A veces, la vida nos juega una mala pasada. Nos hace probar el dulce néctar del amor, para luego arrebatárnoslo como si fuera una burla. Ésta historia le pertenece a ellos, aquéllas dos almas condenadas a amarse eternamente, Ace e Isabella.
—¿Seguirás amándome en la mañana?.
—Toda la vida, mi amor...
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Capítulo 21
Tenía quince años cuando mí padre me abandonó en la casa de abuelo.
Lo que se suponía que era una visita de fin de semana, se convirtió en una mudanza, la cual me vi obligada a soportar durante tres años.
Actualmente acabo de cumplir dieciocho años.
Tres años han pasado.
Tres años y nunca recibí ni una maldita llamada de mí padre.
Al parecer era cierto, evidentemente el problema siempre he sido yo.
Debido a ésto, he tomado la decisión de tomar lo que me pertenece.
El mundo no es bueno conmigo, entonces yo tampoco seré buena con nadie en la tierra.
Ya me cansé de ser buena.
Ser buena no me ha llevado a ningún lado.
Creo que me convertido en una persona egoísta o, quizás siempre lo he sido.
Ahora mismo, estoy por regresar a mí antigua ciudad.
La ciudad dónde vivía antes de que mí padre me abandonara en éste asqueroso pueblo.
—No tienes que irte, cariño. Lo sabes, ¿Verdad? –Mi abuelo habló, apoyándose en el marco de la puerta, observándome guardar mis maletas en el auto–.
Suspiré y lo observé.
—Gracias por todo lo que has hecho por mí hasta ahora, abuelo. Pero, ya es hora de irme. –Lo abracé una última vez–.
Subí a mí auto y lo encendí.
—Si te arrepientes o simplemente me extrañas, puedes volver. Mí puerta siempre estará abierta para ti, querida. —Me informó, con un dejo de vulnerabilidad en su voz–.
Mí abuelo es un hombre que se ha ganado mí respeto.
Pudo haberme abandonado como mis padres pero, no lo hizo.
En lugar de eso, me dió un techo, comida, ropa limpia.
Incluso éste auto me lo regaló cuándo cumplí dieciséis años.
Le debo mucho, espero poder pagárselo algún día.
Sin nada más que decir, me fui.
Dejando atrás el pueblo al que pertenecí por tres años completos.
En todo éste tiempo, he mantenido contacto con Ace, Angélica y Jake.
Estuvieron muy tristes cuando les confesé que me mudé.
Con el pasar de los años el contacto poco a poco fue disminuyendo pero, aún así seguimos hablando por llamada.
Luego de mí gran decepción por haber sido abandonada por mí padre, decidí no esperar más nada de nadie.
Si no esperas nada de nadie, nadie puede causarte daño.
Désde entonces he comenzado a trabajar a medio tiempo. Gracias a eso pude ahorrar mucho en éstos tres años.
Por eso me voy ahora.
Conseguí un departamento en mí antigua ciudad.
Tuve que conseguir otra residencia ya que mí padre al irse vendió nuestra antigua casa antes de desaparecer.
Pero, ya nada de eso importa.
Ahora estoy más cerca de conseguir mí objetivo.
El único motivo por el que estoy aquí, y ese es y siempre ha sido, Ace.
Cuando llegué a mí nuevo hogar, pasé horas acomodando muebles, ropa, fotografías... Todo.
Luego de una semana decorando todo a mí propio gusto, finalmente todo estaba tal y como yo quería.
Finalmente me inscribí en la universidad, y así dí inicio a ésta nueva etapa en mí vida.
Mis amigos estaban al tanto de todo ésto, pues es algo que les comenté.
Al llegar a la universidad, vi a un muchacho rubio en la entrada, quien observaba su teléfono.
Lo reconocí al instante, era Ace.
No me aguanté y corrí hacia el.
—¡ACE! –Me arrojé a sus brazos, abrazándolo con fuerza–.
Él quedó desconcertado, hasta que me miró, reconociéndome.
—¿Isabella...? ¡ISABELLA! –Al instante me devolvió el abrazo del mismo modo–.
Reí abrazándolo, respirando su aroma masculino que tanto me fascina.
—He vuelto... –Murmuré–. Estoy de vuelta, Ace...