Desde hace mil años, una guerra silenciosa consume los reinos: las Bestias, criaturas feroces que prosperan en la oscuridad, buscan venganza contra las Hadas, cuya diosa, Madre Naturaleza, se atrevió a castigar a su propio dios, Némesis.
Esta guerra oculta una verdad mucho más profunda que la simple rivalidad.
Arthur, un lobo alfa nómada, ha viajado por años, prefiriendo la soledad y los placeres sin compromiso a la idea de una pareja destinada.
En el Reino de las Hadas,Titania creció en una cuna de oro que se convirtió en una sofocante prisión.
Una guerra que se desató hace mil años ha sobrevivido porque la verdad sobre su origen fue silenciada.
Cuando la inocencia se encuentra con la oscuridad, la línea entre el deseo y la destrucción se desdibujo.
Arthur y Titania están en el centro de un torbellino de intriga, magia y una atracción tan intensa que podría ser su perdición.
Libro final del Mundo de Reina Luna 🌙
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Jugada peligrosa
Noah se giró hacia Varek, cuya postura era una mezcla de alivio y clara reprobación.
—Varek, detente antes de que empieces —dijo Noah, anticipando la reprimenda que venía.
Varek no se inmutó.
—Majestad, su vida es la más valiosa. Salir y exponerse... es una imprudencia que no puedo justificar —dijo Varek, tratando de mantener su preocupación bajo control.
—Sí, bueno, estoy bien, ¿No? —dijo Noah de manera despreocupada, con un encogimiento de hombros que minimizaba el peligro de muerte.
Varek suspiró pesadamente. A pesar de tantos años, Noah seguía comportándose de esa manera despreocupada, actuando como el soldado que era en lugar del Rey que debía ser.
—Arthur, puedes ir a descansar —dijo Noah, mirando al alfa nómada.
Arthur asintió, su rostro inexpresivo. No es como que esperara esa orden de su parte. Además, descansar sería lo último que haría esa noche. Y sin decir algo se marchó, en búsqueda de ese descanso que necesitaba en esos momentos.
—Muy bien, ahora que se fue —dijo Noah, girándose hacia Varek, su voz se hizo grave y profesional—. Contacta al Gamma del País del Norte. Necesito más información sobre el alfa nómada —Tomó una seriedad que hizo incluso que Varek cambiara su rostro preocupado por el de concentración absoluta.
—¿Por qué? —preguntó Varek, confundido—. Ya teníamos un informe sobre él. Es un Alfa nómada, se separó de su manada hace años, mercenario...
—Ese informe es una fachada barata, Varek —dijo Noah, su voz era baja y cargada de certeza — Debemos saber quien es Arthur Sterling realmente — Terminó.
*************
Titania estaba dándole sus medicamentos a Áine; ella se veía mucho mejor, incluso menos enferma que cuando estaba en el Reino de las Hadas.
Xander estaba ahí, en silencio, sin poder dejar de mirar a Titania. Ahora era el momento de que ella hablara, de que dijera qué demonios pasaba entre ella y el Alfa nómada.
—Titania —dijo con su firme y autoritaria voz.
Ella se giró hacia él, con su rostro estoico, sin ningún tipo de sentimiento o emoción. Sabía lo que venía, la interrogación, y conociendo a Xander, la obligaría a hablar sin importar las consecuencias.
—Habla, sin mentir, ¿Qué mierda has estado haciendo con ese lobo? —preguntó con ira contenida en su voz.
Titania no quería responder, pero Xander era el líder de los caballeros. Poseía un gran poder que podría usar contra ella; su aura podía fácilmente doblegarla.
—Basta —habló Áine, sin necesidad de gritar, pero con una voz cargada de la fría autoridad.
—Áine…—
—Xander, no seguiré permitiendo que intimides a Titania, no aquí, en un País ajeno —Se levantó y se colocó al lado de su hermana—. Aquí, ella es libre de hacer lo que quiera con su vida y con quien quiera —continuó, para asombro incluso de Titania, quien luchaba por mantener su rostro inexpresivo.
Xander palideció. Él no temía al lobo, temía el peligro que esa libertad representaba para el futuro de Titania.
—Ve y descansa, Titania —la miró Áine con una leve sonrisa, un gesto de complicidad recién descubierta—. Xander se encargará de protegerme toda la noche —agregó, dándole a entender que él no la molestaría más esa noche.
Titania asintió. Era la primera vez que Áine la defendía de esa manera contra Xander, y aunque sentía una extraña gratitud, su mente estaba demasiado consumida por la adrenalina para procesarlo. Salió de la habitación con su mente hecha un huracán de dudas, pero sabía que debía controlarse.
Porque una vez llegando a su recámara, tendría que enfrentar algo más que simples dudas. Tenía que empezar a cazar a ese jodido alfa sexy.
Llegó a su propia puerta. Tomó una respiración profunda, sintiendo la frialdad de su nueva determinación. Abrió la puerta y entró.
La oscura habitación no estaba vacía. Arthur ya estaba allí.
—Llega tarde, princesa —dijo, recorriéndola con la mirada.
Titania sabía tenía que ser cautelosa; ese juego ahora era de dos. Ella debía aprender a ser la cazadora y no la presa, pero a su vez, no debía ser descubierta en su nueva resolución. Su rostro permaneció impasible.
—Me estaban interrogando —dijo Titania, sin una pizca de emoción en sus palabras.
Arthur frunció el ceño ante su respuesta. La recorrió con la mirada, devorándola con sus oscuros ojos. Mientras ella caminaba hacia el centro de la habitación, dándole la espalda.
—Me importa una mierda. El tiempo se acaba, y quiero cobrar mi recompensa —dijo él con frialdad.
Titania suspiró y se dio la vuelta. Sus ojos verdes cristalinos, fríos y sin emociones, se clavaron en él. Entonces sonrió. No era una simple sonrisa; era la primera que él veía desde que se conocieron: una sonrisa genuina, pero a la vez afilada y peligrosa.
—El tiempo ya se acabó —dijo ella, sin titubear.
—Se acaba cuando yo diga —afirmó él con posesividad.
—Es cierto, yo soy tu recompensa —dijo, y caminó hacia él, su movimiento fluido. Comenzó a quitarse su vestido con una lentitud deliberada, la tela deslizándose de sus hombros—. Pero, porque así lo he decidido —terminó con su voz baja y suave, cargada de una seducción desafiante.
El vestido cayó al suelo, revelando la desnudez de Titania. Arthur no esperaba aquel desafío abierto, esa entrega que era en sí misma una toma de control. Sin pensarlo, colocó su mano en su cintura, teniendo el contacto directo con su suave piel.
Titania no se apartó. Debía continuar con ese juego, y no solo ella se perdería en el placer: Arthur también debía caer, perderse en ese ardiente placer y la necesidad.
—Folláme, Arthur —dijo, tragándose la vergüenza que sentía en esos momentos al decir esa palabra, pero que tanto ansiaba su cuerpo.
Arthur no se contuvo más. El mandato fue el detonante. La levantó, haciendo que ella rodeara sus piernas alrededor de su cintura. Sus bocas chocaron de manera violenta y salvaje. Sus lenguas buscaban la manera de encontrar el control; ninguna cedería fácilmente.
Ella lo sabía: para que él cayera, tenía que entregarse totalmente a ese placer primitivo. Era una jugada peligrosa, pero a la vez excitante.
Arthur la presionó contra la pared. El beso violento se intensificó. Su mano, libre y experta, buscó esa zona que ella esperaba sentir sus caricias y la encontró. Sus dedos entraron en ella, provocando un suspiro ahogado en aquel ardiente beso.
El beso lo terminó de manera brusca, con la necesidad de saborear más de ella. Bajó hasta sus senos redondos y grandes; su boca se apodero de uno de ellos, mordiendo y succionando con desesperación. Su mano desocupada la sostenía por la cintura mientras su cuerpo la inmovilizaba contra la pared fría.
Titania gemía de placer. La boca y los dedos de Arthur se movían con un salvajismo que le hacía sentir un placer inigualable.
La bajó de sus brazos y la obligó a girarse, dándole frente a la pared. Colocó las manos de ella sobre la fría pared y levantó sus caderas. Sus ásperas y fuertes manos apretujaron sus glúteos, y después se desabrochó sus pantalones. Su excitación ya no la podía controlar. Ella lo había provocado de una manera diferente; nunca antes se había sentido así de excitado.
—Hada, traviesa —dijo, dándole un azote seco en su redondo trasero.
Arthur se movió de inmediato, enterrándose profundo en ella. La obligó a recibir la furia de su necesidad. Ella gemía con fuerza, sin reservas, recibiéndolo todo. El placer era inminente; le encantaba. Ese hombre sabía cómo satisfacerla. Sus caderas martillaban contra las suyas, y Titania empujaba hacia atrás, encontrando cada golpe, ansiosa por el impacto.
Ambos se perdieron en la intensidad buscando el borde del colapso juntos.
Arthur apretó su agarre en sus caderas, deteniendo el movimiento por un segundo.
Entonces una vez más la embistió con una fuerza profunda y sostenida. Titania gritó, el placer la atravesó como una descarga eléctrica, forzándola a un espasmo violento. Él la siguió de inmediato.
—Buena, hada —dijo Arthur, recuperando la compostura, su voz un murmullo bajo de aprobación. Luego, salió de ella con un movimiento lento y definitivo.
Titania trató de mantenerse en pie, girándose para enfrentar la habitación, pero sus rodillas fallaron.
Arthur logró ver cómo su cuerpo temblaba. Sin mediar palabra o mostrar afecto la cargó como un objeto valioso que acababa de usar y necesitaba preservar. La llevó a la cama, dejándola caer sobre las sábanas.
Se abrochó los pantalones. La frialdad había regresado.
—Ahora, largo, ya cobraste tu recompensa esta noche —dijo Titania, su voz era plana y definitiva, despidiéndolo.
Arthur arqueó las cejas ante eso. El atrevimiento era inaudito. Sintió como si el usado esta vez fue él, era la primera vez que una de sus "recompensas" lo echaba de la habitación.
—No me das órdenes, hada —gruñó Arthur, su ego herido por el desaire.
—Princesa, soy la Princesa Hada, así es como debes llamarme —continuó ella con esa mirada fría y calculadora. No era una corrección; era una exigencia de estatus en un momento donde él la había reducido a pura carne.
Arthur soltó una carcajada seca, sin humor.
—Duerme, Princesa —dijo, haciendo hincapié en el título.