Grace Pons trabajaba en una casa de citas hasta que escapó de esa vida llena de peligros y vergüenza, para acabar dando su consentimiento a un matrimonio de conveniencia. Sin embargo, no viviría mucho tiempo como una mujer respetable si no conseguía mantener su pasado y su corazón bajo siete llaves.
El amor era lo menos importamte en el matrimonio para un hombre que había empezado de cero, y tenía aspiraciones políticas. Bruno Valverde necesitaba una esposa adecuada para garantizar su elección y darle una madre a sus hijos.
Aún así, el deseo hacia su bella esposa comenzó a ser irresistible, hasta que los secretos de su pasado empezaron a descubrirse...
NovelToon tiene autorización de Maria Esther para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Voluntad de acero.
Ella se quedó cerca mientras él apagaba la luz luego, la tomó de la mano y subieron las escaleras.
Solo tardaré un momento, dejaré la puerta entreabierta.
Él esperó en el pasillo y el susurro de su ropa lo abrazó por dentro. Ella volvió con un camisón blanco y tuvo que tomarla de la mano para no caer en la tentación de acariciarla por encima de la tela. Estaría desnuda por debajo y la capa de cera no bastaría para protegerla ni disimularla. Él abrió la puerta de su dormitorio y ella entró por delante en la oscuridad.
Acuéstate tú en la cama, le ofreció él.
Él podía quedarse en la mullida butaca mientras ella dormía.
No puedo ocupar tu cama si no vas a dormir, replicó ella, tienes que descansar para trabajar mañana. Grace se dirigió hacia la puerta, volveré a mi habitación.
No.
Ella se paró y se dio la vuelta para mirarlo.
Quédate, le pidió él.
De acuerdo.
Ella la abrió la cama a oscuras y se metió. A Bruno le latía el corazón con tanta fuerza que ella tenía que haberlo oído. Se quitó la camisa, pero no los pantalones, y se acercó a la cama. Eso no era bueno para su plan, ni para su cordura, ni para poder dormir.
Ella levantó las sábanas para que se metiera y él fue metiéndose lentamente. Grace le acarició inmediatamente el pecho.
Me siento segura aquí, contigo.
No lo estaba, ni tenía ni idea de lo que estaba haciéndole a él.
Descansa, Grace.
Ella se acurrucó con la cabeza debajo de su barbilla.
Puedo oír los latidos de tu corazón. Me gusta el sonido.
Se sintió dominado por su seductor olor a canela, su cabello sedoso le acariciaba el pecho y tenía sus pechos, suaves y abundantes, estrechados contra él.
Grace, esta no es una idea nada sensata, consiguió farfullar él.
Me gusta cómo haces que me sienta, Bruno. Ella levantó la cabeza y lo besó. Él vio estrellas al cerrar los párpados. Se apoyó en un codo y tomó el control del beso. Si mostraba la más mínima vacilación o miedo, ella podría retirarse.
Grace le rodeó el cuello con un brazo. En cuanto él separó los labios ella correspondió a su avidez. Quería entregarse a esa mujer, complacerla. Quería que fuese suya.
Grace se dejó llevar completamente por el beso y se sorprendió a sí misma, casi se asustó a sí misma. ¿Qué tenía Bruno Valverde que conseguía que sus besos fuesen especiales y que conseguía que quisiera saber algo más de esa maravilla apasionante? Había derribado irremediablemente las barreras que le habían protegido los sentimientos y el corazón. Ni siquiera quería reconstruirlas porque aquello le entusiasmaba. Lo que había empezado como un intento de unirse a él para sentirse segura, se había convertido inmediatamente en una pasión que quería conocer y disfrutar.
Grace..., susurró Bruno sin separar los labios.
Oír su nombre la llenó de dicha, él le acarició el cuello con los dedos y ella se dio cuenta de que nunca había sabido que una simple caricia tenía la capacidad de despertar tantos sentimientos. Todo su cuerpo se estremeció de placer y sus pechos se endurecieron. Él le tomó uno por encima de la tela del camisón y ella suspiró. Se entregó al deleite de pasarle la mano por el vello del pecho antes de acariciar el costado y la sólida espalda. Era tan fuerte joven y vital que acariciarlo la dejaba sin aliento. La fuerza de su cuerpo contrastaba con su delicadeza al recorrer la cintura y la cadera con la mano.
Él tomó los diminutos botones de su camisón y ella lo ayudó para que pudiera besarla en el pecho y trazar a círculos con la punta de la lengua sobre sus pezones, hasta volverla loca.
Grace no estaba preparada para sentir ese arrebato de deseo que le brotó de las entrañas. Un rayo iluminó fugazmente la habitación y lo siguió un trueno que hizo temblar los cristales de la ventana. Metió los dedos entre el cabello de Bruno. Él levantó la tela de seda y le pasó los labios por el abdomen y sigo bajando hasta que esa caricia la transformó mágicamente. Dejó de ser la mujer que fue una vez y se convirtió en la mujer que quería ser. Cerró los ojos para no ver los rayos, pero siguió viendo destellos por las caricias de sus manos, los labios y su lengua. Sin dudarlo, se dejó arrastrar por las sensaciones de que despertaba en lo más profundo de ella. Lo necesitaba, necesitaba sus caricias devotas tanto como el aire o la comida, con la misma intensidad y perentoriedad.
Cuando creyó que ya no podría aguantar un segundo más ese placentero tormento, él la llevó al borde de esa liberación perfecta. Los temblores convulsos dieron paso a un delicado estremecimiento y una relajación sublime de los miembros. Quiso corresponderle y lo agarró para colocarlo encima, pero él en vez de descender sobre su cuerpo anhelante, tomó el edredón y la tapó con él. Se tumbó al lado de ella, le dio la vuelta y la abrazó por detrás separados por el batiburrillo de sábanas.
Bruno, susurró ella sin entenderlo.
Shh... Descansa.
Pero Bruno, insistió ella.
Esto ha traspasado ampliamente los límites de un noviazgo pero todavía necesitas tiempo para confiar en mí. No quiero estropear lo que podemos lograr solo por precipitarme.
Él lo dijo con delicadeza, pero también con firmeza. Le apartó el cabello del cuello y la cara para besarla en el mentón.
Nada la había preparado para un hombre así.
Era cariñoso, incondicional, se preocupaba por su bienestar y anteponía su supuesta virtud a las necesidades y anhelos de él.
No había llorado desde que era pequeña y tampoco iba a perder el control en ese momento. Se tragó la sensación abrazadora de la garganta y cerró los ojos con fuerza para mantener la compostura. Tumbada en su cama y abrazada por él, su olor la impregnaba. Era su esposa, la esposa de Bruno Valverde. Se había casado con ella después de verla una sola vez aunque esa decisión tan impulsiva era incongruente con todo lo que había llegado a saber de él. Había creído porque era lo único que podía creer, que se convertiría inmediatamente en un objeto de placer para él, que ella satisfaría sus necesidades físicas y que él le proporcionaría una casa y seguridad. Le había proporcionado una casa y seguridad, pero ella no había saciado sus necesidades físicas ni mucho menos, ese hombre tenía una voluntad de acero.
EXPLÍCAME POR FAVOR AUTORA.
¿QUE PASÓ CON EL VIERNES Y EL SÁBADO, Y COMO LLEGARON A LA NOCHE DEL SÁBADO?