."

​"Tú y yo sabemos que mi divorcio no fue por pasión. Fue un cálculo. Si voy a grabar esto, tiene que sonar a verdad. Necesito que me mires a los ojos y me digas por qué estoy haciendo esto."

​Alana dio un paso atrás, forzándolo a seguirla con la mirada. "Si voy a decir que fui una mentirosa y extorsionadora, necesito una razón que te convenza a ti. Necesito que me devuelvas algo. Un símbolo de que realmente hemos vuelto a ser socios."

​Fernando dudó. "¿Qué símbolo quieres?"

​Alana pensó rápidamente en algo que él no podría darle, pero que lo haría sentir poderoso.

​"Quiero que me muestres la agenda real," demandó Alana. "La que recuperó Ricardo del Bentley. No confío en ti. Si voy a mentir para salvarte, necesito ver el arma que tenemos. Y quiero que la sostengas frente a la cámara, como prueba de que ahora compartimos los secretos."

​Fernando sonrió, mordiendo el anzuelo. "Una jugada inteligente. Siempre calculadora."

​Se dirigió a una caja metálica que tenía escondida bajo la cama. Sacó la agenda de cuero negra de un compartimento secreto.

​"Aquí está," dijo, sosteniéndola. "La prueba que te hace invencible. Ahora, siéntate y graba tu confesión."

La Grabación Imperfecta

​Alana se sentó frente a la cámara. Fernando, con la agenda real en la mano, se colocó detrás de la cámara, con una sonrisa de victoria.

​"Bien. Enciende," ordenó Alana. "Y recuerda, si mientes sobre lo que quiero que me digas, la confesión saldrá mal."

​Fernando encendió la cámara.

​"Di: 'Mi nombre es Alana Alvarado, y grabo este video por mi propia voluntad para corregir la mentira que le conté a mi abogado'," instruyó Fernando.

​Alana comenzó a hablar, pero con un tono melancólico y lento, totalmente inadecuado para una "confesión urgente".

​"Mi nombre es Alana Alvarado, y sí, grabo este video..." Alana hizo una pausa dramática, mirando por encima de la cámara, no al lente. "...pero no es para corregir la mentira. Es para contar la última verdad."

​Fernando, sintiendo que la grabación no iba bien, intervino. "¡No! Mira a la cámara. Di que extorsionaste a mi familia."

​"No puedo decir que extorsioné a tu familia si tú no me confiesas que usaste el código de la floristería para pagar a tus amantes," susurró Alana, su voz baja y seductora, pero el micrófono lo captó todo.

​Fernando, ofendido por la interrupción de su plan, se inclinó fuera de la cámara. "¡No hablemos de eso! Concéntrate. Di que el Anexo C fue un error de contabilidad, ¡no un fraude!"

​"No es un fraude, Fernando," continuó Alana, elevando ligeramente la voz para el micrófono. "Es una malversación de fondos corporativos para un secuestro. Si quieres mi confesión, debes decirme la verdad."

​Fernando, furioso, apagó la cámara. "¡Así no, Alana! Necesito la verdad que me sirve. Tendremos que practicar un poco más hasta que seas creíble. Hasta entonces, la agenda se queda conmigo."

​Fernando guardó la agenda y apagó la luz. Dejó a Alana sola en la oscuridad. Él había ganado la agenda, pero Alana había ganado el tiempo que Daniel necesitaba.

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Omis Mendoza
está muy buena La novela no demore mucho los capítulos quiero ver La cara del aristócratico sin celebró dé Fernando
Omis Mendoza
que maldito ojalá ella sea más inteligente y sé largue de ese infeliz y sé haga una mujer fuerte y empoderada
Omis Mendoza
era dé esperarse ésa situacion todo lo que brilla no es oro
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