Una mujer despierta luego de estar en coma algunos días.
Sin recuerdos...
Sin saber quien es...
Edad y nombre no es algo que figura en sus recuerdos, ya que parece, los ha perdido todos.
Sin embargo, un hombre aparece delante de ella para recordarle que se llama Alma Rizzo, y que ambos, están casados desde hace cuatro años.
Él le promete ayudarla a recordar todo su pasado para poder encaminar su vida de nuevo.
Algo que a Alma, le parece irreal.
Sobre todo porque cuanto más aprende de si misma, más le aterra descubrir que tal vez no es la mujer que esperaba ser.
Ahora, componer su vida será su misión...
Cosa que no será sencilla cuando se tiene limitado los recuerdos y no sabes si convives con amigos o enemigos.
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Capítulo 23
Alan Conte sonrió.
—Bueno, tomaré nota.
Alma, asintió. Konan llego a ellos corriendo y moviendo las manos con rapidez.
—¿Qué dice? —miró al rubio de reojo
Alan sonrió.
—Que tiene hambre y desea que su tía le cocine algo. —Alma le miró con los ojos entre cerrados —¿Sabe? Es con la única con la que tengo esa facilidad de...
—¿Bromear? —atacó
—Fastidiar. —admitió, satisfecho
—¡Bien! —miró a Konan —Aún no ceno y me vendría bien compañía refinada. —se burlo, mirando sobre el hombro a Alan —Además, me urge que me enseñes lengua de señas.
El pequeño le sonrió y tomándola de la mano, la llevo a la cocina.
El oji azul, los observó mientras se alejaban de él.
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Konan miraba ir a su tía de un lado a otro de la pequeña cocina que tenían a su disposición.
—Dime, ¿qué deseas comer? No cocino de todo pero puedo intentarlo. —puso los brazos en jarras y le miró luego de sacar algunas sartenes.
El pequeño movió las manos y espero una respuesta.
—Eh... ¿Spaguetti? —él negó —¿Cereal? —de nuevo, negó —Bueno, una vez más. —Konan movió de nuevo las manos, pero con más lentitud —¡Hot Cakes! —él sonrió y asintió —¡Si! —festejo —Tan mala no soy. ¿Ya ves? Bien, eso si lo puedo hacer sin tener miedo de quemar algo. O eso creo...
Alma empezó con su labor para preprapar la cena. Le había pedido a la azafata que podía tomarse un descanso así que ya que no estaba, se dispuso a buscar por todos lados los ingredientes.
—Creo que tengo todo... —murmuró
—Te falta la mantequilla. —la oji negra miró al señor Conte contemplarla desde la puerta
—No lleva. ¿O si? —se preguntó a si misma
Él sonrió.
—Lo lleva. —murmuró, acercándose al refrigerador y abriendolo, saco una barra —¿Deseas ayuda?
—Estoy bien. Eso espero...
Alan levantó las manos en señal de rendición.
—Bien, pero estaré por aquí cerca por si se empieza a incendiar la cocina.
—Gracioso —siseo la peli negra
Alan salió de la cocina a atender una llamada.
Alma se concentró en preparar la mezcla de los Hot Cakes que olvido por completo que Konan miraba cada gesto y acto suyo.
El pequeño la miraba con asombro y sonreía cuando ella fruncia el ceño tratando de recordar o buscar las cosas por la cocina.
—Listo. —con orgullo, acento el plato de hot cakes frente al pequeño —¿Te gusta?
Konan miró su cena con asombro, tal era que abría la boca y la cerraba, como si quisiese decir algo pero no podía encontrar las palabras.
—¿Todo bien? —cuando la miró, la oji negra se quedo sin aliento —¿Está crudo? —él negó con la cabeza —Menos mal —sonrió —Toma, puedes comer. —le tendió un tenedor —Veré si tu papá desea cenar también.
Konan bajo de su silla y con rapidez se colocó a lado de la peli negra para jalarle la blusa.
Alma le miró y se agachó a su altura.
—¿Qué sucede?
Konan, movió las manos lentamente, con paciencia mientras Alma analizaba dichos movimientos.
—Tu padre... —el pelirrojo sonrió y continuó —No... Come... ¿Cosas dulces? —él asintió
—Entiendo... Bueno, los hot cakes no son del todo dulces, hasta a mi que no me gustan no viene mal de vez en cuando. ¿No? —Konan negó y de nuevo movió las manos —Eh... ¿Yo?
Konan río y asintió.
—No soy tan mala en esto, ¿eh? Sigue. Ok, yo... A mi si me gustan las cosas dulces. ¿Estoy en lo correcto?
Konan dio saltitos de alegría y le abrazo por el cuello.
—Eres un excelente profesor, querido.
«—¿Qué dices? No lo entiendo bebé.
—Mamá, así se dice.
—Debo agradecerte por enseñarle a Konan lengua de señas.
—Oh, y no solo a él, tú también vas a aprender. —Alma sonrió»
Konan la miró a los ojos.
—Dime... ¿Tienes alguna foto de tu mamá? —el pequeño sacudió la cabeza —Claro, perdón por preguntar. Ve a comer...
Irguiendose, Alma le miró comer y su corazón se sintió más tranquilo.
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Alan miraba su laptop al frente del avión cuando vio a Alma caminar hacia él.
—¿Ha cenado?
Ella asintió.
—¿No desea comer los hot cakes?
Alan le miró y sonrió con cortesía.
—No me gustan las cosas dulces... Muchas gracias.
—Bueno, los hot cakes no lo son del todo, pero entiendo su postura. —encogiendose de hombros se dirigió al otro extremo y se sentó para igualmente empezar a trabajar.
Alan la miró.
—Hay una habitación para usted lista por si gusta descansar.
—Gracias, pero aun tengo muchas cosas que ver antes de poder acostarme. Konan ha cenado y prometió irse a dormir.
—Gracias por querer pasar tiempo con él.
—Es mi sobrino consentido después de todo.
Alan sonrió y miró de nuevo sus documentos.
—Me alegra que piense así después de... —carraspeo y sonrió debilmente —... Todo.
—¿Qué es todo?
—Pido perdón, por un momento creí estar hablando con... —sacudió la cabeza —No importa.
Alma miro sus manos. Sin decir nada, era más que evidente que él se refería a su difunta esposa.
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Su alarma, la desperto.
Eran las 5:00 a.m cuando Alma abrió los ojos.
A su cuerpo entero le explotó un dolor desde el cuello hasta la espalda. Se había dormido sentada, su laptop estaban en la mesa debidamente apagada y cerrada.
Llevaba encima una manta café y su asiento estaba levemente inclinado.
Miró a su alrededor y no hubo rastro de Alan.
Con un leve gruñido se levantó de su silla y estiro las piernas.
Buscó en su bolso y sacó el termo de té que le había dado su nana.
Lo calentaria y beberia un poco con la esperanza de conciliar de nuevo el sueño.
Si estuviera en Italia, ya estaría trabajando, desayunando y arreglandose para ir a Queen.
Con pasos cortos y calculados, ya que sus piernas hormigueaban, la peli negra llego a la puerta de la cocina.
Escucho murmullos dentro y cuando pudo mirar mejor, la azafata estaba hablando con Alan.
—Puedo ayudarlo, también se de primeros auxilios. —comento, con una sonrisa más que conciliadora, coqueta.
—No hará falta. Gracias... Puedo solo. —gruñó por lo bajo el rubio mientras su mano apretaba la otra
—¿Gusta que le busque el botiquín?
Alma abrió la puerta y sonrió con serenidad.
—Tranquila, ya lo ayudo yo.
La azafata bajo la mirada apenada de ser descubierta. Alan la miró con alivio.
—Retirate, gracias.
Con un rápido asentir, la mujer salió de la cocina.
—Gracias. —murmuró el oji azul
—¿Debería darle un sermón? —pregunto, dirigiéndose a la estufa
—¿Sobre? —pregunto él con asombro
Encogiendose de hombros, sonrio mientras buscaba una olla para calentar su té.
—No se, algo así sobre la infidelidad.
Alan le devolvió la sonrisa.
—No te preocupes, no pasó nada.
Cuando el líquido verde estuvo en el fuego, ella lo miró.
—Dejame ver esa herida. —pidió mientras se acercaba a él
Alan, no del todo convencido le estiro la mano.
—No es la gran cosa. —comento —Me corte con un vaso.
Alma miro su palma y en efecto, la herida no era profunda pero necesitaba una venda.
—¿El botiquín?
—Baño.
—Espera aquí. —Alma se dirigió al lugar que le indicaron y cuando obtuvo lo que necesitaba, regresó junto al señor Conte —Dejame limpiar la herida con agua oxigenada. —mojando un poco de gasa, se la paso con delicadeza sobre la herida —¿Cómo es que terminaste así?
—Larga historia.
—Resumela —pidio mientras le colocaba una venda
—Hoy se cumple 6 meses de la muerte de Rubí.
Alma le miró.
—¿Murió un 18 de julio? —él asintió
Era triste pensar que a solo 6 días para navidad, Konan estaría sin la presencia de su madre.
El rubio la miró, concentrada en lo suyo. ¿Cómo habían pasado de esto a ser extraños?
—¿Has logrado recordar algo de tu pasado?
Ella negó y le miró.
—No, pero tengo la sospecha de que me estás ocultando algo.