El CEO Y La Divorciada

Capítulo veintiuno

Los días siguientes, Luca se quedó lejos de la casa de Rocío. Después de la cena que compartieron y la inesperada visita de su amiga Marta, no encontró una excusa adecuada para presentarse sin parecer molesto. Además, los asuntos en la empresa demandaron su atención de manera abrumadora.

Las horas en la oficina se convirtieron en un torbellino de reuniones, llamadas y decisiones urgentes. Los problemas inesperados en algunos proyectos críticos demandaron su total concentración. A pesar de querer pasar tiempo con Rocío, su compromiso con el trabajo primero.

Por su parte, Rocío se mantuvo ocupada con sus responsabilidades familiares, ya que las niñas estaban terminando el año escolar. Andrea se iba a graduar y debía comprarle ropa, sin embargo, su exmarido aprecia seguirla como moscas al azúcar porque se ofreció a llevar a la niña y a su madre debido a que esta última no podía manejar debido a lo de sus ojos. Y porque Marta estaba ocupada y Andrea insistía, tuvo que aceptar.

—¿De qué color quieres que sea tu vestido? —le preguntó su padre. Andrea parecía feliz de ser el centro de atención, sin embargo, su madre estaba distraída. Aunque llevaba lentes de sol, la quemadura que se produjo por el vapor aún la incomodaba.

—Mamá, ¿tú qué piensas? —preguntó la adolescente y Roció le pasó unos de color verde.

—Pedí estos, prueba el modelo y luego eliges el color —le indicó Rocío, y se sentó, ya que estaba un poco mareada.

La joven fue dentro del vestidor y su padre aprovechó la ocasión para tratar de hablar a solas con Rocío. Sin embargo, esta última no quería saber nada con él.

—Vi los papeles de divorcio como pediste —dijo él para llamar su atención.

—¿Los firmaste? —preguntó ella sin mirarlo.

—¿Tenemos que divorciarnos? —preguntó Marcelo tratando de tomar su mano.

—Dile a Andrea que la espero en el bar —dijo Rocío apartándose de él.

A su hija nunca le había importado su opinión en la moda. Estaba claro que se había complotado con su padre para que este último tratara de arreglar las cosas con ella.

La constante interferencia de Marcelo en los asuntos personales y el retraso en el proceso de divorcio comenzaban a agotar a Rocío. A pesar de su esfuerzo por mantener la calma y no afectar a sus hijas, la tensión se volvió insostenible en ciertos momentos. Los problemas personales se acumulaban. Rocío se enfrentaba a un desafío tras otro, intentando mantener su compostura en medio de una situación que parecía volverse cada vez más complicada.

Mientras Rocío esperaba en la fila para pedir un café, sintió que alguien se colocaba detrás de ella. Por mera inercia, volvió la mirada y se sorprendió al reconocer al hombre que había interactuado con ella tiempo atrás, cuando se le rompió el móvil. Era León, un deportista que estaba en la ciudad por algunas promociones. Lo había reconocido en una revista días atrás.

León también la recordó, sobre todo el incidente anterior. Por lo que se disculpó nuevamente por el accidente con el teléfono. De manera amable, ofreció pagar el café de Rocío como una muestra de disculpa por el inconveniente pasado.

Rocío, sorprendida por el gesto y recordando su amabilidad previa, agradeció, pero rechazó gentilmente su oferta. A pesar de la insistencia de León, Rocío prefirió pagar su propia bebida.

—¿No vas a aceptar mis disculpas? —preguntó el hombre ofendido.

—No necesitas disculparte, te lo dije la vez pasada —indicó ella sonriendo.

—¿Te hace mal el sol? —preguntó él, cambiando de tema, para poder seguir conversando con ella. Quedaría mal si se enteraran de que rompió el móvil de alguien y no hizo nada para remediarlo.

—Tuve un incidente en el trabajo —comentó ella y él le pasó una tarjeta.

—Es mi abogado, tal vez te sirva.

La conversación entre ambos fue breve pero amigable. León, con su actitud jovial, trató de hacer el momento menos incómodo y deseó que tuvieran un buen día antes de retirarse hacia su mesa con su bebida.

El inesperado encuentro con León sacudió un poco la monotonía de la mañana de Rocío, recordándole la naturaleza impredecible de la vida y cómo a veces los encuentros casuales podían traer consigo un destello de cortesía. Miró la tarjeta y sonrió, ya tenía abogado para lo de su ex, aun así, otra consulta no estaría mal. Guardó la tarjeta y salió del local para esperar a su hija. En ese momento recibió un mensaje de Luca y se alegró por eso.

«Mucho trabajo aquí. Espero no confundas la mermelada con la salsa»

Las palabras de Luca la animaron, y sin darse cuenta sonrió genuinamente. Hacía mucho que no lo hacía. Aunque seguido a eso recibió un mensaje de su supervisor, el cual le pedía que si estaba en condiciones regresara antes de la licencia, ya que había un problema con un programa y la necesitaba.

Rocío, al ver a Andrea, le pidió que regresara a casa con su padre porque ella debía volver al trabajo. La adolescente, percibiendo la incomodidad entre sus padres, no dijo nada y aceptó sin objeciones.

La situación en la empresa requería la atención inmediata de Rocío, a pesar de la complejidad de sus asuntos personales. A medida que las responsabilidades profesionales y personales se entrecruzaban, Rocío lidiaba con la tensión acumulada. Aunque se sentía distinto que antes, ya que a diferencia de cuando trabajaba para su esposo desde casa, nadie valoraba todo el esfuerzo que ella ponía.

Mientras salía del centro comercial para buscar un taxi para dirigirse a la oficina, repasó mentalmente las palabras de Luca, las cuales habían conseguido hacerla sonreír genuinamente. El simple gesto de aprecio de su colega fue como un rayo de sol en un día nublado.

—Mi representante dice que los taxistas no trabajan hoy, hay una movilización —escuchó una voz conocida. Al darse vuelta vio a León—. Puedo llevarte en mi coche, pareces apurada.

—¿Es en serio? —preguntó Rocío preocupada por la hora.

—Mira —León le mostró la noticia en su móvil. Por lo que, si quería llegar al trabajo antes de que la jornada laboral, debería aceptar la ayuda del desconocido.

Autora: Osaku