Anya despierta en el mundo de una historia que escribió hace años. Una historia sobre una bella princesa, un valiente caballero... y un despiadado dragón.
Decidida a mantenerse al margen de la gran guerra que se avecina, vive tranquilamente en un pequeño pueblo, hasta que accidentalmente salva a un pequeño niño y unos meses después un dragón aparece en su puerta.
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Un empujón en la dirección correcta.
Milord, la mayoría de los daños ya han sido evaluados y las reparaciones se están concentrando en las zonas más afectadas, como ordenó - Hadi entregó un reporte sobre el escritorio.
- ¿Y los suministros de ayuda? - Raenor tomó las páginas y comenzó a leer mientras su ayudante continuaba.
- Ya han sido repartidos y hay más por llegar, no debería haber ningún problema.
Hadi esperó en silencio mientras el duque terminaba de revisar el reporte. Los círculos oscuros debajo de sus ojos eran aún más profundos de lo que fueron en sus primeras noches durmiendo con Lady Anya.
El duque había estado trabajando incansablemente para remendar todo el daño que había hecho el día que perdió el control.
Apenas habían pasado tres días y ya casi se había encargado de todo, lo único que quedaba era esperar a que terminaran las reparaciones.
- Gracias, puedes retirarte - el lord bajó los documentos y continuó escribiendo.
Hadi hizo una reverencia, pero antes de salir escuchó al duque llamarlo.
- Hadi - no había levantado la mirada de la pluma, sin embargo, el ayudante sabía que su mente estaba en otra parte - ¿Lady Anya ha ido al pueblo otra vez?
- Sí, señor, partió temprano esta mañana.
- ... Ya veo - fue lo único que respondió. Hadi lo tomó como su señal para retirarse y así lo hizo.
Una vez que la puerta se cerró detrás de él, el duque bajó la pluma y soltó un largo suspiro.
No había visto a Anya desde que perdió el control.
Salía todas las mañanas y regresaba tarde cada noche, también había estado durmiendo en la habitación de Rowan.
Parecía estar evitándolo y eso lo estaba volviendo loco.
"Ella tranquilizó al dragón, todos lo vimos."
Aún le costaba creer que eso fuera cierto. Pero nadie había resultado herido, el ataque duró menos de quince minutos, Anya había salvado a las personas del ducado y lo había salvado a él.
Y ahora probablemente lo odiaba.
Raenor sintió su pecho comprimirse ante ese pensamiento. Se recriminaba cada vez que recordaba el aspecto de la chica después de recobrar la conciencia.
Su cabello estaba revuelto, estaba cubierta de polvo y escombros, además, tenía pequeños cortes de cristal en sus manos y rostro.
Ella lo había salvado y a cambio había salido herida por culpa del dragón, incluso podría haber sido mucho peor.
Al parecer, finalmente Anya lo había comprendido. Lo aterrador que era estar cerca de un dragón.
No podía culparla, en su intento por contenerse había terminado mostrándole lo peor de él.
Ella querría irse ahora ¿no es así?.
No quería que se fuera. Tenía que disculparse, encontrar alguna forma de convencerla para quedarse. Si lo que temía era el dragón, juraría no volver a transformarse frente a ella, iría a alguna montaña cada mes para pasar por la transformación. Comenzaría a llevarse a Rowan con él, en caso de que pasara por su primer cambio.
Si eso no funcionaba le compraría joyas, le daría una propiedad. Lo que fuera que ella quisiera.
Pero no podía dejarla ir.
...****************...
Cuando el sol cayó y la noche comenzó a hacerse más profunda, su corazón volvió a inquietarse. Llamó a Hadi a su oficina de nuevo.
- ¿La duquesa aún no ha regresado?
- Me temo que no, milord.
- Envía a alguien en el carruaje por ella - aunque sabía que tenía a sus escoltas con ella, le preocupaba que estuviera fuera tan tarde.
Hadi usualmente evitaba entrometerse en los asuntos de su amo. Sin embargo, la chica que era tan valiente como tonta para pararse frente a un dragón se había ganado algo de su respeto. Un empujón en la dirección correcta podría ayudar a su torpe amo a ganar su afecto.
- Milord, creo que a Lady Anya le haría feliz si usted fuese a recogerla en persona.
Raenor dirigió su mirada hacia él, sorprendido por la sugerencia de su ayudante, pero terminó desechando la idea.
- No creo que ella quiera verme en estos momentos.
Hadi inclinó la cabeza, confundido.
- Es cierto que tal vez esté muy cansada después de su arduo trabajo, pero ya que todo lo hace por usted y por Demasco, solo sería correcto mostrarle que lo aprecia - replicó.
Ahora fue Raenor quien mostró su confusión.
- ¿De qué estás hablando?
El ayudante alzó una ceja con incredulidad. Su amo necesitaría mucho más que un empujón para ganar el corazón de la chica.
- ¿La duquesa no le ha mencionado lo que está haciendo en el pueblo todos los días?
- No he tenido oportunidad de hablar con ella - el duque bajó la cabeza, avergonzado - ¿Qué es lo que ha estado haciendo?
- Creo que eso es algo que tendría que ver por sí mismo - aunque Hadi no sonreía, se veía complacido.
...****************...
El carruaje llegó a la plaza del mercado.
A esta hora las calles deberían estar casi vacías, sin embargo, el duque veía mucho movimiento a través de la ventanilla.
Lo último de los suministros que Hadi dijo que habían sido entregados estaban siendo repartidos a las personas. Un edificio junto al ayuntamiento había sido convertido en un refugio temporal y en ese momento estaban sirviendo la cena. En un rincón, había un grupo de músicos tocando canciones alegres. En general, la gente parecía animada.
Y en medio de todo, estaba Anya.
Su esposa iba de un lado a otro, verificando que los suministros se repartieran correctamente, asegurándose de que los niños recibieran su cena y que los adultos mayores estuviesen cómodos.
¿A esto era a lo que Hadi se refería? ¿Esto era lo que Anya había estado haciendo en estos días?
Su corazón latió fuertemente en su pecho.
Bajó del carruaje y se acercó un poco, la chica lo divisó casi inmediatamente y corrió hacia él.
- ¡Milord! - alegremente esbozó una sonrisa y la tensión que Raenor había sentido se disipó con ella - ¿Qué está haciendo aquí?
- Vine a recogerla - respondió, Anya pareció sorprenderse.
- Ah... Yo... Uhm... - se giró apenada, no quería rechazarlo, pero aún no terminaba su trabajo.
- Debería irse, milady, ha trabajado duro hoy - uno de los voluntarios, un sacerdote mayor, intervino en ese momento - de cualquier manera, ya casi hemos terminado.
- ¿Sí? - ella no estaba segura, pero el hombre asintió sin dudarlo. - Está bien, ¡vayamos a casa!
Se giró hacia Raenor y sonrió radiantemente, sin embargo, él la detuvo, mirando hacia las personas en la plaza.
- Solo deme unos minutos - le pidió, después subió a los escalones del ayuntamiento para dirigirse a su gente.
Anya observó, sorprendida y orgullosa, mientras su esposo ofrecía una disculpa a las personas y prometía que la situación no se repetiría. Prometiendo continuar dando todo su apoyo a quienes fueron afectados.
Fue algo que ella sabía que requirió mucho valor y él lo hizo genuina y brillantemente.
Raenor solía mantenerse en las sombras, ya que pensaba que su presencia empeoraría el temor de la gente, por eso hasta ahora solamente había supervisado la reconstrucción desde la mansión. Sin embargo, la sinceridad de Anya lo impulsó a actuar abiertamente.
No sería sencillo que todos lo aceptaran, lo sabía bien. Pero ya había sido testigo de lo que un sentimiento sincero podía lograr en las personas.
Aún le quedaba disculparse con Anya.
De vuelta en el carruaje, apenas se disponía a comenzar cuando sintió un peso sobre el hombro.
La chica se había recostado contra él y había cerrado los ojos.
Su cuerpo se congeló al instante y temía que ella pudiera escuchar los martilleos de su corazón.
- Gracias por venir a recogerme, milord - murmuró, ya medio dormida.
- No tiene que agradecerme - respondió Raenor, con un tenue sonrojo pintando sus mejillas - yo debería ser quien le agradezca... Y quien se disculpe.
- ¿Hmm? ¿Disculparse? - Anya cada vez arrastraba más las palabras.
- Lamento haberle causado tantos problemas y... lo siento si la asusté.
- Usted no me da miedo... Me agrada mucho...
El corazón del duque se detuvo por un instante. Sabía que sus palabras no querían decir nada en especial, ella solo quería tranquilizarlo.
Lo sabía.
Pero, por alguna razón, no pudo evitar que una sensación cálida se extendiera en su interior.