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"Rey Maldito"

"Rey Maldito"

Status: En proceso
Genre:Jujutsu Kaisen
Popularitas:820
Nilai: 5
nombre de autor: Vic82728

Morí sin ruido,
sin gloria,
sin despedida.

Y cuando abrí los ojos…
ya no eran míos.

Ahora respiro con un corazón ajeno,
camino con la piel del demonio,
y cargo el nombre que el mundo teme susurrar:
Ryomen Sukuna.

Fui humano.
Ahora soy maldición.
Y mientras el poder ruge dentro de mí como un fuego indomable,
me pregunto:
¿será esta mi condena…
o mi segunda oportunidad?

NovelToon tiene autorización de Vic82728 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 3: El Trono de Sangre

Una semana después.

La tensión dentro del Instituto era cada vez más densa.

Victor, aún bajo vigilancia constante, había demostrado una fuerza descomunal durante los entrenamientos. Pero no era solo eso… Era la precisión. La crueldad. El instinto asesino que brotaba de él cuando peleaba.

Algunos decían que era inevitable.

Otros… que era el principio del fin.

Y entonces llegó la alerta.

—Maldición de grado especial —anunció Ijichi, pálido—. Distrito de Shinjuku. Zona de evacuación colapsada. Hay sobrevivientes atrapados. Ningún hechicero ha logrado acercarse. Todos… han muerto.

—¿Quién fue el último enviado? —preguntó Gojo, ya abrochándose los guantes.

—Kento Nanami.

Un silencio mortal cayó en la sala.

—Prepárense. Esta misión es de alto riesgo —ordenó Gojo—. Yuji, Megumi, Nobara, Yuta, Maki… Victor irá con ustedes.

—¿Qué? —gritó Nobara—. ¡No pienso ir con ese asesino!

—Tampoco me agrada la idea —murmuró Megumi—. Su presencia es una bomba de tiempo.

—Por eso irán juntos —dijo Gojo, con esa sonrisa que nadie podía leer—. Si algo sale mal… estarán ahí para detenerlo. O morir en el intento.

 

Shinjuku. Zona cero.

La ciudad estaba desierta. Calles cubiertas de humo, sangre seca en las paredes, autos destruidos, farolas dobladas como papel.

Victor caminaba en silencio, rodeado por los demás. Yuji no dejaba de observarlo, los músculos tensos. Megumi mantenía a sus shikigamis cerca. Nobara ni siquiera lo miraba.

Yuta, siempre en el centro, parecía tranquilo… pero su katana estaba desenvainada.

—Están aquí… —dijo Maki, con la lanza en alto.

Un grito atravesó las sombras. Un sonido inhumano, de múltiples gargantas desgarradas. Desde una grieta en el suelo emergieron las maldiciones: deformes, brillando con energía negra, ojos abiertos por todas partes.

—Grado especial confirmado —dijo Megumi—. Más de cinco.

—¡A luchar! —gritó Yuji, lanzándose al frente con un puñetazo directo.

 

El combate comenzó.

Yuji y Nobara atacaron en sincronía. Golpes y clavos malditos volaban por el aire, reventando maldiciones por docenas. Megumi invocaba a Max Elephant, arrojando toneladas de agua sobre el campo para ralentizar a los enemigos.

Victor se mantenía al margen, observando.

—¿Vas a pelear o no? —gritó Maki, partiéndole el cráneo a una maldición con su naginata.

—Solo estoy esperando… —susurró Victor—. A lo interesante.

Y entonces apareció.

Una figura alta, cubierta con un manto hecho de lenguas y brazos humanos. Ojos que lloraban sangre. Sonriente. Poderosa.

El verdadero enemigo.

—Encantado… de conocer al Rey de las Maldiciones —susurró la criatura—. ¿Sabías que tú eres la razón de mi existencia?

Victor dio un paso al frente.

—¿Quién eres?

—Yo soy Shikanuma, una maldición nacida del odio hacia ti. De cada víctima. Cada cuerpo. Cada lágrima que dejaste tras de ti, Sukuna.

Victor sintió un estremecimiento.

No era su culpa.

Pero era su responsabilidad.

Y entonces lo aceptó.

—Chicos, retrocedan —dijo con voz grave—. Esto ya no es su pelea.

—¡No te hagas el héroe! —gritó Yuji—. ¡Tú no eres Sukuna!

—Exacto —respondió Victor, mientras abría la palma de su mano—. Yo no soy Sukuna. Pero él… es parte de mí.

"Cocina Encendida."

El fuego brotó entre sus dedos. Una flecha de llamas se formó, girando como una lanza viva. La lanzó.

Shikanuma se envolvió en sombras, pero la explosión cubrió todo el cruce de la ciudad.

—Interesante… —dijo la criatura, riendo entre el humo—. ¡Pero no basta!

La batalla se volvió caótica.

Yuta invocó a Rika, que rugió con furia descomunal.

Megumi activó Dominios Parciales, extendiendo sombras por las calles.

Victor liberó "Desmantelar", cortando maldiciones invisibles en el aire. El campo entero se convirtió en una danza de muerte.

Pero entonces…

Shikanuma extendió una mano.

—Dominio Expandido: Cuna de los Lamentos.

El cielo se volvió negro. Las paredes de energía maldita se cerraron sobre ellos. El suelo desapareció.

Dentro del dominio, cada rincón estaba cubierto de huesos y gritos. Rostros atrapados en las paredes, pidiendo ayuda.

Y ahí, en el centro… Victor cayó de rodillas.

El dominio bloqueaba toda energía positiva.

No podía usar la técnica inversa.

Estaba sangrando.

—¿Es esto lo que siente un humano? —susurró—. Dolor… impotencia…

Y Sukuna, dentro de él, reía.

—¿Ves ahora, niño? ¿Por qué dominé este mundo?

Victor miró sus manos.

Sangre.

Pero también poder.

Entonces se puso de pie.

Y sonrió.

—No soy tú.

—¿Qué?

—Soy Victor. No me importa lo que fuiste. Pero si este es mi cuerpo… entonces también es mi trono.

Y con un rugido, Victor activó su propio Dominio.

—Relicario Demoníaco.

El templo surgió, cubriendo al dominio de Shikanuma. Cráneos, fuego, bocas demoníacas. Las técnicas de "Cortar" y "Desmantelar" estallaron en toda dirección.

Shikanuma gritó. Su cuerpo era atravesado por cientos de cortes simultáneos. El dominio colapsó.

Victor salió, cubierto de sangre.

Diferente.

Más fuerte.

Más oscuro.

Pero… aún Victor.

Los demás lo miraban, en silencio.

Yuta bajó su espada.

Yuji no dijo nada.

Gojo apareció finalmente, cruzando los brazos con una sonrisa leve.

—Lo lograste.

Victor respiró hondo.

Y por primera vez desde que llegó a este mundo…

No sintió miedo.

 

Capítulo 3 (Parte Final): Ecos de Sangre

Victor cayó de rodillas al salir del dominio. La batalla había terminado, pero dentro de su mente, la guerra apenas comenzaba.

Sus ojos se abrieron con fuerza. Algo lo arrastraba desde dentro… como una ola que lo ahogaba en memorias que no le pertenecían.

Memorias de Sukuna.

Y entonces, el mundo cambió.

Todo a su alrededor se tornó rojo. El cielo ennegrecido, las calles reventadas, edificios partidos como vidrio. Gritos. Fuego. Sangre.

Shibuya.

Victor estaba parado en el centro de aquel infierno, pero no en su cuerpo… sino en el de Sukuna.

Su mirada era fría. Su respiración, calma.

Frente a él, un mar de cuerpos mutilados. Personas que corrían, suplicaban, ardían.

Y Sukuna… reía.

—Ah… ¿Lo recuerdas ahora? —susurró la voz dentro de su mente—. Ese fue uno de mis momentos más hermosos.

Victor no podía moverse.

Solo observaba.

—¡AYUDAAAA!

Una niña corría, ensangrentada, buscando a su madre. Sukuna se inclinó. Extendió la mano.

Y la desintegró con una sonrisa.

—¡BASTA! —gritó Victor desde dentro de esa pesadilla—. ¡ESO NO FUI YO!

Pero lo sentía.

El olor de la carne quemada.

El crujido de huesos rompiéndose bajo sus pies.

La satisfacción.

—¿Por qué lo hiciste…? —susurró Victor, al borde del llanto.

Sukuna respondió con tono seco.

—Porque pude. Porque era divertido. Porque todos querían un dios… así que me convertí en su infierno.

La escena cambió.

Ahora estaban sobre los restos del Edificio Hikarie.

Frente a él, un rostro conocido: Jogo, la maldición de fuego, estaba arrodillado, derrotado.

Sukuna, sin expresión, le dio una última oportunidad. "Si me golpeas una vez… te dejaré vivir."

Victor vio cómo Sukuna lo incineraba con crueldad, a pesar del respeto que Jogo mostraba.

—No tienes compasión… ni siquiera por los de tu clase —murmuró Victor.

—Compasión es debilidad. Tú lo aprenderás, pequeño intruso —rió Sukuna.

La escena cambió una vez más.

Ahora estaba Itadori, de pie, mirando lo que había hecho.

El dolor.

La rabia.

La culpa.

—Esto… fue tu culpa —le gritó Itadori a Sukuna—. ¡Todo esto!

Y Sukuna… se limitó a carcajearse.

Victor sintió como si una daga le abriera el pecho.

Porque entendía esa desesperación.

Ese dolor de cargar con el pecado de otro.

 

Regresó al presente.

El cuerpo de Victor temblaba. La sangre aún goteaba de su brazo. Los ojos de sus compañeros lo miraban… con miedo.

—¿Victor? —preguntó Yuta, lentamente.

—…Shibuya… —murmuró.

Yuji apretó los puños.

—¿Qué dijiste?

Victor lo miró.

Y por un instante, en su rostro… se reflejaron los ojos de Sukuna.

—…Vi todo. Lo que hizo. Lo que… lo que tú viviste.

Yuji lo empujó contra una pared.

—¡Cállate! ¡Tú no tienes derecho!

—Lo sé… —susurró Victor, sin oponer resistencia—. Pero tengo que cargarlo. Si esto es lo que soy ahora… entonces debo conocer todo. Incluso lo más sucio.

Yuji lo miró, jadeando.

Sus puños temblaban.

Pero no lo golpeó.

Porque en los ojos de Victor no vio burla.

Ni orgullo.

Solo culpa. Y miedo.

Gojo se acercó desde atrás.

—Ahora entiendes, ¿cierto? —le dijo al oído—. Esto no es solo poder, chico. Es historia. Es legado. Es sangre.

—¿Por qué… por qué me tocó a mí? —preguntó Victor.

Gojo sonrió, enigmático.

—Tal vez… para que por primera vez, alguien cargue con ese poder… sin dejar que lo consuma.

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