OH ¡MAESTRO! QUIEREME

Joon-Ho e sentó a su lado y comenzó a sacar sus libros. La cercanía de ella, su perfume familiar y la forma en que lo miraba de vez en cuando, le recordaban todo lo que estaba poniendo en riesgo. ¿Cómo había terminado en esta situación? Antes de Mi-Ra, todo parecía mucho más sencillo.

La clase comenzó, pero Joon-Ho apenas podía concentrarse. El profesor hablaba sobre ecuaciones diferenciales, pero las palabras no lograban penetrar el ruido de su mente. Cada tanto, sus ojos se desviaban hacia la puerta, como si esperara que Mi-Ra apareciera en cualquier momento con una de sus miradas desafiantes.

Cuando finalmente terminó la clase, Soo-Yeon se volvió hacia él.

—¿Tienes tiempo para organizar la próxima clase juntos...más tarde? —pregunta.

Joon-Ho vacila por un momento, sabiendo que debería decir que sí. Pero la idea de pasar tiempo con ella mientras su conciencia lo torturaba era demasiado.

—Ya termine ayer con el programa de toda la semana, tal vez mañana podremos revisar la de la semana siguiente—responde rápidamente—. Hoy tengo algunas cosas que hacer en casa. Ya sabes con mi madre.

Ella asintió, aunque parecía un poco decepcionada.

Después de despedirse, Joon-Ho caminó hacia su siguiente clase, pero antes de llegar, sintió su teléfono vibrar. Lo sacó del bolsillo y vio un mensaje de Mi-Ra: "¿Te divertiste con tu noviecita? Espero que recuerdes quién fue la que te hizo sentir vivo anoche."

Apretó los dientes y guardó el teléfono, intentando ignorar la mezcla de emociones que esas palabras le provocaban.

Las siguientes horas pasaron en un borrón de clases y pensamientos confusos. Finalmente, cuando el día terminó, Joon-Ho se dirigió a su auto y condujo de regreso a su apartamento, deseando desesperadamente un poco de normalidad.

Cuando llegó, su hermano menor, Kang Min-Ho, lo recibió en la puerta con una sonrisa traviesa.

—Hyung, llegas tarde. Mamá hizo kimchi jjigae. Está delicioso, pero no sé si dejó algo para ti.

Joon-Ho dejó escapar una risa cansada y revolvió el cabello de su hermano.

—Mejor que haya dejado algo, o tú y yo tendremos problemas.

Entró al apartamento y fue recibido por el aroma familiar de la comida casera. Su madre estaba en la cocina, limpiando los platos, y lo saludó con una sonrisa.

—Estás trabajando demasiado, hijo. Siempre llegas con esa cara agotada.

—Es solo la universidad, mamá. Nada de qué preocuparse.

Se sentó a la mesa y comió en silencio, mientras su hermano hablaba animadamente sobre su día. Sin embargo, Joon-Ho apenas escuchaba. Su mente seguía atrapada en el caos de su situación.

Después de cenar, se retiró a su habitación, esperando encontrar un poco de paz. Sin embargo, cuando abrió la puerta, el recuerdo de Mi-Ra en su cama la noche anterior lo golpeó como una ola, haciendo que su hombría se estremeciera. Se dejó caer en la silla de su escritorio, apoyando la cabeza entre las manos.

Su teléfono vibró nuevamente. Con un suspiro, lo tomó y revisó el mensaje. Era otra foto de Mi-Ra, esta vez con una de sus camisas puestas y una sonrisa descarada en el rostro.

"¿Me extrañas?"

Joon-Ho cerró los ojos y soltó un suspiro frustrado. Sabía que debería bloquearla, cortar todo contacto, pero algo lo detenía. Había algo en ella que lo atrapaba, que lo hacía incapaz de alejarse por completo.

Mientras miraba la foto, una idea cruzó por su mente. Si quería recuperar el control, necesitaba confrontarla, pero en sus propios términos. Guardó el teléfono y se levantó, decidido a encontrar una forma de ponerle fin a todo esto antes de que se saliera aún más de control.

A la mañana siguiente, Joon-Ho se despertó temprano. Se dirigió a la universidad con una determinación renovada, decidido a evitar cualquier encuentro con Mi-Ra. Sin embargo, ella parecía tener un talento especial para aparecer en el momento menos esperado.

Durante el receso, mientras caminaba hacia la biblioteca, la vio esperándolo en uno de los pasillos. Estaba apoyada contra la pared, jugando con su teléfono como si no tuviera una sola preocupación en el mundo.

—Hola, oppa —dijo, levantando la vista cuando lo vio acercarse.

—Mi-Ra, no puedo seguir haciendo esto.

Ella levantó una ceja, divertida.

—¿Haciendo qué? Yo no estoy haciendo nada.

Joon-Ho apretó los puños, sintiendo cómo su paciencia se desmoronaba.

—Esto tiene que terminar. No podemos seguir con este juego. O nos meterás en problemas.

Ella dio un paso hacia él, acortando la distancia entre ambos.

—¿Juego? ¿Crees que esto es un juego para mí?

Antes de que él pudiera responder, Mi-Ra deslizó algo en el bolsillo de su chaqueta.

—Nos vemos esta noche. No faltes.

Joon-Ho la miró confundido, pero ella solo le sonrió antes de alejarse, dejándolo ahí, sintiendo que había perdido otra batalla. Cuando revisó su bolsillo más tarde, encontró una tarjeta de hotel con una dirección escrita a mano.

Esa noche, después de mucho debatir consigo mismo, decidió ir. No porque quisiera continuar con todo esto, sino porque necesitaba ponerle fin de una vez por todas. Cuando llegó al hotel, Mi-Ra ya lo estaba esperando.

Ella lo recibió con una sonrisa que era a la vez dulce y peligrosa.

—Sabía que vendrías.

Joon-Ho suspiró, cerrando la puerta detrás de él.

—Mi-Ra, esto tiene que parar. No podemos seguir así. Debemos poner, no se...reglas.

Pero antes de que pudiera continuar, ella se acercó, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello y silenciándolo con un beso. Y aunque parte de él sabía que debería resistirse, la otra parte, la que estaba cansada de luchar, se dejó llevar.

—¿Podemos hablar cuando terminemos mi amor?—le dice metiendo una mano dentro de su pantalón.

—Mierda...¿porque eres tan traviesa?