El Piloto

Su voz era grave y fría, con un sentimiento de

asco y rabia.

Ella estaba perdida. Comprobó frenéticamente sus dedos, que acababan de limpiarse cuidadosamente. Estaban limpios y nada sucios.

Mirando sus ojos ignorantes, Edwin recordó la escena que acababa de ver en la ventana.

¿Por qué estaban tan cerca? ¿Cuándo se conocieron? Ayer, ella le rogó que fuera a trabajar. ¿Es que solo quería ver a Paolo? Cuanto más pensaba Alston, más se enfadaba.

Cuando Cristina se acercó, le agarró el cuello con una mano. Sus ojos estaban llenos de ira.

—Odio la traición, Cristina. Si te atreves a

traicionarme, te haré sufrir.

Cristina se quedó sin aliento y miró horrorizada a aquel hombre con aspecto de demonio. Le agarró la muñeca con sus delgados dedos con fuerza.

No sabía qué había hecho mal. Le quería tanto que nunca pensó en traicionarle, y acaba de abofetear a Paulo por él.

¿Por qué iba a dudar de ella? Ella cuidó de él

durante un mes entero. ¿Nunca confió en ella?

Su respiración se hizo cada vez más débil y se sintió agraviada. Sus lágrimas cayeron sobre la mano de Alston.

Las cálidas lágrimas le permitieron recuperar la sobriedad. Sus ojos se oscurecieron ligeramente y le soltó la mano.

Cristinase tiró al suelo. Tosió violentamente y su rostro se sonrojó.

—¿Por qué lloras? preguntó Alston.

Ella era la que estaba cerca de Paulo y le había

traicionado. No entendía por qué lloraba. Se sintió malhumorado.

—¡Yo, lo siento!

Cristina pensó que él odiaba que llorara, así que se secó las lágrimas e intentó esbozar una sonrisa.

—Acabo de volver del hospital con olor a desinfectante. Quizá no estés acostumbrado. Primero me daré una ducha y luego te daré un

masaje en las piernas.

No esperó la respuesta de Edwin y se apresuró a entrar en el cuarto de baño con ropa para cambiarse.

Al oír el ruido en el dormitorio, Raúl se acercó y vio a Edwin apoyado en la cama. Nunca había visto tal expresión en el rostro de Alston, y estaba preocupado.

—Señor Collins , ¿qué está pasando? ¿Le duelen las piernas otra vez?

Los ojos de Edwin estaban un poco confusos

— ¡Me siento como si estuviera enfermo!

— ¿Qué le pasa? Ahora mismo me pongo en

contacto con el médico de cabecera.

Raúl estaba nervioso, sacó su teléfono y se

disponía a hacer una llamada. Edwin continuó,

—Creo que puede haber algo mal en mi corazón. Cuando la veo con otra persona, siento molestias en el pecho. ¿Serán las secuelas del accidente de coche?

Raúl respiró aliviado, colgó el teléfono y se sintió un poco raro. Llevaba muchos años con Alston. A excepción de aquella mujer, nunca

había visto a nadie hacer que Edwin se pusiera así.

Quiso decirle a Edwin que podía sentirse cautivado por Cristina. Justo cuando estaba a

punto de hablar, oyó a Edwin decir en voz baja,

—Ella cocinaba todas mis comidas. ¿Me drogó con algo que hizo que mi corazón se sintiera mal?

Raúl se quedó sin habla. «Olvídalo, deja que lo averigije por sí mismo». Pensó. Había sido raro que Edwin fuera tan divertido desde que creció.

Raúl quería ver más.

Cristinase frotó las manos enérgicamente en el baño, y sus dedos se enrojecieron. Al cabo de un rato, posó las manos y se le saltaron las

lágrimas.

Después de guardar sus emociones, salió del

cuarto de baño. Edwin no volvió a rechazarla.

No se dijeron nada. Después de masajearle las piernas, Cristina se metió en la cama en el suelo. Se sentía disgustada y no se durmió después de mucho tiempo.

Edwin no oía su respiración y no se atrevió a salir de la cama para levantarla, como de

costumbre. En silencio, miró su espalda, pensativo.

Desde que tenía memoria, había vivido solo en la familia Collins . Nadie se preocupaba por él, excepto su padre. Desde el accidente de avión de su padre, él estaba a cargo del Grupo Collins . Todos sus allegados intentaban complacerle,

incluso su madre Matilde era igual. ¡Pero Cristina no!

Durante todo un mes, no le pidió nada y se ocupó de él de todo corazón. Siempre se le notaban las emociones en la cara. Fue un poco impulsivo, lo que pudo herirla.

Quiso pedirle perdón, pero al final no habló.

Después de una noche en vela, Cristina estaba cansada y deprimida para ir a trabajar. Nada más llegar a la oficina, vio de repente al vicepresidente del hospital que se dirigía a toda prisa hacia ella.

Estaba serio, miró a Cristina de arriba abajo y le dirigió una mirada significativa.

el hospital puede estar en problemas y todo es tu culpa.

-¿Qué problema?...