Un relato donde el tiempo se convierte en el puente entre dos almas, Horacio y Damián, jóvenes de épocas dispares, que encuentran su conexión a través de un reloj antiguo, adornado con una inscripción en un idioma desconocido. Horacio, un dedicado aprendiz de relojero, vive en el año 1984, mientras que Damián, un estudiante universitario, habita en el 2024. Sus sueños se transforman en el medio de comunicación, y el reloj, en el portal que los une. Juntos, buscarán la forma de desafiar las barreras temporales para consumar su amor eterno.
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CAPÍTULO 20: EL PASADO DESVELADO
Damián se quebró en mil pedazos al presenciar el suicidio de Horacio, quedando paralizado, de repente arrancó a correr sin control escaleras abajo, abandonando el faro en una frenética búsqueda. Aunque en el fondo sabía que encontrar a Horacio con vida era un sueño imposible, necesitaba confirmar la realidad de aquella tragedia. Al llegar a las rocas donde yacía el cuerpo inerte de su amado, la niebla volvió a envolver el lugar, haciendo desaparecer ante sus ojos aquel escenario fatídico.
— Damián, ¿dónde estás?, llamó Gustavo, su voz resonaba entre la espesa niebla.
De repente, vio una figura familiar a lo lejos. Era Damián, pero parecía diferente, más etéreo, como si fuera parte del sueño mismo. Gustavo corrió hacia él, su corazón latía con más fuerza de la usual.
— ¡Damián!, gritó, alcanzándolo finalmente. — Estoy aquí para ayudarte.
Damián lo miró con una mezcla de sorpresa y alivio.
— Gustavo, ¿cómo llegaste aquí?, preguntó, con voz suave y distante.
— El reloj, respondió Gustavo. — Está sincronizado con tu corazón. Estoy aquí para llevarte de vuelta.
Damián asintió, comprendiendo la situación. Pero antes de que pudieran hacer algo más, el paisaje onírico comenzó a cambiar, volviéndose oscuro y amenazante. Las sombras se alzaban a su alrededor, como si el sueño mismo estuviera tratando de impedir su reunión.
— Debemos irnos, ahora, dijo Gustavo, tomando la mano de Damián. — Sigue el ritmo del reloj y mantén la calma.
Juntos, comenzaron a correr a través del paisaje cambiante, enfrentándose a los desafíos y peligros que surgían a su paso. Cada paso los acercaba más a la realidad, pero también los ponía en mayor peligro.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, llegaron a un portal de luz. Gustavo sabía que este era el camino de regreso.
— Vamos, Damián. Es hora de despertar, dijo, guiándolo hacia la luz.
Con un último esfuerzo, cruzaron el portal y Gustavo sintió que despertaba, su cuerpo temblaba por la experiencia. Abrió los ojos y vio a Damián en la cama, sus ojos parpadeaban mientras despertaba del coma.
— Lo logramos, susurró Gustavo, con lágrimas de alivio en sus ojos.
Damián lo miró y con los ojos anegados en lágrimas, fijó su mirada y solo pudo articular una palabra:
— Horacio.
Desde ese momento, el silencio se apoderó de él. Gustavo, aunque rebosante de alegría por haberlo traído de vuelta, sintió una punzada de celos y frustración, pero optó por callar.
...🕰️🕰️🕰️...
Tres semanas después de despertar, Damián fue dado de alta del hospital. Sus padres lo llevaron a casa, donde comenzaría su ardua rehabilitación. Debía sanar de múltiples fracturas y someterse a una intensa terapia para recuperar su movilidad. Fernanda, su madre, estuvo a su lado en todo momento, preocupada porque Damián no había vuelto a pronunciar palabra alguna desde aquel día.
Una tarde, mientras Fernanda le ayudaba con los ejercicios de rehabilitación, no pudo contener más su inquietud y le preguntó:
— Damián, amor mío, ¿quién es Horacio?
Damián la miró, pero su respuesta fue el silencio. Fernanda suspiró y continuó con los ejercicios, esperando que algún día su hijo volviera a hablar.
Eduardo, Ángelo y Emilia siempre estaban atentos a Damián, brindándole su apoyo en todo momento. Se turnaban para acompañarlo en sus ejercicios de rehabilitación, le llevaban libros y películas para distraerlo, y se aseguraban de que nunca se sintiera solo.
Una tarde, mientras Eduardo le leía en voz alta, Ángelo preparaba una merienda en la cocina y Emilia organizaba los medicamentos de Damián. La casa estaba llena de una calidez que solo una familia amorosa podía proporcionar.
— Damián, ¿te gustaría salir al jardín un rato?, preguntó Emilia con una sonrisa.
Damián asintió, agradecido por tener unos padres y unos hermanos tan dedicados. Aunque no podía expresar sus sentimientos con palabras, su mirada reflejaba el profundo aprecio que sentía por ellos.
— Vamos, te ayudaremos, dijo Ángelo, acercándose para ofrecerle apoyo.
Gustavo también se mantuvo siempre atento a Damián, con una devoción tal, de no esperar nada a cambio. En su corazón solo existía el deseo de brindarle apoyo incondicional.
...🕰️🕰️🕰️...
Diez largos meses transcurrieron antes de que Damián lograra recuperarse físicamente y valerse por sí mismo nuevamente. Durante ese tiempo, también asistió a sesiones con un psicólogo, quien le diagnosticó un shock emocional debido a una situación traumática. Cada día de esos meses fue una batalla, pero también una oportunidad para sanar. Con el apoyo constante de sus amigos y familiares, Damián fue recuperando poco a poco su fuerza y movilidad. Las sesiones con el psicólogo le ayudaron a enfrentar sus miedos y a procesar el trauma que había vivido.
Un fin de semana, Gustavo emprendió un viaje a Buena Ventura con el propósito de visitar a su querido Damián. Al llegar, Fernanda y Eduardo lo recibieron con gran afecto y lo condujeron directamente a la habitación de Damián. Al encontrarse, Damián lo abrazó con ternura y tomándolo del brazo, lo guió hacia el jardín de la casa, donde se sentaron bajo la sombra de un frondoso árbol. Por primera vez en mucho tiempo, Damián rompió el silencio que había reinado en él.
—Te estaba esperando, Gustavo, dijo Damián con una sonrisa que iluminaba su rostro. — Quiero que me acompañes en un viaje.
Gustavo, sorprendido, no pudo ocultar su alegría. Su rostro reflejaba una felicidad plena, como si todas las piezas de un rompecabezas finalmente encajaran.
— ¡Damián, estás hablando!, exclamó Gustavo, con los ojos llenos de asombro y emoción. — No sabes cuánto he esperado este momento.
Damián asintió, comprendiendo la magnitud de sus palabras.
—¿Un viaje?, preguntó Gustavo, aún incrédulo. — ¿A dónde vamos?
— Necesito ir a una ciudad llamada Villa Real, continuó Damián, con un tono más serio. — Hay algo que no me deja vivir en paz y debo averiguarlo.
—¿Ese “algo” está relacionado con Horacio?, preguntó Gustavo, con una mezcla de preocupación y curiosidad.
Damián bajó la mirada por un momento antes de responder.
—No puedo mentirte, Gustavo. Sí, está relacionado con Horacio. Entendería si no quisieras acompañarme, pero…
Gustavo lo interrumpió, colocando una mano en su boca.
—Damián, a pesar de todo el sufrimiento que eso pueda causarme, iré contigo. Te ayudaré a entender lo que sea necesario para que puedas estar bien.
Damián lo miró con gratitud, sabiendo que contaba con un apoyo incondicional en esa difícil travesía.
— Durante mi tiempo en rehabilitación, investigué en internet y descubrí la existencia de un taller de relojería en Villa Real, continuó Damián. — Coincide con el lugar donde algunas veces me encontré con Horacio en mis sueños. Debo ir hasta allí.
—¿Has vuelto a soñar con Horacio?, preguntó Gustavo, con una mezcla de esperanza y temor.
—No, no he vuelto a soñar con él, respondió Damián, negando con la cabeza. — Pero siento que ese lugar es clave para entender todo.
...🕰️🕰️🕰️...
La semana siguiente, Gustavo y Damián abordaron un avión que los llevó sin escalas al aeropuerto de Villa Real. La mezcla de ansiedad y esperanza latía en sus corazones mientras el avión surcaba los cielos. Damián llevaba consigo, aquel reloj antiguo que lo enlazaba a Horacio. Al aterrizar, tomaron un taxi apresuradamente, que los dejó en una esquina cercana al taller de relojería que Damián había descubierto en sus investigaciones.
Caminaron unas pocas cuadras, con el eco de sus pasos resonando en las calles empedradas, hasta que finalmente se detuvieron. Ante ellos se erguían las ruinas de lo que alguna vez fue el renombrado taller del relojero Irvin. Las paredes derruidas y las ventanas rotas contaban historias de un pasado glorioso ahora perdido en el tiempo.
Damián, con los ojos llenos de asombro y desilusión, exclamó:
— Algo en mi interior me decía que aquí encontraría respuestas, pero lo único que hallo son ruinas y desolación.
Gustavo, percibiendo la frustración de Damián, colocó una mano en su hombro y dijo con voz calmada:
— No te desanimes, Damián. A veces, las respuestas no están donde esperamos encontrarlas, pero eso no significa que no existan. Tal vez estas ruinas aún tienen algo que contarnos.
Damián asintió, tratando de encontrar esperanza en las palabras de su amigo. De repente, con una mezcla de desilusión y desesperación exclamó a viva voz:
— ¡Necesito saber qué pasó con Horacio, si en verdad existió en este mundo o si todo fue una vil creación de mis sueños sin sentido!
En ese preciso instante, una mujer de unos sesenta años se detuvo frente a la antigua relojería. Con asombro en su mirada, se dirigió a Damián:
— ¿Mencionaste a Horacio?
De inmediato, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Tras calmarse un poco, les preguntó cómo conocían a Horacio y cuál era su relación con él. Damián, con un gesto solemne, sacó de su bolso un reloj de bolsillo antiguo y se lo mostró a la mujer, diciendo:
— Esto.
Al contemplarlo, la sorpresa de la mujer se intensificó y exclamó:
— ¡Horacio tenía un reloj idéntico a ese!
Damián, con curiosidad, le preguntó a la mujer si conocía a Horacio. Ella, con un suspiro melancólico, respondió:
— Sí, lo conocí. Mi nombre es Isabella. Horacio fue el gran amor de mi vida, aunque solo pudimos ser muy buenos amigos. ¡Cuánto lo extraño!
Intrigado por su respuesta, Damián le preguntó por qué hablaba en pasado. Isabella, con una tristeza palpable en su voz, le explicó:
— Porque ya no está entre nosotros. Se quitó la vida arrojándose desde el faro de la playa.
Damián se desmoronó en un llanto desgarrador y exclamó:
— ¡Dios mío, mi sueño fue real! No sé cómo explicarlo, pero estuve allí y lo vi lanzarse.
Isabella, atónita, exclamó:
—¿Cómo puede ser? Bueno, Horacio siempre hablaba de sueños extraños que comenzaron desde el momento en que reparó ese reloj de bolsillo.
Con una mezcla de asombro y convicción, Damián respondió:
—Sí, creo que en ese reloj se encuentra la clave de toda esta situación tan insólita.
Damián, con voz temblorosa, preguntó a Isabella qué había pasado con el cuerpo de Horacio, si lo habían encontrado. Ella asintió lentamente y respondió:
—Sí, lo hallaron. Está sepultado en un cementerio a las afueras de Villa Real.
Damián, con una mezcla de urgencia y determinación, le pidió la dirección. Isabella, aún con lágrimas en los ojos, les dio las indicaciones precisas. Sin perder tiempo, Gustavo y Damián se dirigieron rápidamente al cementerio.
...🕰️🕰️🕰️...
El camino hacia el cementerio estaba bordeado de árboles antiguos, cuyas ramas parecían susurrar historias olvidadas. Al llegar, se encontraron con un hombre de aspecto amable, el encargado del lugar.
— Buenos días, dijo el hombre. — ¿En qué puedo ayudarles?
— Estamos buscando la tumba de Horacio, respondió Damián, tratando de mantener la calma.
— ¿Cuál es su apellido?, preguntó el encargado.
Damián, con un nudo en la garganta, respondió:
—No lo sé. Solo sé que falleció al lanzarse desde un faro en la playa.
El encargado asintió con comprensión y los guió a través de los senderos del cementerio, hasta detenerse frente a una tumba sencilla pero cuidada.
—Aquí es, dijo el hombre, señalando la lápida.
Gustavo posó su mano sobre el hombro de Damián y, con voz llena de compasión, le dijo:
—Lamento profundamente todo esto, Damián.
Damián imploró que lo dejaran sólo un momento, se arrodilló frente a la tumba, sintiendo una conexión profunda y misteriosa con el lugar.
— Horacio… —murmuró Damián, con la voz quebrada—. Ahora estoy seguro que estuve allí contigo en tus últimos momentos. Me habría gustado que todo fuera diferente.
Con manos temblorosas, Damián tomó el reloj de bolsillo y lo sostuvo con firmeza. Sus ojos se llenaron de determinación mientras susurraba:
— Te prometo, Horacio, que no sé cómo, pero volveré a encontrarte en mis sueños, cueste lo que cueste.
El viento soplaba suavemente, como si el propio cementerio escuchara su juramento. Gustavo, a lo lejos, observaba en silencio, sintiendo la intensidad del momento. El reloj de bolsillo brillaba bajo la luz del sol, como si guardara en su interior los secretos de un mundo más allá de la comprensión.
Damián se levantó lentamente, con el reloj aún en su mano, caminó hacia Gustavo con una mezcla de tristeza y resolución.
— Vamos, Gustavo. Tengo mucho por descubrir.
Gustavo asintió, y juntos se dirigieron hacia la salida del cementerio, dejando atrás la tumba de Horacio pero llevando consigo la promesa de volver a unirse en sus sueños.
Que emoción