NovelToon NovelToon
Heridas Que Reabren

Heridas Que Reabren

Status: En proceso
Genre:Casarse por embarazo / Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Padre soltero / Madre soltera
Popularitas:350
Nilai: 5
nombre de autor: Eduardo Barragán Ardissino

Esta historia nos narra la vida cotidiana de tres pequeñas familias que viven en el mismo complejo de torres, luego de la llegada de Carolina al lugar.
Tras ser abandonada por sus padres, y por sus tíos, la pequeña se ve obligada a mudarse con su abuela. Ahí conoce a sus dos nuevos amigos, y a sus respectivos padres.
Al igual que ella, todos cargan con un pasado que se hace presente todos los días, y que condiciona sus decisiones, su manera de vivir, y las relaciones entre ellos. Sin proponérselo, la niña nueva provoca encuentros y conexiones entre estas familias, para bien y para mal.
Estas personas, que podrían ser los vecinos de cualquiera, tienen orígenes similares, pero estilos de vidas diferentes. Muy pronto estas diferencias crean pequeños conflictos, en los que tanto adultos como niños se ven involucrados.
Con un estilo reposado, crudo y directo, esta historia nos enfrenta con realidades que a veces preferimos ignorar.

NovelToon tiene autorización de Eduardo Barragán Ardissino para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 17: Negocios

Imaginó que podía llegar a despertar el interés de su hijo, y de sus dos amigas, si comenzaba diciéndoles que dos libros, que había leído en su niñez, aportaron lo suyo en su vida, haciendo posible que llegara a ser el dueño de un exitoso almacén de milanesas con tres sucursales distribuidas por toda la ciudad (próximamente cuatro), y no se equivocó. Sofía no quiso marcharse al llegar a la puerta de la casa de la abuela Argelia. Al igual que Carolina, y que Germán, tenía curiosidad, quería escuchar la historia del adulto.

Mientras la anciana acomodaba los artículos que su atento vecino, y amigo, había hecho el favor de ir a buscarle al mercado, este dejó sus cosas a un lado, y comenzó a pensar con rapidez cuál era la mejor manera de proseguir. No se podía decir que había capturado la atención de los niños, pero nadie se atrevería a negar que su interés fue despertado. Fabián estaba al tanto de esto, así como de que llegar a eso no era una tarea fácil, por lo que no iba a dejar que se le fuera la oportunidad de enseñarles algo. Sentía que, al menos, debía hacer el intento.

Empezaban a instalarse con el pequeño Toby. Carolina lo tenía en sus rodillas, después de haberse sentado en el sillón, y el can sólo se dedicaba a recibir caricias de Germán. Sofía únicamente miraba, sin decidir si debía unirse a aquellas atenciones que se le dedicaban al perro, o no.

—¿Han escuchado alguna historia de Simbad, el marino? —les preguntó a los tres el padre de Germán, provocando que dirigieran su atención hacia él al mismo tiempo.

—Yo vi una película de dibujos con mi mamá en el cine —respondió Sofía, levantando la mano izquierda, como si estuviera en la escuela.

—Yo, cuando tenía la edad de Germán, leí una versión resumida del libro original. Ese libro me lo prestó Joaquín.

No esperaba que las niñas supieran de quién estaba hablando, ya que Germán era el único de los tres que conocía a su amigo de la infancia, al que debía llamar tío, la mano derecha de su papá en aquel exitoso emprendimiento.

—Es mi amigo desde que teníamos la edad de Caro —les explicó el adulto—. En la verdadera historia de Simbad. No había uno solo con ese nombre, sino dos. Uno era el marinero, y el otro un cargador. 

—¿Qué es un cargador? —preguntó Carolina, mientras sus amigos se acomodaban junto a ella en el sillón, uno a su derecha y la otra a su izquierda —¿Significa que trabaja cargando cosas?

—Adivinaste. Llevaba bultos de acá para allá, de eso trabajaba. Era muy pobre, y por eso le enviaba al otro Simbad todos los tesoros que tenía. Decía que Dios le da a algunos todo, y a otros no les da nada, y que era injusto con él dejándolo en la pobreza, mientras que al otro Simbad lo dejaba vivir tranquilo y cómodo, lleno de lujos.

Fabián no pudo percibirlo, pero la mirada de Sofía había cambiado. Aquellas últimas palabras le hicieron recordar a su madre. Se le vinieron a la mente muchas cosas que le oyó afirmar, además de algunas otras que le dijo a ella directamente. Pero no fue la única, pues Germán también pensó en su propia madre por un segundo.

—Entonces el marino le contó la historia de sus viajes —siguió relatando el hombre—. Así le hizo saber que todo lo que tenía era gracias a haber pasado por muchas cosas. No fue algo que obtuvo porque sí, porque alguien quiso que uno tenga, y el otro no. Simbad, el marino, se había quedado sin nada por haberse gastado toda la plata que le dio su papá antes de morir, así que decidió hacer algo para no caer en la pobreza en el futuro. Me acuerdo que eso me hizo entender que yo debía hacer lo mismo. Así que empecé a trabajar para una señora, vecina nuestra. También hice mandados para otros vecinos, a cambio de propinas.

—¿Como yo hice recién con tu bolsa? —preguntó Sofía, ya sin levantar la mano. 

—Sí, parecido. Nada más que yo iba a hacer la compra también, y a varias personas. Quería poder tener lo mejor algún día, y también dárselo a mi familia. Esos eran mis primeros pasos, sabía que faltaba mucho. 

Prefirió no darles a los niños más detalles acerca de sus motivaciones. Y no creyó necesario tocar el tema de su padre, al cual Germán nunca pudo conocer. 

A diferencia de sus amigos, Carolina no pensó únicamente en su madre, sino también en su padre, su tío y su tía. Recordó que estos tres últimos decían frases similares a las de Fabián en aquel momento, y que su mamá constantemente se enojaba con ellos por eso. Llegó a decirle a su nena que Benjamín los había abandonado debido a su actitud soberbia, la cual era idéntica a la de Bautista y Leonor.

—Pero el libro que más me ayudó lo leí a los 10 —siguió Fabián—. También me lo prestó Joaquín. Se llama Padre rico, Padre pobre. Es difícil que les repita a ustedes, así en persona, las cosas que aprendí y los buenos consejos que tiene. Tendrían que leerlo para entender. Me sirvió cuando fui más grande, y pude empezar a aplicar a la vida real cada vez más cosas del libro; y, en aquella época, para no bajar los brazos, y seguir juntando toda la plata que me fuera posible. Siempre les demostré a todos que podían confiar en mí, y así conseguí un trabajo en un almacén, repartiendo volantes por las casas, cuando tenía 14 años.

Al trabajar en ese lugar, pudo ocultarle a su padre la cantidad de dinero que recibía, por lo que fue capaz de quedarse con una parte a escondidas de él. Esto tampoco se lo refirió a su pequeña audiencia, conformándose con relatarles los hechos más importantes, dada sus intenciones.

—En ninguno gané mucho que digamos, pero nos ayudaba —les aclaró—. Teníamos muy poca plata, así que intenté colaborar en algo. Solamente nos podíamos permitir una casita humilde y vieja, que fue lo único que consiguieron cuando mi hermana mayor estaba por nacer. Con el tiempo empeoró. Aunque intentaron arreglar los desperfectos, era difícil vivir ahí. Después nací yo, y todo siguió así. Pero, en vez de desanimarme, eso era una motivación para mí. Siempre me imaginaba consiguiendo una casa bonita, y yendo a vivir ahí con mi familia.

—¿Y lo conseguiste? —le preguntó su hijo. 

Argelia trataba de poner atención a todo lo que se estaba diciendo, y se complacía al notar que, aparentemente, los tres niños escuchaban las palabras de Fabián. No obstante, al no estar observando el rostro de este, no se percató de que tuvo un instante de duda al verse obligado a responder esa última pregunta.

—Sí y no —respondió al fin—. Conseguí un lugar donde vivir, pero era un departamento chico, para mí solo. Mi familia prefirió seguir viviendo ahí. Yo ya tenía más de 18 años, y había entrado en la policía. 

Germán fue el único de los tres espectadores que no se sorprendió al escuchar aquellas últimas palabras, pues su padre permaneció desempeñando esas funciones hasta que él tuvo 5 años de edad. Conservaba algunos recuerdos de su padre vistiendo orgullosamente el uniforme azul. Argelia recordó que él ya se lo había mencionado con anterioridad, así que simplemente siguió prestando atención, a la vez que terminaba de acomodar las cosas.

—¿Cómo hiciste para ser policía? —exclamó Carolina.

—¿Seguís siéndolo? —dijo Sofía, igual de curiosa.

—Escuchen, ya les contesto a las dos —respondió Fabián, alegre por no haber perdido el interés de ninguno hasta el momento—. No es tan difícil. Había terminado el secundario cuando tenía 17, así que estaba calificado para entrar. No podía conseguir ningún otro trabajo que fuera estable, solamente temporales. Además, empezó a gustarme la idea de poder ayudar a los demás, y hacer cumplir la ley, así que lo intenté. Estudié, me esforcé, y me preparé. Al final lo conseguí. Pero ya no soy policía. 

—¿Por qué? —quiso saber Carolina.

—Es que ya no le gustaba —contestó su hijo en su lugar—. Me acuerdo que me dijiste eso, pa, que querías hacer otra cosa. Todavía tenemos guardado uno de los uniformes. Me gusta usarlo para jugar a veces, porque cuando yo sea grande, también voy a ser policía. Pero yo voy a serlo para siempre.

La anciana se sentó sonriente en su silla, junto al sillón, al haber acabado con lo que estaba haciendo. Nunca pudo explicar por qué, pero le gustaba mucho escuchar a un nene teniendo planes y metas para "cuando sea grande". Mientras su querido perro dejaba atrás a Carolina para dirigirse a hacerle compañía a ella, imaginaba el momento en que su nieta le expresara a ella sus propios sueños, preguntándose cuáles serían esos.

—Vas a hacer lo que vos quieras —lo animó su sonriente padre—. Hasta podrías llegar a cambiar de opinión algún día, quién sabe. La vida los puede sorprender más veces de las que se imaginan. Me acuerdo que, cuando tenía tu edad, no tenía ni idea de a qué me iba a dedicar al crecer. Nunca me hubiera imaginado que terminaría siendo dueño de mis propios negocios, y que me iría tan bien como me está yendo. Ahora no me puedo imaginar haciendo otra cosa. Amo lo que hago. Eso es lo más importante, que lo que hagan los haga felices. Ojalá puedan descubrir lo suyo algún día. Yo sí que me tardé, pero lo encontré. Supe ahorrar lo que gané siendo policía, y usé esa plata para invertir, con Joaquín, en los negocios que tengo ahora. Era algo arriesgado, pero los dos estábamos necesitados de un medio para ganarnos la vida, teníamos que hacer algo al respecto. Nos pusimos a pensar juntos. Para empezar, tuvimos que encontrar algo que se pudiera vender bien. Las ideas empezaron a llegar. Al principio, pensamos solamente en elaborar y vender milanesas comunes, y con distintos rebozados. Después decidimos incluir productos para vegetarianos, para veganos, y para celíacos. Fuimos sumando más productos, y antes de que me diera cuenta, teníamos un montón de pedidos, clientes fieles, y las cosas para vender no dejaban de aumentar. Es más, todavía seguimos sumando productos nuevos, cada dos por tres. Y yo no tengo nada de especial, creo. Simplemente estudié, trabajé muy duro siempre, nunca me olvidé de los objetivos que quería alcanzar, y no me rendí. Me gustaría que los tres se acuerden siempre de eso. Pueden ser lo que ustedes quieran, siempre que se lo propongan, y que no se dejen estar nunca. Olvídense de las excusas y de las "salidas fáciles". Esa fue siempre una de las reglas más importantes para mí, lo que me aseguré de no olvidar nunca. Si yo pude, ustedes también pueden.

A la vez que pronunciaba aquella última palabra, su mirada se detuvo en el pequeño reloj que Argelia jamás quitaba del mueble ubicado junto al sillón.

—¡Uy, no me di cuenta de que ya era tarde! —le dijo a su hijo— ¡Dale, tenemos que irnos!

—¿Tenés que ir a trabajar? —quiso saber la curiosa Sofía, mientras Germán se ponía de pie, obedeciendo la orden de su padre.

—No, tenemos que ir a comer. Ya es la hora. Hoy no tengo que ir al trabajo. Las cosas que me quedan pendientes las hago desde mi casa, con el celular. Principalmente, me voy a concentrar hoy en tratar de comprar esos autos que vi ayer.

—¿Vas a comprar autos? —preguntó Carolina, interesada— ¿Por qué? Vos ya tenés uno. 

A Fabián le hizo sentirse muy complacido que sus métodos, para hacer que los niños se interesaran en lo que tenía para decirle, estaba dando los resultados que buscaba. Tanto que se dio unos segundos extra antes de retirarse. 

—No son para mí exactamente —respondió, disfrutando cada segundo de aquello, ya que sentía que dominaba la situación—. Los revendo después de hacerles mejoras. Es como un segundo trabajo, otro negocio. Cuando veo a alguien que está vendiendo su auto, averiguo cuánto está pidiendo por él, y si me conviene, lo compro. Entonces, después de mejorarlo, lo vendo también, más caro. Así gano más plata para los gastos diarios, y para invertir en las cosas que necesitamos en los locales, para tener suficiente de cada producto, lo que a su vez, deja todavía más plata, por supuesto. Son cosas que se me fueron ocurriendo, y que me dieron, y me siguen dando, buenos resultados. Es cuestión de pensar, y de arriesgarse un poco.

Las expresiones de las niñas, y de su hijo, le dieron a entender que los tres ya habían quedado lo bastante interesados en el tema.

—Bueno, ya vámonos —le repitió al niño, luego de dedicarle un saludo de despedida a Argelia y a las niñas.

Germán hizo lo mismo, para luego salir corriendo del departamento por la puerta que su papá había abierto.

Mientras el adulto descendía por las escaleras, para salir de la torre, y llegar a su departamento, meditó unos segundos sobre la lección que acababa de darle a su hijo y a sus amigas. En retrospectiva, no se sentía totalmente seguro de haber dicho algo que pudiera provocar una verdadera reflexión en aquellos infantes. Sólo les había resumido su historial de éxitos, haciendo todo lo posible por hacerlo lucir como algo fácilmente imitable. Su único deseo era inspirarlos para que, en un futuro no muy lejano, ninguno se convirtiera en una persona mediocre con constantes sentimientos de frustración, la clase de gente que él veía con cada vez más frecuencia. Le parecía que cada día había más de esos, y quería evitar esa propagación a toda costa. Más adelante, intentaría enseñarles muchas más cosas, si se daba la ocasión. Se dijo que, tomándolo como un comienzo, no había hecho un mal trabajo. Intentaría ser una especie de modelo a seguir, intentando evitar así que cayeran en algo como la delincuencia, o en las excusas.

Cuando se dio cuenta, él y su hijo ya estaban dentro de su casa.

1
Kami
Me gustó la forma de narrar
Eduardo Barragán Ardissino: Muchas gracias♥️.
total 1 replies
Tae Kook
No puedo creer lo bien que escribes. ¡Me tienes enganchada! 🔥🤩
Eduardo Barragán Ardissino: Muchas gracias, me alegra saberlo💖.
total 1 replies
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play