Cuando Sophie Dubois, una joven de 25 años con dependencia emocional, comienza a sospechar la infidelidad de su esposo, Ricardo Conti, su mundo se desmorona. Sophie hace de todo por mantener su matrimonio, preparando cenas a las que su esposo no llega. En vez de eso, él se dedica a recalcar que Sophie ha desmejorado su aspecto.
Decidida a salvar su matrimonio, Sophie acude a una terapia de pareja aconsejada por su mejor amiga. Sin embargo, el terapeuta que la recibe no es quien dice ser.
Lorenzo Moretti, un mujeriego y adinerado empresario de 30 años adicto al trabajo, se hace pasar por su hermano, el terapeuta, cuando este no llega. Desde el momento en que ve a Sophie, él se siente atraído por ella.
A través de las falsas terapias, él intenta que Sophie aprenda a amarse a sí misma y deje la dependencia que tiene hacia Ricardo. Entre risas, lágrimas y situaciones inesperadas, Sophie deberá decidir si vale la pena luchar por un amor que la ha traicionado o es momento de volver a amar
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Primera terapia.
Sophie levanta su cara y observa al supuesto doctor. El hombre es un monumento andante; su cabello negro y sus ojos de azul más intenso que el de ella; su piel clara y su cuerpo son enormes. Por primera vez en mucho tiempo, la joven se sonroja al darse cuenta de que no ha despegado los ojos del pecho del doctor.
"Eh... Yo... Buenos días, doctor" Dice un poco nerviosa, aunque Lorenzo tiene una amplia sonrisa; está maravillado con su belleza.
"Buenos días, bienvenida, soy Leonardo Moretti y seré tu doctor; puedes sentarte…" "Cuál es tu nombre".
Sophie se sentó en el cómodo sillón de cuero marrón, mirando nerviosamente alrededor del elegante despacho. Las paredes estaban adornadas con diplomas y certificados enmarcados, todos con el nombre del doctor.
Se veía que era muy bueno en lo que hacía; lo que notó fue que no había fotos familiares, y no las vería, pues él las ocultaba.
Su supuesto terapeuta se acomodó en su silla frente a ella, con una sonrisa tranquilizadora y esperando la respuesta de su nombre.
"Mi nombre es Sophie…" "Sophie de Conti". Lorenzo frunció el ceño; no podía ser posible; a lo mejor era otro Conti o si se trataba del mismo idiota, sería una cuñada; todo esto lo pensó en un momento, pero ocultó su preocupación con una sonrisa.
"Bienvenida, Sophie" dijo Lorenzo, con una voz suave y calmada. ¿Cómo te sientes hoy?
Sophie suspiró, jugando con los dedos de sus manos. "No muy bien, para ser honesta. Me siento… perdida.
Lorenzo asintió, tratando de recordar algo de lo que le decía su hermano cada vez que lo quería personalizar.
"Es completamente normal sentirse así en situaciones difíciles. ¿Te gustaría hablarme un poco más sobre lo que te está molestando? Estaba repitiendo las palabras de su hermano; al menos habían servido de algo.
Sophie dudó por un momento antes de hablar. "Es mi esposo, Ricardo…" Dijo y sus puños se apretaron; si era la esposa de ese imbécil, suspiró para calmarse.
"Últimamente, ha estado muy distante. Trabaja hasta tarde, incluso los fines de semana, y cuando intento hacer algo especial para nosotros, como una cena, nunca llega a tiempo. "Siento que ya no le importa", su voz se quebró un poco y a él esto le molestaba.
Lorenzo sintió un nudo en el estómago. Sabía que no era un verdadero terapeuta, pero quería ayudar a Sophie; su instinto protector despertó y no entendía por qué. "Eso suena muy doloroso, Sophie. Quiero que sepas que estás en un lugar seguro aquí. Vamos a trabajar juntos para que te sientas mejor contigo misma.
Sophie asintió, sus ojos llenos de esperanza. —Gracias, doctor.
De verdad necesito de su ayuda.
Lorenzo sonrió, sintiendo una enorme calidez. Que ella confiara en él para ayudarla lo hacía sentir extraño, pero de buena manera.
"Doctor, lamento que mi esposo no haya venido; le prometo que vendrá luego, es solo que trabaja mucho" dice defendiendo a Ricardo.
"Tranquila, Sophie, no es necesario, primero trabajaremos en ti; esta es una nueva terapia, una experimental, pero debes confiar en mí en mis métodos, ¿qué dices?" Dijo hablando con la habilidad que tenía de persuadir a sus clientes para concretar negocios.
Sophie asintió lentamente con una tímida sonrisa; ella estaba dispuesta a seguir con la terapia. "Estoy de acuerdo y claro que confío en usted", él sonrió de oreja a oreja. Ella estaba relajada; se sentía más cómoda con él.
"Háblame de ti, recuéstate en aquel sofá y cierra tus ojos", dijo señalando un diván de color crema junto a la ventana. Ella caminó e hizo lo que dijo; él se giró de espaldas y mientras hablaba tecleaba un mensaje a su amigo Alejandro.
"Necesito que te relajes y me hables de ti, de tu pasado, de tu niñez", dijo tratando de hacerla hablar, aunque Isabella le había dicho algo por encima.
Sophie suspiró y comenzó a hablar, su voz dulce y relajada que cambiaba en montones tristes. Lorenzo quería abrazarla; necesitaba hacerlo, pero no podía, aunque se le había metido entre ceja y ceja, hacer que dejara a ese imbécil y ser él quien tuviera derecho a estar cerca de ella.
Ella seguía contando, y era exactamente lo que Isabella le dijo con algunos detalles más profundos, mientras escuchaba hablar por mensaje con su amigo.
✓»Necesito que busques todo sobre terapias para amor propio, para confianza en ti mismo. Escribió y su amigo comenzó a reírse de él.
✓«ja, ja, ja, ¿es serio?» Pero, ¿qué pasó, cambiaste de rol con tu hermano o qué? Le respondió Alejandro mientras él no dejaba de escucharla.
✓»Si no lo haces, juro que le daré tú dirección a Antonieta. Presionó enviar y minutos después tenía mucha información, diría que exagerada. Leyó rápidamente mientras seguía escuchando. Esto era una locura, pero debía funcionar.
Una vez terminó de hablar, él dejó el teléfono de lado y habló.
"No abras tus ojos; solo sigue relajada, ¿de acuerdo?" Ella asintió levemente.
"Para empezar, me gustaría que intentaras algo simple pero poderoso. Con tus ojos cerrados, quiero que te visualices frente a ti misma como si fuese un espejo y te digas a ti misma tres cosas positivas, respira… Ahora.
Sophie no dijo nada; había olvidado sus cualidades. En su rostro se reflejó confusión, y Lorenzo intervino.
"Quiero que repitas; soy valiosa, merezco ser feliz y soy fuerte". "¿Crees que podrías hacerlo?"
Sophie frunció el ceño, pero asintió lentamente. "Supongo que puedo intentarlo. "No estoy acostumbrada a decir cosas buenas sobre mí misma". Los puños de Lorenzo cobraron vida y se volvieron a cerrar. Estaba furioso con ese imbécil.
"Soy valiosa…" comenzó dudosa. "Merezco ser feliz, soy fuerte", él sonrió. La cara de Sophie se había relajado.
Ella siguió diciéndolo hasta que se le formó en el rostro la sonrisa más hermosa que jamás había visto Lorenzo.
"Listo, respira y siéntate nuevamente, abre tus ojos", ella se sentó y lo miró sonriendo sin darse cuenta.
"¿Cómo te sientes?" Preguntó él.
"Me siento bien, tranquila, relajada", él asintió.
"Es un muy buen comienzo; ahora quiero que me digas qué te gusta hacer, en qué eres buena, o que te gustaría hacer que no hiciste", ella suspira y habla.
"Soy arquitecta, y me gusta diseñar jardines, también diseños internos, sabe, me gusta dibujar, aunque no soy muy buena", él asintió; sabía que debía visitar a su hermanita adorada.
"Eso es interesante, la arquitectura y el diseño son fascinantes y también en arte, en nuestra próxima cita aprovecharemos eso". Sophie sonríe y él se siente complacido con eso.
Los consejos que había leído en línea sobre cómo iniciar una sesión de terapia estaban dando resultados y eso es lo que leyó muy rápido.
Él comenzó a hablarle de arquitectura y ella también le contaba cosas que le gustaban de su carrera. Ya no era una conversación unilateral. Estaban conversando amenamente. Normalmente, las terapias duran cuanto mucho una hora, a menos que sean de pareja, pero llevaban tres horas felices hablando y su teléfono vibrando; por suerte le quitó el sonido antes de comenzar.
Lorenzo era, a pesar de que era un obsesivo del trabajo, hoy no le importaba nada solo Sophie.
"Bueno, Sophie, la consulta ha terminado, pero te voy a enviar unos ejercicios, por favor, quiero que los practique, ¿de acuerdo?" Ella asintió feliz.
"Me gustaría que llevaras un diario de gratitud. Cada noche, antes de dormir, anota tres cosas por las que estás agradecida. Pueden ser cosas pequeñas, como una taza de café caliente, o grandes, como una conversación con un amigo. Dijo y ella sin poder evitarlo hizo un comentario que la hizo sonrojar.
"Colocaré mi agradecimiento por haberte conocido hoy". Sus ojos se abrieron en sorpresa. Luego de que aquello salió de su boca, él solo sonrió.
"Eso es maravilloso, Sophie, verás que vas a poner más cosas de mí en tu diario", dijo y ella abrió de nuevo sus ojos.
"Quedarás encantada por las terapias, por eso escribirás todo". Traté de acomodar lo dicho rápido y ella sonrió más relajada.
"Por supuesto que lo creo" respondió ella.
Lorenzo se inclinó hacia adelante, sus ojos llenos de determinación. "Recuerda, Sophie, este es solo el comienzo. Vamos a trabajar juntos para que te sientas más fuerte y más segura de ti misma. Y con el tiempo, será momento de que traigas a tu pareja". Esa última parte quemó su garganta y hasta a Sophie le borró la sonrisa.
Sophie sonrió, sintiendo por primera vez en mucho tiempo que había una luz al final del túnel, y no lo decía por su relación, sino porque por primera vez en mucho tiempo no se sentía atrapada. — Gracias, doctor. Realmente aprecio su ayuda. Él solo sonrió.
Lorenzo asintió, sabiendo que tenía un largo camino por delante, pero decidido a hacer todo lo posible para ayudar a Sophie a encontrar su camino hacia el amor propio y la felicidad, y quizás a darse cuenta de que merece algo mejor que ese imbécil, algo como… él.
"Te dije que estoy implementando una nueva terapia y habrá muchas cosas innovadoras como esta, ten", dijo anotando su teléfono personal en un papel.
"Quiero que me llames a cualquier hora o me escribas; si sientes que te ahogas me llamas" dijo tendiéndole la tarjeta y ella la tomó y al rozar sus dedos sintió extraño; era una calidez única; quería volver a tocarlo. Ambos sintieron cosas con ese pequeño roce.
“¿Su secretaria me asignará la próxima cita, son semanales no?”, preguntó ansiosa; ya quería verlo de nuevo y aún no se iba él riendo como idiota; al parecer tendría dolor en las mejillas de tanto sonreír.
"No, mi secretaria se tuvo que ir, le di unos días, se le presentó algo, solo seré yo, y serán diarias, pueden ser a las ocho de la mañana". Sophie no contuvo su sonrisa. Volvería mañana.
"Gracias, doctor".
"Leonardo… Solo dime, Leonardo, por favor", ella asintió.
"Adiós, Leonardo y gracias", se despidieron de mano y fue otro momento tan especial y único. Las manos de Sofía sudaron tanto como lo hacía Lorenzo.
Cuando Sophie salió del consultorio, Isabella no creía que era la misma mujer que había entrado; realmente era muy bueno ese sujeto.
"Y esa cara, cuéntame todo… ¿Verdad que está buenísimo? Dijo Isabella.
"Isa, por dios" y así ambas salieron del edificio.