Amelia tiene 17 años, es huérfana y una esclava, sabe de alguna manera que fue amada mientras estuvo en el vientre de su madre, pero una mestiza es despreciada por todos: humanos y en especial por los elfos. En su cumpleaños 17 intentan tomar su pureza y ella escapa al bosque donde encuentra una cría de dragón y lo cría en secreto hasta poder escapar pero cae en manos de los elfos quienes matan a los mestizos sin hacer preguntas, ¿qué pasará con Amelia, logrará escapar nuevamente? ¿Huirá de su destino? cuando un guerrero elfo que la desea y odia al mismo tiempo, tenga su destino en sus manos deberá decidir qué es más fuerte si los prejuicios o el amor.
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Cap.6: Un hallazgo en el bosque
Han pasado dos días desde que Amelia escapó, dos días en los que ha explorado el bosque y ha reunido frutos y setas para llenar su morral y escapar ante cualquier amenaza.
Sus heridas aún no se han curado, las limpia cada día y si no se mueve con cuidado estás se abren y vuelve a sangrar - Maldito cerdo- piensa con amargura. Se recuesta contra una pared rocosa cerca de la cascada en la que había tomado un baño y piensa cuánto tiempo le tomará regresar a la cabaña, está vez se alejó bastante y seguramente llegue ya entrada la noche.
De repente escucha un ruido sobre su cabeza, a varios metros sobre ella apenas se alcanza a ver una cueva bastante bien camuflada y de ella caen rocas; apenas y alcanza a cubrirse entre los árboles cuando ve salir a dos inmensos animales de ahí: Dragones.
Amelia se queda sin aliento, había escuchado hablar de ellos en el pueblo, sobre los jinetes que los montan y de las grandes batallas que tienen contra el Escuadrón.
La realidad de su mundo en guerra la golpea por primera vez. Por un lado está La Alianza que está compuesta por elfos de luz, humanos y magos quienes pelean ferozmente contra El Escuadrón que lo conforman elfos oscuros, necromantes y jinetes caídos. Está realidad era distante para ella, suficiente tenía con sus problemas y su situación, como para preocuparse por quién ganara la guerra. Dudaba que su condición de esclava cambiaría.
El pueblo en el que vivía estaba en la frontera del Bosque sagrado, en el que se encuentra actualmente, este bosque separa las tierras de los humanos y de los elfos de luz. Se decía que en este bosque habían dragones, pero realmente nunca lo creyó o más bien jamás pensó en ellos como algo real.
Ahora que veía a dos bestias peleando en el cielo y destruyendo todo a su paso se daba cuenta de su realidad. Los dos dragones gigantes, un azul hermoso y un negro brillante, lanzaban sus colas como látigos destrozando árboles y rocas, ambos intentaban acercarse a la cueva de la que salieron, pero Amelia no podía quedarse mirando estaba en peligro, así que corrió hacia la cascada y saltó al río para alejarse de ahí.
Se alejó lo que más pudo, pero los rugidos de las bestias eran atemorizantes, pensó en ir hacia su cabaña, aunque quería verlos de nuevo, pero eso era imprudente, así que buscó su morral y decidió volver. En ese instante un gran rugido y llamas subieron hacia el cielo y pudo ver cómo los dragones se alejaban a gran velocidad. El negro persiguiendo al azul.
...
Amelia regresó al lugar de la cascada en busca de su morral, pero la escena la desconcertó, el paisaje estaba cambiado, todo estaba destruido y en medio de aquel desastre había unas pequeñas criaturas destrozadas, todas muertas: crías de dragón.
Amelia se agarró el pecho con dolor, aquellas pequeñas criaturas, no más grandes que un perro pequeño, eran cinco en total, todas azules y todas muertas. Se acercó lentamente mientras las lágrimas corrían por sus ojos. Las tomó en sus manos y puso a las crías de dragón juntas- Descansen pequeños- lloró amargamente al lado de las criaturas, lloro por ellas, lloró por su madre y lloró por su situación.
Y mientras lloraba escuchó un debil quejido de la cría más pequeña. Amelia se acercó rápidamente, tenía el ala rota y una gran herida en el abdomen, pero estaba ¡viva! Herida si, pero viva y Amelia no iba a dejar que muriera.
Tomó con delicadeza a la cría y la acercó al río, ahí estaba su morral debajo de algunas rocas, río por esa suerte, ahí tenía plantas medicinales y algunas vendas que usaba para sus heridas. Tomó lo necesario y se iba a poner a curar al dragón cuando dudó, y ¿si las hierbas la lastimaban peor? Pero bueno ¿qué opción tenía? Rezó a todos los dioses que conocía y empezó a curar y vendar al pequeño dragón. Cuando terminó la criatura bebió agua y se durmió en sus brazos.
Mientras la criatura descansaba sobre su capa, Amelia enterró a las demás crías, y marcó la zona de descanso con una piedra y algunas flores. Estaba exhausta, sus heridas se habían abierto y sangraba de algunas de ellas. Sin embargo, Amelia decidió cargar al dragón de regreso en ese momento, lo arropó con su capa y tomó el camino hacia su cabaña. Estaba segura que llegaría al amanecer, pero no le importaba, estaba feliz de sentir a la criatura viva en sus brazos.
Espero con ansias el capítulo q tu nos desees regalar, tu novela me fascina y no te preocupes por la ortografía se comprende la situación q están atravesando en tu país.