Imagina un mundo donde lo virtual y lo real se entrelazan, y tu supervivencia depende de tu habilidad para adaptarte.
Aquí conoceremos a Soma Shiro, un joven gamer que recibe un misterioso paquete que lo transporta a NightRage. En este mundo, debe asumir el papel de guerrero, aunque con una peculiaridad, lleva una espada atorada en la boca.
NightRage no parece ser solo un juego, sino un desafío extremo que pone a prueba sus límites y su capacidad para confiar en los demás. ¿Logrará Shiro encontrar la salida, o quedará atrapado en este mundo para siempre?
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Capítulo 20
El sol comenzaba a asomarse en el horizonte, iluminando con sus primeros rayos la tumba de Tsukasa. Bajo un viejo árbol, nuestros héroes, Sagi, Elizabeth, y Aphrodi, permanecían en silencio frente a la tumba recién cavada. Encima de
ella, reposaba el sombrero de vaquero de Tsukasa. El fuego que arrasó el pueblo
se disipaba poco a poco a lo lejos, dejando atrás solo cenizas.
A su vez, el ambiente era triste, ninguno podía ocultar el peso del sentimiento que tenían por la pérdida de su compañero. Sagi con una mira vacía, apretaba el mango con enojo.
—Quiero vengarme de KingZard. —dijo Elizabeth con voz firme, aunque el dolor detrás de esas palabras era innegable —Sagi... o debería decir Shiro… —su tono se volvió más agudo —Tú lo conocías, ¿verdad?.
Sagi apretó más la espada entre sus dientes, intentando controlar la mezcla de emociones que lo invadían. Su respiración se aceleró por un instante, el nombre de KingZard aun lo atormentaba, pero se forzó a mantener la calma. Levantó ligeramente la cabeza y asintió, confirmando lo que Elizabeth sospechaba.
—Entonces, ¿qué pasa? —dijo Elizabeth, con un tono de furia contenida —¿Eres un traidor? ¿Eras aliado de KingZard todo este tiempo? —su voz se quebró, y en sus ojos se veía el dolor— Él dijo que te esperaba en el Coliseo de Ares... ¿cómo sabemos que no has estado trabajando con él desde el principio?.
La tensión en el aire era palpable. Sagi se quedó paralizado por unos segundos, su mente abrumada por la situación. Sabía que no podía culpar a Elizabeth por lo que estaba diciendo. ¿Cómo había llegado su viejo amigo a convertirse en su enemigo? Apretó los puños, lleno de una tristeza insondable. Elizabeth lo miraba con furia. Ella necesitaba una respuesta. Pero él no tenía una clara.
—No... no sé cómo pasó esto. —pensaba Sagi, intentando encontrar una manera de expresar lo que sentía.
Antes de que la tensión aumentara más, Aphrodi, que había observado la interacción con una expresión de preocupación, intervino.
—Elizabeth, espera... —dijo, con un tono suave, y su mirada se suavizó al recordar cómo Sagi había arriesgado todo en la lucha con el dragón —Sagi
arriesgó su vida una y otra vez, contra Iskandar y KingZard, no creo que un traidor hubiera luchado de esa manera.
Elizabeth se giró hacia Aphrodi, con los puños apretados.
—¿Y cómo sabemos que no es parte de su plan? —dijo, aunque su voz empezaba a tambalearse un poco.
Aphrodi dio un paso hacia ella, con los ojos llenos de comprensión.
—Mira a Sagi, míralo bien ¿Acaso ves a un traidor? —la pequeña sacerdotisa señaló el rostro de Sagi, marcado por la tristeza, la culpa y el cansancio —Un traidor no estaría tan destrozado… Él estaba tan desconcertado como nosotras cuando KingZard apareció.
Elizabeth miró a Sagi nuevamente, notando por primera vez las lágrimas apenas contenidas en sus ojos, la forma en que apretaba la espada entre sus dientes, la
tensión en su cuerpo que mostraba que estaba lidiando con una batalla interna que nadie más podía ver.
—Yo... Lo siento, Sagi. Todo esto... todo lo que dije, no fue en serio, discúlpame…
Sagi asintió con la cabeza una vez más, no podía culpar a Elizabeth por sus dudas. KingZard era su pasado, un pasado que ahora había regresado de la manera más cruel e inesperada posible.
Aphrodi, sintiendo que el grupo finalmente había superado el momento tenso, tomó la delantera.
—Debemos seguir adelante. —dijo, con una voz firme y tierna, Y así, bajo la luz del amanecer, nuestros héroes comenzaron un nuevo capítulo
en su aventura.
Aphrodi, intentando alivianar el recorrido, habló.
—El Coliseo de Ares… He oído muchas historias de ese lugar... —Dijo, recordando con detalle las palabras de aquel temible enemigo. —Es un lugar
donde los aventureros luchan por su supervivencia, ganando recompensas.
Sagi levantó la cabeza ligeramente, procesando esa información. Elizabeth, con
el ceño fruncido, miró a Aphrodi.
—¿Sabes cómo llegar allí? —preguntó.
Aphrodi asintió con determinación.
—Sí, puedo guiarlos. El Festival de la Carnicería, el evento más grande que se celebra en el Coliseo, comenzará en un mes. Pero antes de llegar ahí,
necesitamos ser más fuertes. Necesitamos aliados, mejores armas y equipamiento.
Aphrodi les explicó que la mejor opción era dirigirse a la capital, Lancelott, un lugar donde los aventureros de todo el mundo se reunían para tomar misiones,
formar gremios y mejorar su equipo.
—En Lancelott podremos encontrar lo que necesitamos. —dijo con firmeza
Elizabeth, mientras caminaban, reveló un poco de su pasado. —Yo vivía en Lancelott cuando era niña. —comenzó, su tono era sereno pero cargado de nostalgia— Era una ciudad vibrante, llena de vida. Mi padre era un mago poderoso, aunque... —hizo una pausa— Cuando sucedió lo del Incidente
de las Tres Torres, todo cambió.
Aphrodi la miró con curiosidad, mientras Sagi permanecía atento.
—Mi familia fue destrozada esa noche. Las Tres torres principales cayeron de la nada. Mi padre y yo logramos escapar... pero él quedó gravemente herido. Nos refugiamos en una cabaña cerca del pueblo que ahora está destruido. —su voz
se volvió más tenue— Él me enseñó todo lo que sabía sobre la magia, pero su salud se deterioraba rápidamente por una enfermedad. Un día... simplemente no despertó.
Elizabeth miró al suelo, recordando esos días de soledad, luchando por sobrevivir en un mundo que le había arrebatado tanto.
—Desde entonces, aprendí a cuidarme sola.
El grupo continuó caminando en silencio, dejando que las palabras de Elizabeth se asentaran en el aire. Aphrodi, por su parte, compartió que su grupo de aventureros siempre había recorrido el mundo, lo que le había dado una habilidad natural para orientarse y conocer diferentes lugares.
Sagi, aunque escuchaba a sus compañeras, no podía evitar revisar mentalmente los mensajes de habilidades que no había tenido tiempo de ver desde la batalla contra Iskandar. Al abrir su pantalla interna de estadísticas, se dio cuenta de que había alcanzado el nivel 24, a su vez había acumulado 91 puntos de habilidad y
dos nuevas habilidades estaban disponibles.