Entre Luces Y Sombras

El sonido del mar aún se escuchaba en la cabeza de Tina cuando despertó aquella mañana. La luz que se filtraba por las cortinas era suave, dorada y el cuerpo de Mico seguía pegado al suyo, dormido, respirando despacio. Por un instante, todo era perfecto.

Hasta que el teléfono de Mico comenzó a vibrar una y otra vez, rompiendo la paz.

Tina la miró girarse medio dormida, estirando el brazo para buscar el celular en la mesita de noche. El rostro de Mico cambió apenas vio la pantalla.

—¿Qué pasa? —preguntó Tina, notando cómo la expresión relajada de su novia se tensaba en cuestión de segundos.

Mico no respondió enseguida. Sus ojos se movían rápido, leyendo mensajes, notificaciones, llamadas perdidas. Su representante, el equipo de prensa, incluso su madre. El rostro de Tina palideció al ver una notificación en la pantalla bloqueada: “Mico captada en actitud cariñosa con una chica en la playa”.

—No.—susurró Mico, llevándose una mano a la boca— No puede ser....

Tina se incorporó, sintiendo cómo la realidad la golpeaba con la misma fuerza que a Mico.

—¿Qué foto? —preguntó, con la voz temblorosa.

Mico le mostró la pantalla. Allí estaban ellas, abrazadas, riendo en la playa, tomadas de la mano. Una imagen cálida, inocente pero suficiente para desatar el escándalo.

—Dios mío.—susurró Tina, llevándose las manos a la cara— Nos vieron.

Mico se levantó de golpe, caminando por la habitación, con la respiración entrecortada.

—No puede ser, Tina. ¡Yo fui cuidadosa! Nadie sabía que estábamos aquí, nadie.

—Tal vez alguien nos siguió —dijo Tina, tratando de mantener la calma— O alguien te reconoció y te sacó una foto.

Mico se detuvo frente a la ventana, con las manos apoyadas en el vidrio, mirando el mar.

—¿Sabés lo que esto significa?—murmuró— Van a destrozarme. Mis padres, mi disquera, mi imagen.

Tina se acercó, queriendo tocarla, pero Mico se apartó.

—No lo entienden, Tina —dijo con voz quebrada—Ellos no lo van a aceptar; nunca.

El silencio fue pesado, sofocante. Tina sintió que algo dentro de ella se rompía al ver el miedo en los ojos de Mico.

—No tenés que ocultarte —dijo con suavidad— No hicimos nada malo.

—¡Eso lo dices tu!—gritó Mico, girándose hacia ella con lágrimas en los ojos— ¡Tu no sabés lo que es tener a miles de personas juzgándote, inventando cosas, insultándote! ¡No sabés lo que es tener una carrera entera que puede desaparecer por un solo error!

Tina retrocedió un paso, sintiendo el golpe de esas palabras.

—¿Un error? —repitió, con la voz temblorosa— ¿Eso soy yo?¿Tu crees que yo no voy a sufrir tampoco?¿que mis padres van a aceptarlo así como así?

Mico se quedó en silencio. El silencio fue peor que cualquier respuesta.

—No quise decir eso. —susurró finalmente, pero Tina ya estaba apartándose, con los ojos llenos de lágrimas.

—Sí lo dijiste —dijo, con un nudo en la garganta— Dijiste “error”. Y si eso soy, entonces mejor me voy.

Tina tomó su bolso y comenzó a meter sus cosas, ignorando las súplicas de Mico.

—Tina, por favor, esperá. Estoy asustada, no enojada contigo.

—Lo que estás es avergonzada de mí.—respondió Tina, girándose hacia ella— Te da miedo que la gente sepa lo que sos, lo que sentimos.

—No es eso —Mico se acercó, pero Tina dio un paso atrás.

—Sí lo es —insistió Tina, con lágrimas corriendo por sus mejillas— Porque mientras yo estoy dispuesta a enfrentarlo todo por ti, tu sigues escondiéndote detrás del miedo.

Las palabras quedaron suspendidas en el aire.

Mico no supo qué decir. No podía negar que tenía miedo. Miedo de perder su carrera, su familia, su reputación y paradójicamente, miedo de perder a Tina también.

—Por favor, no te vayas —murmuró Mico, acercándose y tomando su mano— No quiero que esto termine así.

Tina la miró, dolida, y durante un momento, el contacto de sus manos fue suficiente para romper la tensión. Mico la atrajo hacia sí, abrazándola con fuerza, con desesperación. Tina resistió unos segundos, pero finalmente se rindió al abrazo, sintiendo el temblor en el cuerpo de Mico.

—No quiero perderte —susurró ella entre lágrimas— Pero no puedo seguir si tengo que esconderme como si fuera algo de lo que te avergonzás.

Mico la sostuvo más fuerte, como si al hacerlo pudiera detener el tiempo.

—Dame tiempo —pidió, con la voz apenas audible— Prometo que voy a arreglarlo.

Tina asintió sin mucha convicción. La abrazó una vez más, antes de apartarse y salir de la habitación.

Mico se quedó sola, con el sonido del mar como único testigo de su culpa. El celular volvió a vibrar, mostrando el nombre de su representante: “Atendé. Urgente.”

Contestó con la voz quebrada.

—¿Qué está pasando? —preguntó.

—Mico, las fotos ya están en todos lados. Si no das una declaración hoy, esto se va a salir de control. Decí que era una amiga, que fue una confusión, que no es lo que parece.

El corazón de Mico se detuvo.

—¿Una confusión? —repitió con amargura.

—Tienes que proteger tu imagen. ¿Entiendes? Esto puede arruinar todo.

Mico colgó sin responder. Se dejó caer en la cama, mirando el techo, sintiendo que el aire se le escapaba del pecho.

Podía mentir. Podía decir que Tina era una amiga, que todo fue una invención de los medios.

Podía salvar su carrera.

Pero al hacerlo, perdería lo único real que había tenido en mucho tiempo.

~

Horas después, Tina estaba en su casa mirando el teléfono con las manos temblorosas. En todas las redes, los titulares eran los mismos: “Mico desmiente relación con mujer misteriosa”.

El comunicado decía que las fotos habían sido “malinterpretadas”, que se trataba de “una compañera de viaje” y que “no existía ninguna relación romántica entre ellas”.

Las lágrimas le empañaron la vista.

Había esperado que Mico no lo hiciera. Que esta vez eligiera el amor sobre el miedo.

Pero no fue así.

El teléfono vibró con un mensaje de ella:

Mico: Tuve que hacerlo. No tenía opción. Perdón.”

Tina: Siempre hay una opción Mico. Solo que tu elegiste no elegirme.

Tina dejó el teléfono de lado, con el corazón echo pedazos.

En su habitación, Mico leyó el mensaje una y otra vez, hasta que las letras se volvieron borrosas por las lágrimas.

No respondió.

No podía.

Porque sabía que Tina tenía razón.

El reflejo en el espejo le devolvía una imagen que no reconocía.

Una mujer atrapada entre dos mundos: el que la gente quería ver y el que ella realmente era.

Y esa noche, por primera vez en mucho tiempo, se sintió completamente sola.