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La Luz Rojo Carmesí Del Final

La Luz Rojo Carmesí Del Final

Status: En proceso
Genre:Acción / Policial / Escena del crimen / Chico Malo / Pacto con el demonio
Popularitas:662
Nilai: 5
nombre de autor: XintaRo

Historia original de horror cósmico, suspenso y acción.

NovelToon tiene autorización de XintaRo para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

El Hombre Sin Ojos. Pt2.

Entregamos la evidencia a un periodista local, uno con agallas y nada que perder. Y después... nada. La ciudad siguió girando sobre su eje podrido. La Familia Linova no cayó, pero retrocedió. Una redada aquí. Una cuenta congelada allá.

Slim no regresó en mis sueños desde entonces. La puerta del lado izquierdo donde él lloraba ahora brilla con una luz suave. Como si por fin pudiera dormir.

Entrada de libreta:

Mat Slim. Contador. Mártir. Padre. Amigo de nadie, enemigo del silencio. Vi su alma entre puertas de acero. Le prometí justicia, y cumplí. Cuatro Leguas no cambia. Pero una puerta se cerró. Y por esta noche, al menos, puedo descansar. Solo por esta noche.

A la mañana siguiente, en la ciudad llovía petróleo. Una de esas lluvias oscuras que no lavan, solo manchan más. Héctor estaba conduciendo cuando recibimos la llamada. Era el periodista, voz temblorosa, como si se le quebrara la garganta con cada palabra.

—Me siguieron… Uno de ellos me habló. Dijo que… dijo que, si no me iba de Cuatro Leguas antes del atardecer, terminaría con el cuerpo lleno de agujeros.

—¿Quién? —le pregunté.

—No lo sé, llevaba un sombrero, abrigo largo… No pude verle la cara bien. Pero su voz… Su voz era como grava molida.

Quedamos en reunirnos en su trabajo: Noticia de Cuatro Leguas. Un edificio viejo de piedra y acero, más fachada que redacción. Sabía que ese periódico era una máscara. Una forma de callar la verdad con ruido. La verdadera información dormía detrás de puertas cerradas y escritorios demasiado limpios.

Nos recibió con desconfianza. Los otros periodistas nos miraron como si fuéramos criminales. En esta ciudad, no sabías quién llevaba placa por justicia y quién por protección.

—Quiero ver las grabaciones de esta mañana. Las cámaras de entrada. —dije al recepcionista.

—No podemos acceder a ese material sin una orden judicial. Política del medio.

—La política de este medio apesta a miedo.

No insistí. Salimos. Héctor sonrió de medio lado, se subió al coche y encendió su laptop conectada al sistema de antena móvil que había instalado él mismo, como una especie de hacker autodidacta.

—Dame diez minutos. Bueno, cinco.

Mientras él tecleaba, encendí un cigarro y dejé que el humo empañara los cristales del coche. Sentí que alguien nos observaba desde la ventana del edificio del periódico, pero cuando volví la vista, solo vi cortinas cerradas.

—Listo. Tengo acceso al servidor de seguridad. Aquí están las grabaciones de hoy a primera hora.

Revisamos. Ahí estaba. Sombrero, abrigo negro largo, caminar como cuchillas arrastrándose por el asfalto. La cámara frontal captó un plano medio de su rostro cuando se detuvo para encender un cigarro antes de entrar. Congelé el cuadro.

—Conozco esa cara. Martin Lemash.

Héctor abrió los ojos.

—¿El líder de Los 20 Killer? ¿Qué hace de mensajero de los Linova?

—Eso me pregunto yo.

En la comisaría, frente al monitor, lo confirmamos. Lo comparamos con los archivos policiales. Martin Lemash: conocido matón, narco menor convertido en capo de su propia pandilla. Jamás había estado vinculado directamente con La Familia Linova. De hecho, hasta donde sabíamos, había conflictos territoriales entre ellos.

—Esto no encaja. —dijo Héctor—. Lemash tiene su propio imperio. No es de los que doblan la rodilla ante nadie.

—A menos que le estén ofreciendo algo más grande. O que lo tengan agarrado de las pelotas.

Entonces sonó el teléfono. El teniente nos llamaba a su oficina. La voz era grave, cansada.

—Dejen ese caso. Ahora.

—¿Qué?

—Se lo entregaremos a los federales. El Departamento de Seguridad está tomando cartas en el asunto.

—No me jodas, teniente. Sabes bien que si se lo damos a los federales no va a pasar nada. Ya les han comprado antes. Guillermo Linova va a seguir comiéndose esta ciudad viva mientras nosotros hacemos de perros ciegos.

—¡Detective! —su voz tronó—. Ya enterré a seis hombres míos por meterse con esa familia. No voy a perder más.

Me acerqué. Lo miré a los ojos. Y hablé lento, con el veneno justo:

—Entonces recuerde sus tumbas cada vez que duerma. Yo no pienso dejar esto. Mat Slim vino a mí. Yo lo vi. Lo sentí. Y voy a terminar lo que empezó.

El teniente suspiró. Largo. Doloroso.

—Haz lo que tengas que hacer. Pero no te dejes llevar por la ira. No esta vez. La ciudad no necesita más mártires con una pistola en la mano.

Salimos sin decir más.

Ya en el coche, llamamos al periodista. Héctor tomó la palabra.

—Escucha. Te van a seguir. Vete ahora. Toma un tren. Cómprate un teléfono desechable y llámame a este número privado cuando estés lejos. No mires atrás.

—¿Y ustedes?

—Nos quedamos. Vamos a terminar esto. Pero tú ya hiciste tu parte. No te arrastres con nosotros al barro. No te culpes.

Hubo un silencio al otro lado de la línea. Luego una risa breve, resignada.

—No me culpo. Si me matan, será por haber hecho lo correcto. No me arrepiento. Solo lamento no haber podido hacer más.

—Cuando todo acabe —dijo Héctor con una firmeza que pocas veces usaba— te daré la exclusiva. Solo a ti.

Colgó. Encendí otro cigarro. Afuera, Cuatro Leguas seguía latiendo con su corazón de ratas.

Esa noche, el sueño volvió. El pasillo. La luz roja. El susurro del metal viejo.

Una nueva puerta se encendía del lado derecho. No la había visto antes. Detrás, una risa gruesa, como si alguien cantara con la garganta llena de cuchillos.

No la abrí.

No todavía.

Entrada de libreta, 2:47 a.m:

Los rostros cambian, pero las manos que sostienen las sogas son siempre las mismas. Martin Lemash trabaja para Linova. O trabaja con él. No lo sé. Pero detrás de esa alianza hay algo podrido. Una puerta se encendió esta noche del lado derecho. No era una víctima. No era un inocente. Era un monstruo. Uno de los que ríen cuando sangras. Tengo miedo. Pero también tengo hambre. Hambre de verdad. Y de justicia.

Al día siguiente, no encontramos nada. Ni una sola pista, nada de indicios, como si todo se lo hubiera tragado Cuatro Leguas en una sola noche. La oficina de Mat ya estaba completamente desocupada, borraron todo lo que podría haber quedado sin descubrir. Estos malditos mafiosos, son rápidos cuando les es requerido.

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entomomoyan
/Facepalm/
entomomoyan
🙀Que miedo
entomomoyan
🙀🙀🙀🙀🙀🙀
entomomoyan
/Angry/
entomomoyan
/Facepalm//Joyful/
entomomoyan
🤣
entomomoyan
/Determined/
entomomoyan
/Angry//Casual/
entomomoyan
🙀👏
entomomoyan
🙀🙀Aun asi la leeré
entomomoyan
Muy buena, llega a dar miedo 🙀
Emily
Esta genial
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