Mi Esposa

Maya suspiro, se sentía prácticamente desnuda con esa lencería, ella no quería que Hugo la viera así. Se sentó en la orilla de la cama, pensando qué hacer. Lo primero que se le ocurrió fue buscar unas tijeras y cortar el vestido de novia y hacer un pantalón largo de pijama, pero al recordar la fortuna que probablemente costó, desecho ese pensamiento.

Sin más opción se acostó, pero tomo toda la cobija para ella, y se envolvió en ella. Hugo terminó de ducharse y salió, tenía curiosidad por saber que estaba haciendo su hermosa esposa.

- Pareces una hallaca mal amarrada - bromeo Hugo recordando una frase que había escuchado de su amigo Diego cuando viajo a Venezuela

Maya lo fulmino con la mirada, ya que no entendió a lo que él se refería

- ¿Tienes mucho frío? Si quieres puedo apagar el aire acondicionado

- Estoy bien, cuando te vistas apaga la luz quiero dormir y deja el aire como está ni se te ocurra...

- ¿Tan temprano y quieres dormir? - interrumpió él

Maya no le prestó más atención y cerró sus ojos tratando de conciliar el sueño, sueño que no tenía. Hugo solo la miro, la molestaría por unos momentos más. Así que se quitó la toalla que traía y solamente se quedó en bóxer.

Ella sintió que el otro lado de la cama se hundió, solo esperaba que no quisiera propasarse, de pronto sintió como la cobija la jalaba.

- No seas egoísta, la cobija no es toda para ti -

- Déjame quieta - Replicó Maya abriendo sus ojos y centrando su mirada en el, solo para enrojecerse al verlo casi sin nada - ¿No tienes vergüenza?

- Estoy con mi esposa, ¿Que hay de malo? además yo duermo así.

- Ya que vas a dormir en la cama, la cobija será mía - Ella apartó la mirada de inmediato y jalo la cobija hacia ella, no quería quedar descubierta con lo que traía puesta

- Maya, comparte la cobija - Hugo uso un poco más de fuerza, logrando ver la pequeña pijama

Ella a su vez también empleo fuerzas, pero no era rival para Hugo, así que cayó de la cama. Hugo se asustó porque su intención no era esa.

- ¿Estás bien? - Estaba por acercarse cuando Maya lo detuvo

- Ni te acerques estoy bien - Dijo en tono molesto - ¿Me puedes pasar la cobija?

- No entiendo por qué te tienes que esconder con la cobija, te ves hermosa

El rostro de Maya se torno más rojo de la vergüenza que tenía. Hugo se le acercó y extendió la mano

- No necesito tu ayuda para levantarme, puedo hacerlo sola

- Bien, como quieras

- Ya deja de mirarme

- ¿No puedo hacerlo?

- No, tampoco quiero que me mires

- Eso creo que será imposible ¿no lo crees?

- Buenas noches - Dijo Maya dándose la vuelta y envolviéndose de nuevo con la cobija

A Hugo le pareció muy divertido el comportamiento de ella, no entendía porque lo hacía, pero la curiosidad por saber cómo serían los siguientes días lo estaban matando.

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Mientras los esposos pasaban la noche en una suite presidencial, en la habitación de una gran mansión, dos mujeres no la estaban pasando nada bien.

- Tengo hambre mamá - se quejo Ava al sentir como su estómago rugía

Olga se acercó a ella para consolarla

- ¡Oh! Mi niña tranquila que cuando tú padre vea que no estamos en la casa vendrá por nosotras

- Ya es tarde y aun no llega

- Quizás piensa que nos fuimos a la casa

- Pero ya todo termino, ahora lo que hay es silencio

- Solo un poco más mi niña, lamento que estés pasando por esto

Después que termino la fiesta, todos los invitados se fueron incluyendo a la familia de Hugo. Aunque la mansión tenía las habitaciones disponibles, esa mansión poco la habitaban.

Hugo había ordenado que no le podían abrir la puerta, ni tampoco darle alimentos.

- Tengo ganas de ir al baño - se quejo Ava de nuevo

- Aguanta hija, solo un poco - repitió Olga

- Mamá me ha dicho lo mismo en todas estas horas que llévalos aquí ¿Hasta cuándo?

- Cálmate Ava, para empezar fuiste tu quien nos metió aquí -

- Ahora yo soy la culpable -

- Tu padre vendrá pronto -

- Nos ama tanto, que se preocupa por nosotras. ¿No entiendo cómo es que te cásate con el?

- ¡Ava! ¡Es tu padre!

- ¿De verdad? a veces dudo de eso - Ava se cruzó de brazos

- ¿Que intentas decir? - Olga entrecerró los ojos - Gustavo es tu padre

- Ok es mi padre, pero me trata tan ¿Seco? Jamás me ha mostrado amor

- No estés diciendo tonterías, tu padre te ama. Mira todo lo que te ha dado

- Eso es obvio madre, todo lo que pida me lo da, pero todo lo que se compra con billetes, con dinero del resto nada

- ¡Ava! ¡Eres una malagradecida! - Olga se enojo -Voy a pensar que estás delirando del hambre

- Piensa lo que sea me da igual - Ava miro a través de la ventana y se sumergió en sus pensamientos

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Un nuevo día amaneció, cuando Maya despertó se encontró sola en la gran habitación. En el sofá había un cambio de ropa junto a una nota

«Esposa mía, cuando despiertes quizás no esté, eres tan linda cuando duermes, una fierecilla muy calmada. No te preocupes no tardó, solo estoy solucionando un pequeño detalle, desayuna y te preparas para nuestro viaje»

- ¿viaje? ¿Qué viaje? Y ahora que se le ocurrió a este demente - refunfuño Maya

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Gustavo se despertó con un dolor de cabeza, la noche anterior había tomado hasta el punto de emborracharse. Cuando llegó a la mansión no encontró a su esposo ni a su hija, pero tampoco se preocupó ya que de seguro harían un berrinche. Así que estaba ajeno a lo que estaban pasando.

Ava y Olga se despertaron al sentir que la puerta era abierta, lo primero que vieron fue la imponente figura de Hugo que las miraba con frialdad.

- Ellas son señor oficial - dijo Hugo señalando a ambas mujeres - la señorita Smith ha suplantado la identidad de mi esposa y la señora Smith es su cómplice

Olga palideció y Ava igual al ver al policía que estaba detrás de Hugo

- ¿Esposa? ¿Cómplice? - Tartamudeo la mujer mayor - No me pueden arrestar ni a mi hija

- Por supuesto que sí, señora Smith tengo pruebas que confirman lo que digo, las dos son unas impostoras, empezando por su hija