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Amor Sin Límites

Amor Sin Límites

Status: Terminada
Genre:CEO / Cambio de Imagen / Mujer despreciada / Amante arrepentido / Completas
Popularitas:32
Nilai: 5
nombre de autor: Edna Garcia

A los cincuenta años, Simone Lins creía que el amor y los sueños habían quedado en el pasado. Pero un reencuentro inesperado con Roger Martins, el hombre que marcó su juventud, despierta sentimientos que el tiempo jamás logró borrar.

Entre secretos, perdón y descubrimientos, Simone renace —y el destino le demuestra que nunca es tarde para amar.
Años después, ya con cincuenta y cinco, vive el mayor milagro de su vida: la maternidad.

Un romance emocionante sobre nuevos comienzos, fe y un amor que trasciende el tiempo — Amor Sin Límites.

NovelToon tiene autorización de Edna Garcia para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 9

Los aplausos aún resonaban cuando mamá comenzó a bajar las escaleras del escenario. Sus pasos eran delicados, pero sus pensamientos estaban agitados.

"¿Por qué dijo Alcântara? ¿Cómo podría saber mi nombre de soltera? No puede ser, Roger no era él, esto era una coincidencia."

Intentaba convencerse de que había sido solo una coincidencia, pero algo en su corazón no creía totalmente en esa explicación.

Yo, sentada más adelante, observé cada detalle. Roger Martins acompañaba los movimientos de mi madre con los ojos, sin siquiera disimular. No era la mirada formal de un CEO hacia una empleada premiada. Era una mirada llena de recuerdos, reconocimiento y… tal vez añoranza.

Cuando mamá volvió a la mesa, aún ruborizada, mi padre se removió en la silla. Apretaba las manos una contra otra, rígido, sin conseguir esconder la irritación.

—¿Qué espectáculo fue ese? —murmuró, intentando sonar bajo, pero yo oí—. El hombre no le quitaba los ojos de encima.

Mamá, sorprendida, frunció el ceño.

—Marcelo, no hables así. Solo estaba siendo educado.

Yo, sin embargo, no lo dejé pasar.

—¿Educado? —repliqué firme—. Papá, todo el mundo se dio cuenta. El CEO estaba diferente, parecía conocer a mamá de algún lugar.

Ella me lanzó una mirada atravesada, pidiendo silencio. Pero ya era tarde. La incomodidad de él era evidente.

Mientras tanto, desde su mesa más distante, Tamara observaba la escena. Sus ojos centelleaban de celos, y Núbia, a su lado, intentaba calmarla:

—Mamá, no empieces. Vas a llamar la atención.

Pero Tamara no conseguía contenerse. Ver a Simone brillar, ser elogiada por el director y aún atraer la atención del CEO era más de lo que podía soportar.

De vuelta a nuestra mesa, mamá se ajustó discretamente el vestido, respirando hondo.

—No quiero confusiones. Fue solo un premio, solo eso.

Yo sujeté su mano, mirando profundo en sus ojos.

—Mamá, no fue “solo eso”. Algo pasó allí arriba. Y yo creo que papá se dio cuenta también.

Marcelo desvió la mirada, los maxilares cerrados, mientras en el escenario Roger Martins continuaba su discurso, pero siempre encontrando una manera de lanzar una mirada discreta hacia Simone.

En aquel momento, percibí que la fiesta estaba apenas comenzando —y que el verdadero juego de emociones estaba a punto de revelarse.

El salón ya estaba más calmo después del anuncio del bingo, pero la presencia de Roger aún dominaba el ambiente. Cuando él dejó el escenario, todos acompañaron con miradas curiosas. Para sorpresa de todos —y principalmente de Marcelo—, Roger caminó directo hasta la mesa donde estábamos.

—¿Señora Simone Lins? —dijo, inclinándose levemente—. ¿Podría acompañarme hasta mi oficina, por favor? Necesito recolectar sus datos para efectuar el pago del premio.

Mamá lo miró confusa.

—¿Aquí mismo no sería suficiente? —preguntó, tímida.

Roger sonrió con elegancia.

—Prefiero tratar de eso personalmente, es más seguro.

Ella vaciló, pero se levantó. Marcelo también comenzó a levantarse, visiblemente incómodo.

Pero Roger fue rápido:

—Señor Lins, su esposa ya regresa. Es solo para el pago.

Marcelo se quedó sin reacción. Tragó saliva y, a regañadientes, volvió a sentarse.

Así que ellos se alejaron, aproveché la oportunidad para encarar a mi padre.

—¿Sabes lo que está sucediendo aquí hoy, papá? —dije, firme—. Mamá está siendo admirada. Todos están mirando para ella, orgullosos. Varios hombres en este salón no le quitaron los ojos de encima.

Él frunció el ceño, irritado.

—¿Qué estás insinuando, Geovana?

—No estoy insinuando nada. Estoy diciendo la verdad —respondí, firme—. Nunca le has dado el verdadero valor que ella merece. Vives humillando a mi madre, escondiéndola, como si no fuera digna.

El color subió al rostro de él.

—¡Cuidado con el modo en que me hablas!

Pero yo no retrocedí.

—Solo estoy cansada de verte desperdiciar a la mujer increíble que tienes al lado.

Mientras el clima en la mesa se calentaba, del otro lado del salón Roger abría la puerta de su oficina. Él sujetó delicadamente el brazo de Simone.

—Entre, por favor.

Ella vaciló.

—Espero que sea breve, señor. Mi esposo y mi hija me están esperando.

Él sonrió, la voz cargada de una emoción que solo él comprendía.

—Prometo ser rápido.

Dentro de la oficina, Roger la observó atentamente. A cada gesto de ella, la certeza aumentaba: Simone no lo reconocía. Para ella, él era apenas el CEO de una gran empresa. Pero para él… ella era la mujer que había marcado su vida.

Roger prefirió no revelar nada en aquel momento. No ahora. No cuando acabo de encontrarla.

Anotó los datos de ella, y al registrar el pago, alteró discretamente el valor. En vez de los 50 mil anunciados, digitó 200 mil reales.

—Aquí está, todo bien —dijo, entregando los papeles.

—Agradezco —respondió Simone, educada.

Sin percibir nada más allá de lo normal, pidió permiso y retornó a la mesa.

Roger la observó hasta desaparecer entre los invitados. Ella me buscará, pensó, convencido. Cuando perciba lo que hice, no tendrá cómo evitarme. Y esta vez… no voy a dejarla escapar.

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