La mayoría de veces, las personas renacidas con su mentalidad adulta en un mundo con poderes siempre tienen una vida sencilla, poderosos desde un inicio, con padres amorosos y en un mundo donde la paz está reinando. Pero ¿qué pasa cuando renaces en tu mismo mundo, en medio de una guerra, con padres traumados y con un poder desconocido en tu interior? preguntemosle a Ademir Graymond.
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Bomba de furia (PARTE 1)
El aire caliente y lleno de cenizas me golpea la cara con tanta fuerza que no puedo ni abrir los ojos para mirar hacia adelante. Es como si alguien me apuntara con un secador de pelo a toda potencia directamente a la cara.
Aunque no puedo ver bien, por dentro estoy hecho un lío de emociones. Un montón de sentimientos se arremolinan en mi mente, amenazando con hacerme estallar en cualquier momento.
Cuando veo a la persona que me está cargando, me doy cuenta de que la vida se está burlando de mí una vez más.
Es Dariel Graymond, mi padre.
Todo se mezcla en mi expresión: la rabia, el éxtasis de casi morir, la confusión, la frustración y la tristeza.
¿Qué hace él aquí? ¿Cómo me encontró?
¿Cómo se atreve a aparecer después de todo lo que nos hizo a mí y a Clarissa?
"Tch... Maldita sea...", lo escucho quejarse entre dientes, mirando hacia abajo.
Poco a poco, siento que vamos más lento. Cuando menos me doy cuenta, estamos cayendo.
No, no, no. ¡NO!
"¡Agárrate fuerte, mocoso!", me grita, envolviéndome con sus brazos.
Caemos rápidamente, chocando contra paredes de concreto y madera varias veces.
Siento cada golpe en mi cuerpo ya lastimado.
Al final, terminamos en un charco de agua sucia y sangre, en un callejón lleno de cadáveres.
Dariel me abraza con fuerza, protegiendo mi cuerpo con el suyo. Eso hace que el dolor sea un poco menos intenso, pero aun así es como si me estuvieran matando de nuevo.
"¡AAARGHH!", grito y me quejo de dolor cuando nos estrellamos contra el suelo.
"¡AAAAH! ¡MI HOMBRO!", me lamento entre quejidos ahogados.
"¡Ugh! Maldición... Estúpido aparato...", forma mi padre, maldiciendo contra lo que sea que nos hizo volar.
Me deja a un lado y se pone de pie.
"¡Oye! ¿Estás bien?", me pregunta y siento la amargura al escuchar esa pregunta estúpida.
Sí, claro, estoy perfectamente bien en medio de esta guerra infernal, después de casi morir empalado... Carajo.
"¡¿CÓMO VOY A ESTAR BIEN?! ¡¿NO VES QUE ESTOY TODO HERIDO?!", le grito enojado, mientras me retuerzo de dolor.
"Tch... No seas exagerado mocoso... ¿Qué te pasa? Yo te veo bien...", me responde tan tranquilamente y eso me hace enojar más.
"¡EL HOMBRO, IMBÉCIL! ¡TENGO EL HOMBRO DISLOCADO!", le aclaro, señalando el hueso que sobresale bajo la piel.
"Pfff... Eso no es nada, niño... A ver, déjame revisarlo", dice con indiferencia.
"¡NO, NO ME TOQUES! ¡SUÉLTAME, SUÉLTAME!", le grito mientras me arrastro hacia atrás, hasta casi chocar con la pared.
Lo último que quiero es que este bastardo me ponga una mano encima.
*Tisk*
Pero el hombre inesperadamente me da una bofetada con su mano áspera. El ardor se expande por mi mejilla al instante.
"¡QUÉDATE QUIETO!", me ladra.
En un segundo, agarra mi hombro y con fuerza, lo coloca en su lugar.
Se escucha un crujido y siento un dolor terrible.
"¡AAAAAAAYYY, MALDITA...!" Grito, pero de repente Dariel me pone una mano en la boca, sus ojos inyectados de sangre.
"¡CÁLLATE, MALDICIÓN!" Me dice furioso.
Su vista se gira hacia el extremo del callejón, donde se ven dos soldados enemigos corriendo y pasando cerca de nosotros.
No nos vieron de milagro.
"¡Nos van a encontrar por tus gritos! Mocoso, cierra la boca un momento." Me ordena, sus ojos llenos de desesperación.
Asiento lentamente.
"Vamos, mueve el brazo. ¿Te duele?" Pregunta él, casi susurrando.
Empiezo a mover el brazo despacio. El hombro ya está donde debe estar. Todavía duele, pero no tanto. Siento el calor del hueso en su lugar, y la sangre que vuelve a circular con normalidad.
"Ya... ya no... no me duele tanto" formo, tartamudeando un poco.
"Claro que no, solo había que ponerlo en su sitio", dice él, como si fuera un genio.
Tch...
No puedo creerlo, de todas las cosas que podrían haberme salvado del asesinato de ese soldado enemigo, de todas las personas que hay en el mundo... Tenía que ser Dariel Graymond.
Mis ojos se posan sobre el objeto que nos sacó volando, una especie de patín volador, hecho con un pedazo de metal y una turbina, con un escape en la parte inferior. La turbina está completamente quemada, un testimonio del duro aterrizaje.
"Maldito cacharro...", él murmura, observando el daño.
"¿Q-qué demonios es eso?", pregunto con desconfianza.
"Es una tabla voladora que hice... quedé en medio de la batalla y para escapar fabriqué esta cosa con algunas piezas de chatarra."
Escucho sus palabras y lo veo con sentimientos encontrados: resentimiento por abandonarnos, furia, confusión y una especie de asombro, ¿Como pudo crear un artefacto volador con chatarra?
Maldito... No por nada era ingeniero.
La batalla no ha cesado, las explosiones de granadas y gritos de guerra se escuchan a cierta distancia.
Mientras Dariel sigue inspeccionando su tabla voladora dañada, un sonido agudo atraviesa el caos de la batalla. Es un sonido que he llegado a conocer.
Levanto la mirada hacia el cielo ennegrecido por el humo, y ahí está ella: la perra de Claire Viviend, surcando el aire con su cabello esmeralda ondeando al viento.
Dariel también la observa, sus ojos entrecerrados y su mandíbula tensa. Chasquea los dientes con disgusto.
"Tch... No entiendo qué demonios están haciendo esos bastardos ahí...", murmura para sí mismo con amargura.
"Se supone que no sirven para nada. En vez de enviar a militares experimentados para combatir las fuerzas Zyrianas, mandan a estos niños."
Mientras golpea la turbina dañada de la tabla voladora, como si pudiera arreglarla con pura frustración, sus palabras despiertan un recuerdo en mi mente.
La historia que Clarissa me contó esta misma mañana, sobre Henrick Faena, el primer humano con poderes, y su trágico final a manos de un enemigo desconocido.
Ver a Dariel aquí, en medio de este caos, aviva mi curiosidad sobre Faena y su conexión con estos nuevos súper soldados.
"Oye..."
Dariel levanta la mirada, sus ojos encontrando los míos. "¿Hmm?"
"¿Tú miraste luchar a un tal Faena, cierto? ¿Qué demonios fue lo que lo mató? ¿De verdad era tan fuerte como esa perra?", pregunto, señalando hacia donde Claire Viviend surca los cielos.
La sorpresa cruza el rostro de Dariel al escuchar mi pregunta.
Me mira fijamente, como si estuviera tratando de descifrar cómo obtuve esa información.
Puedo ver los engranajes girando en su cabeza mientras se pierde en sus recuerdos por un momento antes de responder.
"Henrick Faena... Él era diferente", dice finalmente. "Era un tipo increíblemente amable, siempre buscando hacer lo correcto. Nada que ver con la perra de Claire Viviend y su guardería de fenómenos."
Hace una pausa, su mirada distante. "Pero al final, ni siquiera él sirvió de mucho. Sí, acabó con varios Zyrianos, pero terminó mutilado por un extraño ser humanoide."
«Tch... Entonces, ¿para qué molestarse en crear más de estos jodidos fenómenos?», pienso amargamente, mi desprecio por los súper soldados creciendo.
"Y esa criatura negra que mencionaste... ¿Qué demonios era?"
Dariel me mira, y puedo ver las sombras de ese encuentro oscureciendo su expresión.
"No lo sé, niño...", admite finalmente, su voz tensa. "No tengo esa información. Con suerte pude escapar de esa batalla con vida."
La frustración arde en mis venas ante su respuesta evasiva. «Que inútil pedazo de mierda»
Pero entonces, me lanza otra pregunta, su tono acusatorio.
"Mejor dime, niño, ¿qué demonios eres tú? ¿Por qué eres... como eres?"
"¿Ha? ¿De qué demonios hablas...?" respondo desconcertado.
Dariel se acerca a mí, su rostro a centímetros del mío. Puedo oler su aliento rancio, ver las líneas de tensión y miedo surcando su frente.
"Tú sabes de lo que hablo", sisea, sus ojos perforando los míos.
"La última vez que te vi, te convertiste en un maldito demonio. Estabas cubierto de... de rayas y garabatos brillantes. Tu aura, tu presión... eran las mismas que las de aquella figura que mató a Faena."
Mi estómago se retuerce ante sus palabras, una mezcla de miedo y furia burbujeando en mi interior. ¿Cómo se atreve a compararme con esa cosa?
Con una mano temblorosa, agarra mi hombro, sus dedos clavándose en mi piel. "¿Acaso tú también eres un maldito demonio?", susurra, con un horror apenas contenido.
La ira estalla en mi pecho como un volcán.
Siento cómo mi cuerpo se tensa, mis manos apretándose en puños temblorosos.
"Suéltame", le advierto con una voz baja y peligrosa. Clavo mi mirada en la suya, poniendo en ella toda la furia y el odio que siento por este hombre que se hace llamar mi padre.
Dariel vacila por un momento antes de soltarme, dando un paso atrás. Pero su expresión sigue siendo acusatoria, demandante.
"En serio, mocoso... Dime qué mierda eres", insiste, su voz temblando ligeramente. "Todavía no puedo sacarme de la cabeza tus putos ojos sin alma. ¿De verdad eres mi hijo?... ¡Dime si eres un Maldito demonio...! "
Esa palabra, "demonio", es como una bofetada en la cara.
La ha repetido tantas veces.
Finalmente, mi furia alcanza su punto de ebullición.
"¿Un demonio? ¡¿YO SOY EL DEMONIO?!", le grito, mi voz temblando de rabia. "Tch... Maldito estúpido... El único demonio aquí eres tú."
"O-oye...", él balbucea, mirando a su alrededor nerviosamente, como si temiera que alguien pudiera escucharnos.
"Cierra la boca... ¿Cómo te atreves a llamarme 'demonio', imbécil? ¿Acaso ya olvidaste todo lo que has hecho?", le escupo, mis ojos ardiendo.
Doy un paso hacia él, mis puños temblando a mis costados.
"Por tu culpa... bastardo, por tu culpa he sufrido toda mi vida. Por ti no tengo una infancia normal.
No conocí a mi verdadera madre porque la engañaste y provocaste su muerte. La única figura materna que tuve me jodió la infancia, y luego llegas tú, lo jodes todo aún más y te vas a la mierda en vez de arreglar las cosas."
Mi voz se quiebra, las emociones amenazando con abrumarme.
"Cuando por fin pude arreglar un poco las cosas con Clarissa y tener un poco de paz, llega esta mierda de guerra y lo arruina todo.
Fallecen las personas que quiero, casi me mata un Zyriano de mierda por culpa de la perra de Claire Viviend. Y ahora mírame... Tengo 6 años... No tengo madre, no tengo casa, no tengo nada más que un padre jodido."
Tomo una respiración profunda para calmarme un poco, pero no me detengo.
"De no ser por esas 'figuras', estaría muerto. Y ¿sabes qué? Gracias a ellas, tengo la posibilidad de vengarme de todos los bastardos que me han hecho daño. Y adivina qué... Tú también estás en esa lista."
Dariel me mira, su rostro pálido y sus ojos llenos de un dolor crudo.
"Así que no te atrevas a llamarme 'demonio' sólo por golpear a un miserable como tú", concluyo. "Agradece que no pude matarte, porque si fuera por mí, lo habría hecho."
Un silencio pesado cae entre nosotros, roto sólo por nuestras respiraciones agitadas y el distante rugido de la batalla.
Dariel me mira, su expresión una mezcla de shock, dolor y algo que casi podría ser arrepentimiento.
"Se supone que eres mi hijo...", dice finalmente, su voz poco más que un susurro roto.
"Pero siento que no estoy hablando contigo, sino con alguien de mi edad."
"HAHAHAHA... No soy tu hijo. Sólo eres un pobre diablo que no ha hecho más que cagarla. Ni siquiera sé por qué demonios me salvaste."
Dariel traga saliva, sus ojos buscando los míos. "Entonces... ¿Ya sabes todo? ¿Sobre Anna, sobre Clarissa?"
Asiento, mi mandíbula apretada. "Claro que lo sé. Ella me lo contó todo."
"Entiendo...", murmura Dariel, pasándose una mano temblorosa por el pelo. "Entonces... Ella... Está..."
"Está muerta", le corto, cada palabra como ceniza en mi boca. "¡ESTÁ MUERTA, MALDITA SEA!"
Dariel se estremece como si lo hubiera abofeteado. Más lágrimas caen de sus ojos, pero no siento nada más que un frío desprecio.
"Y qué... ¿Ahora qué procede?", continúo, mi voz cargada de veneno.
"¿Acaso vas a venirme con el cuento de que estás triste por su muerte? Si es el caso, no digas nada, porque no te creo...
Maldita sea, lo último que quiero es tratar de 'sanar' una vez más. Estoy tan resentido contigo porque a diferencia de Clarissa, tú no eres una víctima."
Me alejo de él, mi cuerpo temblando de rabia y dolor. "Ni siquiera sé qué demonios haces aquí. ¿No se supone que debes estar muerto en algún basurero por ahí?"
Clavo mi mirada en la suya, mis ojos ardiendo con un desafío.
"¡HABLA!"
Tras unos segundos de silencio tenso, Dariel finalmente abre la boca. Noto cómo su manzana sube y baja mientras traga saliva.
Sus labios tiemblan, y cuando finalmente habla, su voz es poco más que un susurro roto.
"Nunca me fui..." Me susurra y mi confusión se refleja en mi rostro, mis cejas frunciéndose hasta casi tocarse.
"¿QUÉ?... ¡NO TE ESCUCHO!" Ladro, mi voz elevándose y la furia creciendo en mi pecho.
"¡QUE NUNCA ME FUI, MALDITA SEA!" Grita finalmente mi padre, sus ojos inyectados en sangre. Sus manos se aferran a mi camisa, levantándome del suelo y sacudiéndome como a un muñeco de trapo.
"¡SUÉLTAME!" Rujo, mis pequeños puños golpeando su pecho. "¿TAMBIÉN ME VAS A MATAR COMO CASI MATAS A CLARISSA?"